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Salvación en vida presentada en Romanos, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4811-9
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TRES FACTORES PRESENTES EN LA OBRA DEL SEÑOR

Durante las décadas pasadas, los problemas entre nosotros se han debido a que algunos tienen ambición, pero carecen de capacidad. Si el hombre no tiene la capacidad para alcanzar la meta que ambiciona, será como un político desprestigiado. La raíz de los problemas que acontecen en la iglesia o en la obra, radica en este punto. Además de la capacidad, también se requiere un corazón apropiado. Debemos tener un corazón puro y exclusivo para el recobro del Señor. Sólo así hemos de ser una ayuda para el recobro. Esto es semejante a una persona involucrada en el gobierno mundial. Si tiene la ambición y la capacidad para hacer algo por su nación y por su pueblo, y si sus motivos son puros, puede convertirse en un héroe para la nación y en un salvador para su pueblo. Sin embargo, si tiene ambición y capacidad, mas carece de un motivo puro, tal persona vendrá a ser un problema. El mismo principio puede verse en el recobro del Señor.

En 2 Corintios 5:9 Pablo dice: “Nos empeñamos [...] [en] serle agradables”. En ese entonces, Pablo también era una persona muy capaz. No sólo recibió dones de parte del Señor, sino que tenía una educación sobresaliente en griego y hebreo. Él fue instruido a los pies de Gamaliel (Hch. 22:3) en la ciudad de Tarso, una ciudad que contaba con las mejores instituciones académicas de ese tiempo. Él contaba con un fundamento académico sólido. Catorce de las Epístolas del Nuevo Testamento fueron escritas por Pablo. Él manejaba el griego con fluidez y su lógica era infalible. Los escritos de Pedro y Marcos no pueden igualarse a los de él. En los escritos de éstos no podemos encontrar tales términos como economía, misterio, propósito eterno de Dios, etc. Juan era un pescador de Galilea. Su estilo consistía en relatar los asuntos misteriosos con palabras sencillas. Por ejemplo, él usa expresiones como: “Yo en ellos, y Tú en Mí” (Jn. 17:23); “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (1:1); y “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (v. 4). Todas éstas son palabras simples, pero ellas encierran misterios. Ésta es la característica de los libros de Juan.

Sin embargo, Pablo escribió en Romanos: “Pero veo otra ley en mis miembros, que está en guerra contra la ley de mi mente...” (7:23). En el capítulo 8 él dijo: “Porque la ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte” (v. 2). Debido a que Pablo escribió sobre asuntos tan profundos en sus epístolas, en ocasiones nos preguntamos si los creyentes que recibieron sus cartas fueron capaces de comprenderlas. Hoy en día nosotros podemos entender lo que es una ley debido a que la ciencia moderna ha avanzado mucho. En los escritos de Pablo realmente hay muchos asuntos misteriosos.

Animo a ustedes los más jóvenes a que tengan ambición. Pero siempre debemos acudir al Señor para que nos provea la capacidad, así como un motivo puro. Sólo cuando contamos con estos tres elementos podemos ser útiles en las manos del Señor. De lo contrario, tarde o temprano nos convertiremos en un problema. Que el Señor tenga misericordia de nosotros.

LA RENOVACIÓN DE LA MENTE
Y LA TRANSFORMACIÓN RESULTANTE

La mente es la parte principal del alma. En algunas secciones del Nuevo Testamento, la mente y el alma significan lo mismo. Nuestra mente es renovada por el Espíritu que renueva. Esto es sólo el comienzo. El Espíritu que renueva se extiende de nuestra mente a toda nuestra alma, la cual está compuesta de nuestra mente, voluntad y parte emotiva. Nuestro corazón está constituido por la mente, la voluntad y la parte emotiva, junto con la conciencia en el espíritu. La renovación de la mente equivale a la renovación de toda el alma del hombre, junto con su espíritu. Por consiguiente, la transformación es el resultado de la renovación de la mente. Romanos 12:2 nos dice que somos transformados “por medio de la renovación de vuestra mente”. Primero, nuestro espíritu es regenerado. Después que el Señor ocupa nuestro espíritu, el Señor Espíritu se expande de nuestro espíritu a nuestra alma. Cuando nuestra mente es renovada, fuimos traídos hasta que toda nuestra alma es transformada.

La transformación no es simplemente un cambio. Ésta es el resultado de un proceso metabólico. He usado este mismo ejemplo muchas veces. Esta noche lo usaré de nuevo. Cuando la tez de una persona no luce muy saludable, ella puede empolvarse y el maquillaje mejorará su aspecto. Pero eso no es transformación; es meramente un cambio. ¿En qué consiste entonces la transformación? Supongamos que su rostro está pálido y descolorido y tiene un semblante lamentable. Si usted come alimentos nutritivos en las proporciones adecuadas, una vez que su cuerpo los digiera, esto hará que se produzca un cambio metabólico. Por una parte, ese metabolismo le proveerá un suministro fresco. Por otra, eliminará los elementos viejos. Gradualmente, su apariencia pálida y descolorida desaparecerá y su cara estará radiante con una tez sonrosada. Esto no es meramente un cambio, sino una transformación. El Señor Jesús es nuestra vida. Cuando Él entra en nosotros, Él llega a ser nuestro suministro. Este suministro produce un efecto en nosotros. Éste elimina los elementos viejos y naturales de nuestro ser. Finalmente, somos transformados y somos plenamente Su imagen (2 Co. 3:18).


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