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Ejercicio de nuestro espíritu, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4880-5
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CAPÍTULO DOS

TOMAR MEDIDAS
CON RESPECTO A NUESTRAS
PARTES INTERNAS CON MIRAS
A EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU

(2)

Lectura bíblica: 1 Ti. 4:7-8; 3:16; 2 Ti. 4:22; 1:7; 1 Ti. 1:3-5; 3:9; 2 Ti. 1:3

En 1 Timoteo 4:7 y 8 se nos dice: “Desecha los mitos profanos y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera”. Estos versículos nos hablan de dos clases de ejercicios: el ejercicio corporal y el ejercicio para la piedad. Esta segunda clase de ejercicio no se refiere al cuerpo ni al alma. Más bien, es el ejercicio de nuestro espíritu humano. Como vimos en el capítulo anterior, la piedad es Dios manifestado en la carne (3:16). Es Dios manifestado desde nuestro interior. En 2 Timoteo 4:22 se nos dice en qué parte de nuestro ser Dios mora. Este versículo dice: “El Señor esté con tu espíritu”. Aquí, el Señor, se refiere a Dios más muchos otros elementos, entre las cuales están la encarnación, la crucifixión para efectuar la redención, la resurrección y la ascensión. Este Señor, quien es Dios con todos estos elementos, ha entrado en nuestro espíritu. Los versículos anteriores nos muestran que ejercitarse para la piedad es ejercitar nuestro espíritu humano. Al ejercitar nuestro espíritu contactamos al Señor a fin de que Él tenga la manera de manifestarse en nosotros.

LAS PARTES INTERNAS
DE NUESTRO SER GUARDAN RELACIÓN
CON EL EJERCICIO DE NUESTRO ESPÍRITU

Tanto el primer capítulo de 1 Timoteo como el de 2 Timoteo nos hablan de las partes internas de nuestro ser en relación con el ejercicio de nuestro espíritu. En 2 Timoteo 1:7 se nos dice: “No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de cordura”. En este versículo se hallan implícitas las tres partes de nuestra alma: nuestra voluntad, parte emotiva y mente. Un espíritu de poder es un espíritu que cuenta con una voluntad apropiada, un espíritu de amor es un espíritu con una parte emotiva apropiada, y un espíritu de cordura es un espíritu que tiene una mente clara, sobria y sensata. Dios no nos ha dado un espíritu débil, sino un espíritu poderoso, amoroso y sobrio. Al decirnos esto, la intención de Pablo no era meramente decirnos algo sobre nuestro espíritu, sino que él procuraba conseguir que nosotros usáramos nuestro espíritu.

Nuestro espíritu está completamente envuelto, rodeado, por las tres partes de nuestra alma. Por tanto, para ejercitar el espíritu es indispensable que contemos con una voluntad subyugada y sumisa, una parte emotiva apropiada, y una mente sobria y sensata. Si todas estas partes de nuestra alma se encuentran bajo el control de nuestro espíritu, tendremos un espíritu poderoso, amoroso y sobrio, y lo podremos liberar. De otro modo, nuestra alma impedirá que nuestro espíritu sea liberado. Cuando las partes de nuestra alma están bajo el control del espíritu, ellas se convierten en la vía libre por la cual el espíritu puede salir y ser liberado.

EL PROBLEMA NO RADICA EN NUESTRO ESPÍRITU,
SINO EN NUESTRA ALMA

Tomar medidas con respeto a nuestras partes internas para que podamos ejercitar el espíritu podría compararse al proceso de purificación al que se somete una corriente de agua. Un manantial de agua puede ser puro y limpio, pero si fluye por conductos sulfurosos o salados, el agua se habrá mezclado con el azufre y la sal. A fin de purificar la corriente de agua, será necesario limpiar aquellos conductos. Estrictamente hablando, los problemas relacionados con el ejercicio de nuestro espíritu son problemas relativos a nuestra voluntad, a nuestra parte emotiva o a nuestra mente. No hay nada malo con nuestro espíritu. Según todo el Nuevo Testamento, Dios se reservó para Sí nuestro espíritu y no permitió que Su enemigo entrase en él. (La expresión “contaminación [...] de espíritu” en 2 Corintios 7:1 no se refiere a nuestro espíritu humano, sino a contaminarse con cosas del mundo espiritual, tales como ídolos). Dios permitió que el maligno, Satanás, dañase el cuerpo y el alma, esto causó que el espíritu estuviera como muerto al estar bajo la influencia del cuerpo pecaminoso y el alma caída. Sin embargo, las Escrituras no nos dicen que Satanás toma posesión del espíritu humano directamente. Dios ha fijado ciertos límites a fin de preservar nuestro espíritu humano. Por tanto, tomar medidas con respecto a nuestro espíritu está relacionado, en primer lugar, con tomar medidas con respecto a nuestras partes internas, las cuales rodean nuestro espíritu.

El conducto por el cual nuestro espíritu humano debe pasar es nuestra alma con sus diversas partes. Si nuestra mente, voluntad y parte emotiva no son las apropiadas, nuestro espíritu tampoco podrá manifestar una condición apropiada. Por tanto, es indispensable que tomemos medidas en cuanto a todas las partes que conforman nuestra alma. Nuestra voluntad tiene que ser subyugada, nuestra parte emotiva tiene que ser equilibrada y nuestra mente tiene que estar despejada. Si nuestra voluntad es sumisa, nuestra parte emotiva es equilibrada y nuestra mente es clara y sobria; entonces nuestro espíritu será poderoso, amoroso, sobrio y fácil de liberar.


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