Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7796-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Si discutimos usando nuestra mente, nos desviaremos de la meta. Éste no es el órgano que debemos usar. Por el bien de la iglesia, debemos usar nuestro espíritu. La iglesia está estrechamente relacionada con el Espíritu divino en el espíritu humano. Usted jamás podría escuchar mi voz con sus ojos, pues ése es el órgano equivocado. Usted tiene que usar sus oídos. La iglesia es espiritual y misteriosa; sólo podemos darle sustantividad en nuestro espíritu. Si hay un olor en el aire y ejercitamos nuestros ojos para verlo, no lo veremos. Tampoco podremos escuchar el olor con nuestros oídos. Eso no significa que no haya ningún olor, sino que simplemente no usamos nuestra nariz, es decir, no usamos el órgano apropiado para dar sustantividad a esta sustancia. Para dar sustantividad a cualquier sustancia hay que usar el órgano correcto. Para dar sustantividad a un sonido, tenemos que usar nuestros oídos. Para dar sustantividad a objetos con colores, tenemos que usar nuestros ojos. Si perdemos la vista, no podremos dar sustantividad a ningún color.
Todos debemos aprender a volvernos a nuestra “nariz” interior, nuestro espíritu. Necesitamos nuestro espíritu para la vida de iglesia. En los días antiguotestamentarios nadie que tuviera la nariz desfigurada podía servir como sacerdote (Lv. 21:18). Todos los que sirven a Dios deben tener un olfato agudo. Esta clase de nariz espiritual es hermosa y es elogiada por el Señor (Cnt. 7:4, 8). Muchas personas hablan conmigo, pero no pueden engañarme, pues interiormente tengo una nariz capaz de percibir los olores. Tal vez me digan: “Sí”, pero en mi espíritu yo sé que el tono es más bien el de un “no”. ¿Dónde está nuestra nariz espiritual? Debemos aprender a volvernos a nuestro espíritu. Dios es Espíritu y nosotros debemos aprender a adorarle en espíritu (Jn. 4:24). Incluso las palabras del Señor Jesús mientras estuvo en la tierra fueron espíritu: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (6:63). Nosotros tenemos un espíritu, y nuestro espíritu es donde hemos nacido de nuevo: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (3:6b). Debemos aprender a usar nuestro espíritu regenerado. ¡La vida de iglesia requiere nuestro espíritu!
El Señor Jesús estuvo con Sus discípulos por más de tres años, y ellos lo apreciaban grandemente. Cuando Él les dijo que iba a morir, ellos no pudieron soportar oír estas palabras. Pero Él les explicó que Su ida iba a ser Su verdadera venida. Antes de Su muerte y resurrección, Él sólo podía estar entre ellos; no podía entrar en ellos. Por consiguiente, Él necesitaba dar otro paso a fin de poder entrar en ellos. Su ida a la muerte no significaba que Él se iba para siempre, sino más bien, que Él iba a regresar. Era de esta manera que Él podría regresar en calidad de Espíritu de realidad para morar en ellos para siempre.
Todos debemos comprender que la vida cristiana guarda una estrecha relación con el Espíritu. No tiene que ver con ninguna doctrina o enseñanza, aun si proviene de la Biblia. Yo respeto la Biblia, pero si no tomamos la Biblia en el espíritu y con el espíritu, será simplemente letra muerta. No me opongo a que las hermanas se cubran la cabeza; pero en todo lo que hagamos, debemos hacerlo en el espíritu y con el espíritu. De lo contrario, ello simplemente será una apariencia de piedad carente de vida. En la vida de iglesia, cada vez que tengamos contacto con la Biblia, debemos hacerlo en nuestro espíritu. Si el espíritu no está presente, ello propagará muerte, y simplemente nos mataremos a nosotros mismos y a los demás. De la misma manera, debemos cantar los himnos en el espíritu y con el espíritu. De lo contrario, no debemos cantar. Debemos hacerlo todo en el espíritu y con el espíritu.
Hoy estamos en la era del libro de Apocalipsis. Todo cuanto hagamos debe estar bajo los siete ojos de Cristo. Entonces ya no estaremos en la religión con sus doctrinas, sino en Cristo y con el Espíritu. Después que Jesús se encarnó, fue crucificado, resucitó y ascendió, llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) y regresó a Sus miembros de una manera misteriosa y escondida. Ahora Él mora en nosotros de manera muy escondida (Gá. 2:20), pero muy real. Desde nuestro interior Él va a transformarnos, remplazando todos nuestros elementos caídos consigo mismo. Ésta es Su obra y requiere tiempo, pero hoy Él la está llevando a cabo. Esta obra consiste en edificar el Cristo-Cuerpo. Mediante la resurrección, en resurrección y con la resurrección, Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante. Él no es solamente Dios, el Redentor y el Salvador, sino también el Espíritu vivificante.
Andrew Murray, John Darby y M. R. Vincent, al interpretar la Biblia, todos reconocen que Cristo es el Espíritu Santo. ¿Cómo puede usted conciliar esto? No lo sé; pero es un hecho en la Biblia. En 1 Corintios 15:45 se nos dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. En 2 Corintios 3:17 leemos lo mismo: “El Señor es el Espíritu”. John Nelson Darby en su Nueva Traducción de la Biblia pone entre paréntesis los versículos del 7 al 16 de 2 Corintios 3. Con esto está queriendo decir que el versículo 17 continúa lo dicho en el versículo 6. La última parte de 2 Corintios 3:6 dice: “El Espíritu vivifica”. Este pensamiento luego continúa en 2 Corintios 3:17, que dice: “Y el Señor es el Espíritu”. Cuando leemos estos dos versículos, nos queda claro que el Señor es el Espíritu que da vida. De este modo, Darby concuerda en que el Señor es el Espíritu que da vida.
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