Cómo reunirnospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6637-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Todos tenemos que aprender a reunirnos con el Cristo resucitado, y no solamente en torno a la Biblia o al himnario, o haciendo uso de las sillas y el piano, ni solamente debemos aprender a reunirnos con los santos.
¿Qué clase de Cristo es el Cristo resucitado? Es muy claro que Él es aquel Cristo que vive en el Espíritu. El Cristo resucitado es el Cristo vivo que hallamos en el Espíritu; de hecho, Él es el Espíritu vivificante. Lo que este Cristo resucitado hizo principalmente en esta clase de reunión fue infundirse en Sus discípulos al soplar en ellos diciéndoles: “Recibid al Espíritu Santo” (Jn. 20:22). Es también en esta clase de reunión que Cristo nos habla, pidiéndonos algo para comer y ofreciéndonos algo para comer. Ésta es la primera clase de reunión, la reunión con el Cristo resucitado, con el Cristo vivificante, con el Cristo viviente en el Espíritu.
¿Dónde está este Cristo hoy? Sí, en nuestro espíritu. Todos tenemos que exclamar: “¡Aleluya! ¡Este Cristo está dentro de nosotros!”. Éste es el Cristo resucitado, no el Cristo ascendido. Éste es el Cristo tan viviente que mora en nuestro ser como Espíritu, y no Aquel de gran poder que mora en los cielos.
¿De qué manera nos reunimos con este Cristo? Pueden estar seguros de que al reunirnos con este Cristo lo hacemos sin formalismo alguno. Es posible reunirse con Él a puertas cerradas, como también es posible reunirse con Él en la cima de un monte. Es muy interesante que no se le asigne un nombre a este monte. Cualquier monte es bueno para reunirse con el Cristo resucitado, bastaría sólo con que haya un monte. Y si nos hemos descarriado y estamos a la orilla del mar, allí también podemos reunirnos con el Señor. Cuando estamos en una habitación, Él está allí; cuando estamos en la cima de un monte, Él está allí; y cuando nos hemos descarriado y estamos a la orilla del mar, Él también está allí. Tal vez ustedes digan: “Es muy difícil permanecer aquí en pro del testimonio del Señor, regresemos al mundo”. Pero aun si así lo hicieran, el Señor iría con ustedes. Jamás podrán dejar a Cristo, pues están seriamente involucrados con Él. Jesús es Aquel que resucitó y ahora Él está en usted. Él es el Espíritu vivificante; Él es el Espíritu que da vida y, como tal, permanece en nuestro interior todo el tiempo. Entonces, ¿qué formalidades podríamos tener? En mi corazón bulle el deseo de decirles que si estableciéramos alguna formalidad, cometeríamos una ofensa pecaminosa contra el Señor. No es posible adoptar formalismo alguno cuando nos reunimos con el Cristo resucitado.
Los discípulos estaban reunidos llenos de temor y con todas las puertas cerradas, cuando de repente Jesús estaba en medio de ellos diciéndoles: “Paz a vosotros”. Ellos podrían haber exclamado: “¿Quién es?”. Entonces se dieron cuenta de que era el Señor y se alegraron en gran manera. Jesús sopló en ellos y, después, les dio un breve mensaje, un mensaje muy conciso (vs. 19-23). Creo que si hubiéramos estado allí probablemente le hubiéramos dicho: “Señor Jesús, por favor siéntate y danos un mensaje muy largo, como el Sermón del monte, el cual abarca tres capítulos, Mateo 5, 6 y 7. O háblanos como lo hiciste la noche antes que fueras entregado, como se nos relata en Juan 14, 15 y 16, después de lo cual puedes hacer una larga oración, como consta en Juan 17”. Pero el Señor simplemente les dijo unas cuantas palabras. Después, ¿creen ustedes que Él dijo: “Aquí acaba la reunión; pueden retornar a sus hogares, y Yo retornaré a los cielos”? No fue así. Lean ustedes aquel relato, de la misma manera en que el Señor Jesús se presentó, Él desapareció. Él no tocó la puerta antes de entrar, es decir, no entró de una manera formal, ni tampoco les dio un mensaje muy largo. Él hizo algo extraordinario: Él se infundió a Sí mismo en ellos al soplar. Y después desapareció. Aquella reunión no estuvo limitada por el tiempo; dudo mucho que los discípulos tuvieran un reloj allí. Dudo que se hayan hecho arreglos especiales con respecto a los lugares donde debían sentarse. Simplemente no había formalismo alguno. Pero les digo —simplemente con base en ese tiempo tan breve en que el Señor Jesús se reunió con Sus discípulos y se sopló en ellos—, todos se sentían satisfechos. Fue una visita muy breve en la que se hizo muy poco; el Señor apenas sopló en Sus discípulos y les dio un breve mensaje en dos o tres frases, pero se logró completa satisfacción. Ellos no cantaron un himno, ni tampoco pidieron a un hermano que haga una oración, etc. ¡Aquella reunión fue una reunión llena de vida con el Cristo viviente!
