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Entrenamiento de perfeccionamientopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4812-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 56 Sección 4 de 4

LA PECULIARIDAD ES UN ANTICRISTO

En este punto me gustaría dar un nombre a su peculiaridad, y ese nombre es anticristo. Su peculiaridad y mi peculiaridad se llaman anticristo. Muy pocos cristianos se dan cuenta de que el terrible anticristo es nuestra peculiaridad. En la actualidad Cristo no tiene mucha posesión y autoridad sobre la tierra. La tierra entera es un anticristo. Sin duda todos los incrédulos son anticristos, pero aun nosotros los creyentes que amamos a Cristo tenemos en nuestro interior un anticristo. Algo en nuestro interior está usurpándonos y ocupándonos para que Cristo no tome posesión de nosotros. Cristo no tiene mucho terreno en nuestro interior. El terreno en nuestro interior destinado para Cristo está poseído completamente de forma sutil y oculta por nuestra peculiaridad.

LA PECULIARIDAD Y LA “ESPIRITUALIDAD”

De acuerdo con mis observaciones, los cristianos que tienen las peculiaridades más fuertes son aquellos que son los más “espirituales”. Muchas veces los que aman a Cristo comúnmente no tienen una peculiaridad tan fuerte, como aquellos que son personas altamente espirituales. Ellos lo hacen todo “espiritualmente”. Pero aunque sean espirituales, no le dan mucho terreno a Cristo. Ellos viven, andan y se comportan en su espiritualidad, no en Cristo. Su espiritualidad ocupa todo su ser. Por eso nadie puede condenarlos. Su peculiaridad no está en el mundo, en el yo o en la carne; más bien está en su espiritualidad. Uno sólo puede ver su espiritualidad, mas no su peculiaridad. En realidad su espiritualidad equivale a su peculiaridad. Aparentemente es espiritualidad, pero de hecho es peculiaridad. En cierto modo, si usted no es peculiar, usted nunca puede ser “espiritual”. Muchas veces la espiritualidad sirve de manto para cubrir la peculiaridad.

Una cosa me llenaba de temor: a medida que leía las biografías de muchas personas espirituales, pude ver que muchos de ellos no tuvieron un buen final. Algunos de ellos tenían un buen comienzo y un buen desarrollo, pero su vida espiritual no tuvo un buen final. ¿Por qué? Porque su peculiaridad escondida se tornó en el verdadero tema de sus vidas. Su “espiritualidad”, que en realidad era su peculiaridad, hizo que no acabaran sus vidas de una forma adecuada. Mientras más viejos nos ponemos, más peculiares somos. Me preocupa que a medida que envejezco más y más, me vuelvo más peculiar. Temo que mi peculiaridad se esconda debajo del manto de la espiritualidad y aumente. Esto les ha ocurrido a muchas personas espirituales.

Estamos abordando un tema sumamente crucial. Es por eso que llamé anticristo a la peculiaridad que está en nuestro interior. Al leer muchas biografías, podemos descubrir un principio: y es que, algunas de las vidas narradas en estas biografías terminan con la peculiaridad de esa persona. La peculiaridad se tornó en el asunto más relevante de su vida. Esto demuestra que hay algo en el interior de todos nosotros que podemos llamar anticristo. Nos ocupa y no nos dejará darle a Cristo ni una pulgada de terreno. Nuestro ser interior, nuestro ser escondido, está completamente usurpado por este anticristo. Es tan sutil que nos usurpa, pero pretende ser para Cristo. Muchas veces ha pretendido ser para Cristo ocultándose bajo el manto de la espiritualidad. En realidad no es ni Cristo ni es espiritualidad, sino que es nosotros mismos en nuestra peculiaridad. Éste es uno de los factores principales que nos matan en nuestra vida cristiana. Yo lo llamo anticristo. Está en nosotros, y es difícil definirlo. Estamos escasos del vocabulario apropiado. No tenemos las palabras adecuadas para expresar algo referente a nuestra peculiaridad. Es solamente peculiar. ¿Cómo podemos identificar nuestra peculiaridad? ¿Cómo podemos discernir que este factor en nuestro interior es anticristo?

