Estudio-vida de Jobpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6291-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cuando Pablo padecía necesidades por amor a Cristo (2 Co. 12:10), se complacía en ello, estaba feliz e incluso se regocijaba en el Señor por sus experiencias (Col. 1:24). La reacción que tuvo Pablo a sus sufrimientos fue muy diferente de la que manifestó Job ante los suyos. Job no se regocijaba, sino que estaba constantemente irritado.
Pablo procuraba ser conformado a la muerte de Cristo en la comunión de Sus padecimientos (Fil. 3:10). Él tomó la muerte de Cristo como un molde para su vivir. Para Pablo era un gran placer ser moldeado a la muerte de Cristo.
Pablo dijo que él llevaba en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús y que siempre era entregado a muerte por causa de Jesús, para que la vida de Jesús también se manifestara en su carne mortal (2 Co. 4:10-11). Todos los días de su vida cristiana, Pablo era puesto a muerte. La única manera en la que él podía manifestar la vida de Cristo consistía en experimentar la muerte de Cristo.
Al ser consumido y despojado por Dios, Pablo no se desanimaba. Aunque su hombre exterior se iba desgastando, su hombre interior era renovado de día en día. Él dijo que su leve tribulación momentánea produjo en él un eterno peso de gloria (2 Co. 4:16-17).
La expectativa de Pablo era ser consumido todos los días. Él fue tal clase de persona porque deseaba ser renovado. La renovación puede ser efectuada únicamente si somos consumidos. Si usted no es consumido, no podrá ser renovado. Esta clase de renovación, al ser consumidos, añade un eterno peso de gloria del cual seremos partícipes en las eras venideras. Compartiremos la gloria del Señor, pero el peso de gloria será diferente entre los creyentes. Al ser consumidos por Dios, la gloria de la cual compartiremos llegará a ser un eterno peso de gloria.
Job consideraba que sus sufrimientos eran muy pesados, pero Pablo consideraba que su aflicción era momentánea y leve. En lugar de fijarnos en nuestra aflicción, lo que debe importarnos es que el peso de gloria aumente en nosotros. Cuánto peso de gloria tengamos dependerá de cuánto hayamos sufrido por el Señor en el presente. A Pablo no le importaba mucho cuánto sufriera. Él sabía que cuanto más sufriera, mayor sería el peso de gloria del cual podría ser partícipe en la eternidad.
Pablo magnificó a Cristo al vivirle, ya sea por vida o por muerte, mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19-21a). En esto consiste la vida cristiana. Cuando Dios creó al hombre, ésta era la clase de vida que Él quería que el hombre viviera.
La intención de Dios para Job era consumir a esta persona “perfecta y recta” y despojarla de sus logros, sus éxitos, relacionados con el nivel más alto de ética en perfección y rectitud (Job 1:1).
La intención de Dios era también demoler al Job natural en cuanto a su perfección y rectitud para poder edificar un Job renovado con la naturaleza y los atributos de Dios.
La intención de Dios no era obtener un Job que estuviera en la línea del árbol del conocimiento del bien y del mal, sino un Job en la línea del árbol de la vida (Gn. 2:9).
Por último, la intención de Dios era hacer de Job un hombre de Dios (1 Ti. 6:11; 2 Ti. 3:17), lleno de Cristo, la corporificación de Dios, que fuese la plenitud de Dios para la expresión de Dios en Cristo; no era Su intención hacer de Job una persona con el nivel más alto de ética en su propia perfección, rectitud e integridad naturales, las cuales Job procuraba mantener y a las cuales él se aferraba (Job 2:3, 9a). Tal persona, cuyo elemento constitutivo —en conformidad con la economía divina— sería Dios mismo, jamás se vería enredado por dificultad o problema alguno al punto de maldecir su nacimiento y preferir morir antes que vivir.
Después que Dios creó a Adán, lo puso frente a dos árboles: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Dios entonces le encargó a Adán que no comiera del árbol del bien y del mal, pues si comía de ese árbol, habría de morir (Gn. 2:9, 16-17). Dios deseaba que Adán comiese del árbol de la vida. Si Adán hubiese comido del árbol de la vida, este árbol habría entrado en él y crecido dentro de él. Sin embargo, en lugar de ello, Adán comió del árbol del conocimiento del bien y del mal. Por tanto, este árbol fue sembrado en Adán y comenzó a crecer en él y ha continuado creciendo en todos los descendientes de Adán. En tiempos de Job, el árbol del conocimiento del bien y del mal había crecido por lo menos dos mil años, pero ahora este árbol tiene más de seis mil años. Hoy en día todo el linaje humano se halla constituido por el árbol del conocimiento del bien y del mal. En toda sociedad, independientemente de las normas éticas que ella adopte, el árbol del conocimiento del bien y del mal sigue creciendo. Mientras este árbol siga creciendo entre el linaje humano, no habrá paz.
Antes de ser regenerados, estábamos en la línea del árbol del conocimiento del bien y del mal. Cuando fuimos regenerados, Cristo se sembró en nosotros como árbol de la vida. Sin embargo, en nuestra vida diaria práctica, ¿estamos en la línea del árbol del conocimiento del bien y del mal o estamos en la línea del árbol de la vida? En nuestra vida matrimonial, por ejemplo, es posible que estemos en la línea del árbol del conocimiento, y por la manera en que hablamos con nuestro cónyuge quizás no sólo hacemos que este árbol siga creciendo, sino que también lo regamos y le abonamos la tierra. ¿Qué debemos hacer entonces? Debemos recordar las palabras de Pablo en Gálatas 2:20: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”, y debemos volvernos del árbol del conocimiento al árbol de la vida. Si hacemos esto, viviremos a Cristo y cultivaremos a Cristo como árbol de la vida.
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