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Estudio-vida de Hebreospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3845-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 4 Sección 2 de 5

D. Nos libró de la esclavitud a la cual estábamos sujetos por el temor de la muerte

La muerte de Cristo también nos libró de la esclavitud a la que estábamos sujetos por el temor de la muerte (2:15). Ya que por medio de Su muerte Cristo gustó la muerte por nosotros y destruyó al diablo, quien tenía el imperio de la muerte, Su muerte nos ha librado de la esclavitud a la que estábamos sujetos por el temor de la muerte. Hemos sido liberados de esta esclavitud. Debido a la crucifixión todo-inclusiva de Cristo, ya no existe la muerte, ni el pecado, ni el diablo, ni el temor de la muerte, ni la esclavitud. Por Su misericordia, el Señor ha abierto nuestros ojos y nos ha mostrado todos los aspectos que se hayan incluidos en Su muerte. Y por medio de nuestra experiencia podemos constatar que la muerte, el pecado, el diablo, el temor de la muerte y la esclavitud fueron verdaderamente eliminados en la crucifixión de Cristo.

III. EN LA RESURRECCIÓN

Después de Su muerte, Cristo fue resucitado. En el aspecto de la vida, la resurrección es lo más significativo que existe, pero lamentablemente ni siquiera los cristianos genuinamente regenerados lo han entendido apropiadamente. Debido a que a las personas más instruidas no se les dio la enseñanza adecuada sobre la resurrección de Cristo, Satanás ocupó sus mentes con el pensamiento modernista de que la resurrección es algo supersticioso. En 1936 me invitaron a predicar a los estudiantes en la universidad más importante de China. Una de esas noches, en la casa de un catedrático, un estudiante muy inteligente que había crecido en un hogar cristiano me hizo una pregunta. Él me dijo que desde una perspectiva científica, le era imposible creer en la resurrección. Me dijo que para él la resurrección era una superstición y me pidió que le explicara mejor este asunto. Sentí que el Señor estaba conmigo, pues pude mostrarle que la resurrección era algo muy común en la naturaleza. La residencia del catedrático tenía muchas ventanas desde las cuales podíamos ver campos de trigo. Así que le dije: “Mire los campos. ¿Ve el trigo que crece allí? ¿No ve la resurrección en esos trigales? Después que una semilla es sembrada, la semilla muere y finalmente brota. Esa es la resurrección. Todos los días y en cualquier parte uno puede ver la resurrección. Por ejemplo, cuando una gallina empolla sus huevos, se rompe el cascarón y nace el pollito. ¿No alude esto a la muerte y a la resurrección? No piense que lo que digo procede de mi mente filosófica, porque yo no soy tan inteligente. Más bien, esto es lo que la Biblia enseña”. Cuando él me preguntó dónde se hallaba este pensamiento en la Biblia, le dije que en 1 Corintios 15 Pablo nos dice que la semilla que muere y crece de nuevo es un cuadro de la resurrección. Aquella noche ese joven estudiante fue salvo y hoy es uno de los principales colaboradores en la isla de Taiwán. Una predicación pobre y deficiente jamás habría convencido a un estudiante universitario tan serio como él.

A. Engendró a muchos hermanos

Hebreos 2:11-12 indica que en Su resurrección Cristo engendró muchos hermanos. Por medio de Su resurrección, nosotros fuimos regenerados (1 P. 1:3). Su muerte liberó la vida divina desde Su interior, y Su resurrección impartió la vida de Dios en nosotros para que llegásemos a ser los muchos hijos de Dios y Sus muchos hermanos. Él fue el grano de trigo que cayó en tierra, murió y brotó, a fin de producir muchos granos, los cuales somos nosotros (Jn. 12:24). Él fue el único grano y nosotros ahora somos los muchos granos, Sus muchos hermanos, producidos por Él en Su resurrección. Ésta es la razón por la que inmediatamente después de resucitar Él nos llamó Sus hermanos (Jn. 20:17).

B. Anunció el nombre
del Padre a Sus hermanos

En Su resurrección, Cristo no sólo produjo a los muchos hermanos, sino que vino a ellos y les anunció el nombre del Padre (2:12). ¿Cuál es el nombre del Padre? Éste es un tema muy importante. El nombre del Padre es, simplemente, el Padre. El Padre es Su nombre.

El Padre representa la fuente de la vida y la fuente de la existencia. ¿De dónde recibió usted la vida que posee? La recibió de su padre. ¿De dónde recibió su existencia? También de su padre. El Padre es la fuente. Todos provenimos de Él. Tanto Aquel que santifica, el Primogénito, como los que son santificados, los muchos hijos, proceden del único Padre. El día de Su resurrección el Señor declaró el nombre del Padre a Sus discípulos. Fue desde ese día que Pedro comenzó a entender que tenía la naturaleza divina. Por eso en su segunda epístola él nos dice que somos “participantes de Su naturaleza divina”, y que “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad” nos han sido concedidas (2 P. 1:4, 3). ¿Cómo llegamos a recibir la naturaleza divina y cómo nos fueron dadas todas las cosas que pertenecen a la vida divina? Debido a que todos nacimos del Padre. El nombre del Padre significa mucho para nosotros.


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