Todavía nos encontramos, en gran medida, bajo la influencia del cristianismo degradado. Todo lo que necesitamos es el Cristo resucitado, el Cristo viviente, a quien nada puede detener. Ni la muerte, la fuerza más poderosa en este universo, pudo detenerlo. Él es el Cristo resucitado que posee la vida de resurrección. Él se reúne ahora con nosotros, y ésta es la mejor manera de reunirnos. ¿Cómo debemos reunirnos? Debemos reunirnos con el Cristo que es el Espíritu viviente; debemos reunirnos con el Cristo viviente y sin formalismo alguno.
En la siguiente reunión de los discípulos, Jesús nuevamente se les apareció de improviso (vs. 26-29). No se nos dice cómo es que Él llegó a dicha reunión; Él simplemente estaba presente. No piensen que antes de aparecérseles Él no estaba presente. Él estaba presente todo el tiempo. La única diferencia era que a veces aparecía y otras desaparecía. Pero ya sea que se les apareciera o no, Él estaba siempre con ellos. Hoy en día no podemos ver a Jesús con nuestros ojos físicos, pero tenemos que creer que el Señor Jesús está aquí con nosotros. Y que Él está dentro de nosotros. No nos reunimos con un Cristo ascendido, sino con un Cristo resucitado. Cuando los discípulos llegaron a aquel monte en Galilea, Jesús estaba allí. Cuando ellos se descarriaron y se fueron a pescar al mar, Jesús estaba allí. Antes que ellos llegaran a aquel monte, ¿dónde piensan que Jesús estaba? Sí, Él estaba dentro de ellos. Antes de aparecérseles a la orilla del mar, ¿dónde estaba Jesús? Él estaba dentro de ellos. Como pueden ver, el Señor Jesús estaba todo el tiempo dentro de ellos.
Todos debemos comprender que siempre que nosotros, como discípulos del Señor, nos reunimos, venimos con Jesús, le traemos con nosotros. Venimos a reunirnos con Él, no solamente en torno a una Biblia, o a un himnario, o con los hermanos y hermanas, sino con el Cristo viviente, el Cristo resucitado, el Espíritu vivificante. Todos tenemos que orar pidiendo que nadie venga a nuestras reuniones solamente con una Biblia y un himnario. Todos los que vienen a reunirse con nosotros, deben tener plena conciencia de que traen consigo al Cristo viviente. Venimos a reunirnos con Cristo, con el mismo Cristo que se infunde en nosotros al soplar en todas nuestras reuniones, y con el mismo Cristo que, incluso hoy mismo, continúa hablándonos. Nos reunimos a fin de inhalarlo a Él, a fin de hablar por Él y dejar que Él hable por medio de nosotros, y nos reunimos a fin de ofrecerle algo para Su satisfacción así como para tomar algo de Él que nos satisfaga. Es posible que sea solamente una reunión muy breve, pero seremos plenamente satisfechos.
Jamás debemos olvidar que estas reuniones que Él celebró con Sus discípulos fueron las primeras reuniones que Cristo celebró con la iglesia cristiana en su totalidad. Dichas reuniones deben constituir un ejemplo a seguir; por lo cual tenemos que prestar atención a los principios representados en estas reuniones, que son las primeras reuniones cristianas mencionadas en la Biblia.
Durante años recientes en las iglesias locales hemos observado cierto comportamiento en las reuniones que no es el más apropiado. Pero no nos atrevemos a hacer nada al respecto. ¿Por qué? Porque sabemos que nuestro entorno es el de la amortecida religión, y nos abstenemos de imponer regulaciones y formar así otra clase de reunión. Preferimos tolerar más bien cierta confusión que cualquier forma de religión. Que el Señor tenga misericordia de nosotros. Él ha de recobrar todas las cosas. Él no fue al templo para reunirse con Sus discípulos; fue a una habitación que tenía todas sus puertas cerradas y fue a un monte de Galilea. Él ni siquiera notificó a Sus discípulos que los esperaría a la orilla del mar; simplemente se apareció allí. Todas las reuniones con el Cristo resucitado eran completamente ajenas a la religión.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.