Conocer la vida y la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8903-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el mensaje anterior vimos cuatro obstáculos diferentes que la vida de Dios encuentra en nosotros. Aunque estos cuatro problemas están en nosotros, en términos relativos, son más bien objetivos que subjetivos. Ahora debemos ver otros cuatro obstáculos que la vida de Dios encuentra en nosotros. Estos cuatro obstáculos no sólo se hallan en nosotros, sino que también son muy subjetivos para nosotros en nuestra experiencia. No son como los cuatro obstáculos anteriores que se hallan principalmente fuera de nosotros. Por ejemplo, algunas personas tienen dificultades con algunos aspectos de su conducta y de sus acciones, pero son problemas principalmente externos y objetivos. Sin embargo, hay algunos obstáculos que la vida de Dios encuentra en nosotros que son más subjetivos e intrínsecos.
Necesitamos entender que la vida de Dios no entra en nosotros para ser nuestra vida de manera externa. Además, a fin de ser nuestra vida, la vida de Dios no anula nuestra persona. Más bien, entra en nuestro ser para mezclarse con nosotros y ser nuestra vida. Por consiguiente, Él todavía necesita nuestra persona, y nuestra persona continúa existiendo. Dios no viene a ser nuestra vida al hacernos a un lado y eliminar nuestra persona. Esto no es lo que Dios está haciendo. Aunque la vida de Dios viene a ser nuestra vida, Dios desea que nuestra persona siga existiendo porque Él la necesita. El propósito de Dios es mezclarse con nuestra persona; Él desea mezclarse con nosotros como una sola entidad.
Por ejemplo, el té al comienzo es el agua que está dentro de la taza. Cuando el elemento del té es añadido al agua, ésta se convierte en té. Sin embargo, esto no quiere decir que éste sólo contiene hojas de té, y no agua; las hojas del té están mezcladas con el agua, y el agua se hace té. El agua y el té llegan a ser uno solo. Aunque al principio éramos sólo humanos, la vida de Dios ha entrado en nosotros para ser nuestra vida. Esto no quiere decir que nuestra persona ha dejado de existir y que sólo tenemos la vida de Dios en nosotros. Algunos piensan acertadamente que antes de ser salvos, ellos no tenían la vida de Dios; pero luego que reciben la salvación, asumen incorrectamente que su vida humana fue reemplazada por la vida de Dios. Según su comprensión, éstos son dos eventos sucesivos, pero esto no es cierto. Después que somos salvos y regenerados, la vida de Dios se mezcla con nuestra vida humana.
En la primera etapa de nuestra vida humana, sólo poseemos la vida humana, no la vida de Dios. Una vez que somos salvos, la vida de Dios entra en nuestro ser. Por una parte, la vida de Dios quiere ser nuestra vida; por otra, la vida de nuestra persona sigue existiendo. La vida de Dios no ha reemplazado la nuestra, sino que se ha mezclado con nosotros. Ahora, no somos meramente un hombre, sino un Dios-hombre. Esto puede compararse a una taza de té, la cual no es meramente agua, sino más bien té y agua. Cuando el elemento del té es añadido al agua, ésta se convierte en té-agua. Dado que somos salvos, ya no somos simplemente humanos; somos humanos mezclados con Dios. Si le decimos a algún amigo incrédulo: “Tú no eres meramente humano”, él tomaría esto como un insulto y le haría sentirse incómodo. Sin embargo, ésta es una palabra muy práctica para los cristianos, porque es agradable y dulce cuando la vida de Dios entra en nuestro ser.
Después que la vida de Dios entra en nosotros, ya no somos meramente humanos; también tenemos la vida de Dios y el elemento de Dios. Podemos decir que somos Dios-hombres. Ya no somos meramente hombres, sino que somos hombres mezclados con Dios; somos Dios-hombres. No obstante, aun cuando Dios está mezclado con nosotros, ¿estamos dispuestos a cooperar con Él? En la escuela primaria hay un juego muy popular llamado “la carrera de tres piernas”. Los que participan en el juego forman equipos compuestos de dos estudiantes, y una pierna de uno de los estudiantes se ata a la del otro, de modo que los dos deben andar juntos con tres piernas. Los dos tienen que caminar juntos en un acuerdo hacia cierto destino. Al final, los que corren mejor son los equipos que manifiestan el mejor entendimiento mutuo y la habilidad de coordinar juntos. De hecho, muchas veces no importa si ellos corren lentamente, porque ganar una carrera de tres piernas no depende de la velocidad tanto como de que no haya tropiezos ni caídas. Claro, si un equipo puede correr más rápido, es aún mejor. Pero es terrible cuando un estudiante que es rápido y otro que es lento no pueden coordinar juntos, y pronto se caen. Una vez que caen, pierden la carrera. Por lo tanto, el equipo que generalmente gana la victoria final está formado de dos personas que tienen temperamentos, ritmos, perspectivas y comprensiones similares. Ellas pueden ganar, porque corren como si fuesen una sola persona.
