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Vasos útiles para el Señorpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4462-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 19 de 20 Sección 1 de 3

PARA COOPERAR CON EL SEÑOR
EN LA TRANSFORMACIÓN DE NUESTRO CARÁCTER
ES NECESARIO QUE EJERCITEMOS
NUESTRA VOLUNTAD

Nuestra cooperación con el Señor guarda estrecha relación con un principio bíblico básico, esto es, Dios creó al hombre con libre albedrío, otorgándole así la libertad de elegir. Nuestra voluntad determina el curso que hemos de seguir. Por ejemplo, muchos judíos han determinado ir en pos de las riquezas en lugar de elegir a Dios, y ciertamente han tenido éxito en ello. Dios le confirió el poder de determinación a nuestra voluntad cuando Él creó al hombre y Él no interfiere en esto. Al principio en el huerto del Edén, Dios puso al hombre delante del árbol de la vida y del árbol del conocimiento del bien y del mal para que escogiera. De igual manera, Dios nos ha puesto a nosotros los hombre caídos delante de nuestro carácter y de la salvación efectuada por Cristo a fin de que hagamos una elección. En cierto sentido, hoy en día el árbol del conocimiento del bien y del mal es nuestro carácter, mientras que el árbol de la vida es Cristo. Nuestra decisión depende de si queremos elegir a Cristo o a nuestro carácter.

El árbol del conocimiento del bien y del mal es uno solo, pero tiene muchas diferentes expresiones, y siempre nos hace escoger entre él mismo y Cristo. Aunque no creo que ustedes sean totalmente victoriosos, yo creo que la mayoría de ustedes han vencido el mundo y el pecado y han elegido el árbol de la vida. Estoy convencido de que ya no vagarán por el mundo ni serán contaminados por el pecado. Por supuesto que todavía pueden caer, y esta es la razón por la cual oro sin cesar con temor y temblor para que ustedes no caigan en tentación. No obstante, entienden claramente que Dios está en contra del mundo (Jac. 4:4). Externamente hablando, también saben que Dios está en contra del pecado (Ro. 3:23). En cuanto concierne al servicio, saben bien que Dios está en contra de mammon (Mt. 6:24). Por tanto, ustedes aman a Dios, no aman al mundo, han abandonado el pecado y no sueñan con ser ricos; todo lo cual pone de manifiesto que ustedes han elegido el árbol de la vida y han desechado el árbol del conocimiento del bien y del mal. Ahora el árbol del conocimiento del bien y del mal que ustedes tienen que rechazar es vuestro carácter. Habiéndose matriculado en el Entrenamiento de Tiempo Completo, ahora es necesario que ustedes venzan esta expresión del árbol del conocimiento del bien y del mal, esto es, su carácter.

NUESTRO CARÁCTER ES NUESTRO MAYOR ENEMIGO

La Biblia afirma que el último enemigo de Dios es la muerte (1 Co. 15:26). Sin embargo, según mi observación, para los que amamos al Señor y vamos en pos de Él, nuestro último enemigo es nuestro carácter. Hace veinte años logramos establecer un fundamento sólido para la obra que realizábamos en el Lejano Oriente, especialmente en Taiwán. Sin embargo, en los veinte años que han pasado desde entonces, aunque gracias a la misericordia del Señor nuestra obra no ha decaído, tampoco ha tenido mucho desarrollo. ¿Cuál es la razón por esta falta de desarrollo? La causa de ello no es el mundo, el pecado o la influencia de las riquezas materiales, sino nuestro carácter problemático. Nuestro carácter chino es descuidado y pasivo. Sin la presión externa del medio ambiente llegamos a sentirnos complacidos en cierto nivel, y así retrasamos la obra del Señor.

Según el carácter propio de los chinos, siempre y cuando tengan una cama donde dormir, alimento para comer y una vivienda para vivir, todo lo demás “está bien” y les parece “más o menos igual”. Antiguamente, antes de la celebración del año nuevo chino, los chinos del norte acostumbraban limpiar bien sus casas, pero una vez que terminaba la celebración, les parecía que sus viviendas estaban “más o menos igual”, así estuviesen limpias o sucias. Ellos no limpiaban sus casas hasta que el polvo cubría todo cuanto tocaban. Finalmente, hasta que ya no podían tolerar ver tanto polvo comenzaban a sacudirlo. No obstante, no lo hacían minuciosamente, pues solamente limpiaban la parte central de la habitación y dejaban los rincones sucios. Por la forma como ellos hacen la limpieza podemos inferir cómo es el carácter chino, según el cual, todo es considerado “más o menos igual”.


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