Cristo en Su excelenciapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3291-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Antes de ser salvo, Pablo, quien era conocido como Saulo, era celoso por la religión judía. Hechos 9:1-2 dice: “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al Sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén”. Pablo no sólo era celoso por la religión, sino más aún cumplía las órdenes de los líderes religiosos de arrestar a cualquiera que invocase el nombre del Señor. Sin embargo, yendo camino a Damasco, el Señor Jesús se le apareció, y un resplandor de luz del cielo le rodeó. Como consecuencia cayó al suelo y recibió revelación. Después de ese incidente, Pablo llegó a comprender que todo el Antiguo Testamento hablaba de este Jesús a quien él perseguía. Desde entonces, empezó a conocer a Cristo, y su aprecio por Él aumentó. Por esta razón él pudo escribir el libro de Filipenses y testificar a la gente, que antes él había sido celoso de la religión judía, y que en cuanto a celo, había perseguido a la iglesia con la intención de eliminarla por completo y que en cuanto a la justicia que es en la ley, había llegado a ser irreprensible. Sin embargo, las cosas que una vez habían sido para él ganancias, ahora las estimaba como pérdida por amor a Cristo (Fil. 3:6-7). En el pasado, al no tener a Cristo Pablo practicaba la justicia que era por la ley, y la consideraba ganancia, pero ahora, la estimaba como pérdida por amor a Cristo. Esto se debe a que Cristo es muy superior a la religión y a la ley.
En enero y febrero de 1937, salí de Shanghái para ir a Nankín, y pasé por Hangzhou, donde di una conferencia evangelística. A la conferencia asistió un grupo de personas muy cultas y educadas. Una de ellas era una dama muy moderna que escuchó con suma atención el evangelio que yo estaba predicando. Después de una reunión en la noche, ella se acercó al frente donde yo estaba y me preguntó: “Señor Lee, lo que usted ha predicado en las últimas noches me ha conmovido mucho y estoy dispuesta a creer en el Señor. Pero quisiera preguntarle si puedo seguir haciendo cierta cosa después de haber creído en Él. Si puedo hacerlo, ciertamente creeré en el evangelio que usted predica. Lo que yo haga dependerá totalmente de lo que usted me responda”. Luego añadió: “Una vez que yo crea en el Señor, estoy dispuesta a dejar cualquier cosa, pero hay una cosa que me será muy difícil dejar; esto es, ir a la opera. Me gusta ir a la opera. Desde joven siempre he ido a la opera con mi padre y ahora soy una “adicta” a ella. Soy capaz de dejar de respirar, pero si tengo que dejar de ir a la opera, me será imposible seguir viviendo. Incluso mi marido también se ha dejado influenciar por mí en esto. Pero ahora que le he oído hablar de Jesús, usted me ha convencido y estoy dispuesta a creer. Sin embargo, si después de haber creído en el Señor Jesús, ya no puedo ir más a la opera, ¿qué haré? Si usted me dice que ya no puedo ir, entonces no creeré en Él, pero si me dice que sí puedo seguir yendo, entonces creeré”. Esta pregunta ciertamente era difícil de contestar. Sin embargo, precisamente tenía a su lado a un niño de tres o cuatro años de edad, y el Señor me dio la sabiduría para contestarle. Le dije: “Señora, a todos los niños le gusta jugar con cuchillos. Si su hijo estuviese jugando con un cuchillo muy afilado y estuviese a punto de tener un accidente, ¿qué haría usted? ¿Le arrancaría el cuchillo de la mano?”. Ella era muy inteligente e inmediatamente pensó en unos chocolates que en ese tiempo eran famosos en Shanghái y Nankín y me dijo: “Eso es cosa fácil. Yo esparciría trozos de chocolate por todo el piso, y mi hijo iría a recogerlos y al final, terminará por no querer más el cuchillo”. Entonces, la dije: “La opera china es el cuchillo afilado. Si usted no tiene a Cristo, nada podrá satisfacerla y es por eso que tiene que ir a la opera. Pero ahora estoy esparciendo los chocolates en el piso. ¿Los ve usted? Tengo bastantes “chocolates”, o sea, Cristo. No me pregunte si puede ir a la opera, sino más bien, crea en Cristo y vea si Él la satisface hasta tal grado que ya no desee ninguna otra cosa”. Ella me respondió: “Esa es una respuesta razonable. Creeré en Él”. Cristo es verdaderamente muy superior a cualquier cosa o asunto.
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