Antes de ser salvos, éramos una sola persona. Después que fuimos salvos, Dios entró en nuestro ser y ahora Él quiere vivir con nosotros como si estuviésemos en una carrera de tres piernas. Él quiere que cooperemos con Él y nos movamos juntamente con Él. Es en este tiempo que los problemas comienzan a aparecer, pues antes de ser salvos vivíamos enteramente por nosotros mismos. Hacíamos lo que queríamos hacer, amábamos lo que queríamos amar y escogíamos lo que queríamos escoger. Todo era un asunto personal, y tomábamos decisiones enteramente por nosotros mismos. Aun cuando exteriormente parece que fuéramos iguales que cómo éramos antes de recibir nuestra salvación, muchos de nosotros podemos testificar que ahora hay dos personas en nosotros. Por ejemplo, cuando decidimos hacer algo, la otra persona en nosotros no está de acuerdo. Creo que todos hemos tenido esta experiencia. A menudo parece que Alguien en nosotros quiere hacer algo en particular, pero nuestro hombre exterior no está de acuerdo. En tal situación sentimos claramente que hay dos personas en nosotros: una está por dentro y la otra por fuera.
Esto puede compararse a un espectáculo cómico chino compuesto de dos personas. [N. del E.: en este tipo de espectáculo, una persona actúa conforme a lo que otra persona que se oculta detrás de ella esté diciendo o cantando]. Durante este acto, si yo soy la persona que se oculta detrás de la persona que está al frente, quizás diga: “Dóblese a la cintura”, y él se doblará a la cintura. Si yo digo: “Mueva su cabeza”, él moverá su cabeza. Para realizar bien este espectáculo cómico de dos personas, la persona que se oculta atrás y la que está al frente deben actuar al unísono. Si no actúan al unísono, el público verá fácilmente que ellos no actúan juntos. El vivir de un cristiano genuino puede compararse a un espectáculo cómico de dos personas. En el cristiano hay una persona que le hace llorar o reír. No obstante, hay ocasiones cuando Aquel que está en nosotros está triste, pero nosotros por fuera nos reímos, o quizás nosotros estemos tristes, pero Él está contento. Tal vez Él quiere que hagamos algo en particular, pero nosotros queremos hacer otra cosa. Entonces sentimos claramente que tenemos una persona por fuera, y otra por dentro.
Todo cristiano genuino puede testificar que él no es un cristiano normal, cuando la vida que lleva por dentro y por fuera está en contradicción. Dios desea que él vaya al este, pero él quiere irse al oeste. Si éste es el caso, su persona externa no es uno con su persona interna, y él no es un cristiano apropiado. En otras palabras, él puede ser un cristiano genuino, pero su vivir es anormal. Bajo circunstancias normales, él debería ser una misma persona, tanto interna como externamente. Cuando Dios se siente feliz en él, también él está feliz; cuando Dios se siente triste en él, él está triste; y cuando Dios le da un mandato, él inmediatamente le obedece. Toda su persona le corresponde a Dios por completo.
Esta clase de cristiano no sólo es un cristiano genuino, sino también un cristiano normal. Esta clase de cristiano es coherente interna y externamente. Por eso, él tiene gozo y paz interior. Cuando él ora, está lleno de la presencia de Dios. Puede actuar en perfecto acuerdo con Dios, como si estuviese participando en un espectáculo cómico de dos personas. Cuando Dios se mueve, él se mueve; cuando Dios le insta a hablar, él habla a una sola voz, y las palabras que Dios habla interiormente, él las habla exteriormente. Cualquier luz que Dios le infunde, él por fuera resplandece con esa misma luz; cualquier dirección que Dios le revele interiormente, él la sigue exteriormente. Él está en perfecta armonía con Dios y puede cooperar con Dios. Esto describe la vida cristiana normal de un cristiano normal.
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