VIVIR A CRISTO CADA DÍA

Primeramente, no debe creer que su vida diaria es en realidad una vida que vive a Cristo. Al menos no vive a Cristo todo el tiempo cada día. Usted debe admitir esto; yo ciertamente lo admito. Durante las últimas semanas mi confesión ante el Señor ha sido principalmente que yo no he vivido a Cristo. Todos nosotros debemos admitir que no tenemos una vida diaria en la cual vivimos a Cristo. Nosotros podemos declarar: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21), pero no podemos testificar de tal experiencia. De acuerdo con nuestra experiencia, deberíamos decir que para nosotros el vivir es algo más, no es Cristo. Otros a su alrededor tal vez no estén muy claros, pero usted mismo sabe dónde está. Usted sabe que no vive mucho a Cristo en su vida diaria.

VIVE A LA PECULIARIDAD

Segundo, usted debe preguntarse a sí mismo quién está ahí o qué está ahí todo el tiempo que usted no vive a Cristo. Ya que usted no puede decir: “Para mí el vivir es Cristo”, usted debe decir: “Para mí el vivir es mi peculiaridad”. Si usted no está viviendo a Cristo, usted debe estar viviendo su peculiaridad. Éste es el caso, a menos que usted viva en el pecado o en la mundanalidad o en la carne. Estas cosas son fáciles de denominar y designar. Pero si usted está viviendo algo que no puede denominar, que no puede nombrar, debe darse cuenta de que eso es la peculiaridad. La peculiaridad es siempre mejor que el pecado, la mundanalidad, o el yo o la carne; estas cosas se distinguen con facilidad. Pero si usted está viviendo algo que no puede definir, sin duda, eso es la peculiaridad. La peculiaridad no es ni pecado ni mundanalidad ni carne ni lujuria ni Cristo. Usted vive a diario algo; para usted el vivir es algo. Si no es el pecado ni la mundanalidad ni la carne ni Cristo, ciertamente es la peculiaridad. Puesto que usted nunca la ha visto, nunca la ha condenado. Aun así, lo que usted es ahora comprueba que existe tal cosa. Ahora usted ciertamente vive algo —no es pecado, ni mundanalidad ni lujuria ni carne ni disposición— pero tampoco es Cristo. Debido a que aparentemente no es nada malo, usted nunca lo ha condenado. Eso es su peculiaridad.

LA PECULIARIDAD
ESTÁ EN CONTRA DE LA UNIDAD

Tercero, necesitamos ver por qué nosotros tenemos opiniones y por qué no somos absolutamente uno con los demás. La opinión, la disensión, la falta de ser totalmente uno con los demás proviene de la peculiaridad. Si usted ha sido iluminado y si su peculiaridad ha sido realmente removida, usted será una persona con una mente sobria, una voluntad fuerte, un amor puro y un espíritu muy rico. Usted puede proseguir y avanzar con cualquiera y no tendría opinión. Usted comprenderá lo que es ser realmente uno con los demás y no disentirá jamás. Estará de acuerdo con los demás en cualquier asunto, mientras no sea pecaminoso. ¿Por qué tenemos opiniones? Siempre que un esposo y su esposa se sientan a la mesa del comedor, las opiniones bullen. Esto se debe a que él tiene su peculiaridad, y su esposa tiene su peculiaridad. De esta peculiaridad surge la opinión. Nosotros no vivimos mucho a Cristo debido a que tenemos este anticristo, esto es, la peculiaridad. Los hermanos cristianos no pueden ser uno debido al anticristo que existe en su interior. La peculiaridad es un enemigo para Cristo y también es un enemigo para la vida del Cuerpo. Siempre y cuando usted conserve su peculiaridad, no puede vivir a Cristo y tampoco puede tener la vida apropiada del Cuerpo. Traiga este asunto al Señor y pase algo de tiempo orando al respecto. Si usted hace esto, yo creo que usted verá más. Muchos han estado entre nosotros por lo menos diez años. Pero se han detenido y se han atascado en este punto por el anticristo escondido de la peculiaridad que yace en su interior.


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