Pensamiento central de Dios, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7041-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Si usted recibe a Dios, tendrá la vida de Dios. Entonces en su interior tendrá un fluir, una corriente, un río, de agua viva. En Génesis 2:10-14 vemos que junto al árbol de la vida hay un río que fluye repartiéndose en cuatro brazos hacia las cuatro direcciones de la tierra. Cuando usted recibe a Cristo como su vida, hay algo en usted que fluye continuamente como una corriente de agua viva.
Los cristianos son personas vivas. Son muy activas y positivas porque hay otra vida dentro de ellas que vive, se mueve, actúa e infunde energía. Sólo hay una manera en que usted puede comprobar si es un cristiano apropiado. Esa manera es verificar si tiene la corriente viviente fluyendo en usted continuamente. ¿Tiene usted el fluir viviente, la corriente viviente, dentro de sí en este momento? Por experiencia sabemos que hay un fluir, una corriente, de la vida de Dios. Cuando somos regenerados, tenemos algo dentro de nosotros que es un fluir interior que vive, actúa, se mueve e infunde energía.
Un día un siervo del Señor a quien yo conocía bien me dijo que en cierto lugar y en cierto momento él tuvo la terrible sensación de que la corriente en su interior se había detenido. Un año después me lo encontré de nuevo y me dijo: “Hermano, hasta el día de hoy, la corriente, el fluir, en mí todavía no ha sido recobrada”. Luego añadió: “Hermano Lee, esta mañana me levanté temprano, como a las cinco de la mañana, para clamarle al Señor, diciendo: ‘¿Señor, por qué se ha detenido el fluir en mí? Por más de un año, incluso hasta el día de hoy, no ha sido recobrado. Oh Señor, ¿por qué?’”.
Como cristiano, como alguien que ha nacido de nuevo, la vida divina en usted debe estar fluyendo continuamente. Si el fluir se ha detenido, esto significa que usted está mal en algo. Es posible que usted discuta con su cónyuge acerca de quién tiene la razón y quién está equivocado. Sin embargo, mientras discute, la corriente en su interior se habrá detenido. Usted tiene la razón, pero la corriente ha parado. Usted tiene la razón y tiene el saldo a su favor, pero interiormente ha tenido un débito. En lo que se refiere a la corriente, hay un débito. El banco celestial no le da ningún saldo. Cuanto más usted discute y más razona con otros, más su conciencia le dice interiormente que la corriente dentro de usted se ha detenido.
Otras veces usted puede tener otra clase de experiencia. Mientras intenta discutir, siente que algo en su interior se lo impide. Éste es el fluir de la corriente divina que lo inhibe. Si usted decide cooperar con este sentir interior y dice: “Señor, desistiré del todo”, percibirá cuán viviente es el fluir en usted. Usted quizá abandone todos sus razonamientos, pero tendrá a cambio el fluir viviente, la corriente, la comunión de la vida de Dios. ¿De qué sirve tener la razón sin tener el fluir? Mientras usted tenga la vida divina, ciertamente tendrá el fluir divino. Si está en comunión con Dios, entonces tendrá el fluir. De lo contrario, estará fuera de la comunión.
El cuadro que vemos en Génesis 2 nos muestra además que a partir del fluir llegan a existir tres cosas preciosas. Estas tres cosas son el oro, el bedelio (la perla) y el ónice. Hay un solo árbol y un solo río, pero tres elementos. El número tres hace referencia a la Trinidad Divina. Si usted toma a Dios como el árbol de la vida, la corriente divina fluirá continuamente en usted. Entonces, como resultado de ello, habrá tres elementos preciosos. El hombre era un trozo de barro que fue formado del polvo de la tierra; pero delante de él estaba el árbol de la vida con un fluir de agua viva que producía tres elementos preciosos. Este cuadro nos muestra que podemos ser transformados en materiales preciosos útiles para el edificio de Dios al participar del árbol de la vida y al disfrutar del fluir interior del río de agua de vida.
Al comienzo de las Escrituras, había un hombre llamado Adán. Ese hombre era de polvo, un hombre de barro, un hombre de la tierra. Pero al final de todas las Escrituras, es decir, al final del libro de Apocalipsis, hay otro hombre, un hombre corporativo, un hombre colectivo, con los nombres de las doce tribus y de los doce apóstoles. Con respecto a este hombre colectivo, este hombre corporativo, todo es de oro, perla y piedras preciosas. Este hombre corporativo es la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. La ciudad misma es de oro, las entradas de la ciudad son perlas y el muro con sus cimientos es de piedras preciosas.
El hombre de la primera creación es un hombre de polvo, pero el hombre de la segunda creación es un hombre de oro, de perlas y de piedras preciosas. En los primeros dos capítulos de las Escrituras, ese hombre era el viejo hombre de la vieja creación; pero en los últimos dos capítulos, este hombre es el nuevo hombre de la nueva creación. El hombre como un trozo de barro es transformado, transfigurado, en materiales preciosos al recibir al Dios Triuno como vida.
Al recibir el árbol de la vida y al experimentar el fluir del río divino en nosotros, somos primeramente regenerados. La regeneración es un cambio, una transformación, una transfiguración, que ocurre en nuestro espíritu. Después de la regeneración, gradualmente tenemos que ser transformados, y finalmente nuestro cuerpo vil será cambiado, transfigurado, para ser un cuerpo glorioso. Nosotros estamos compuestos de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. En nuestro espíritu nosotros fuimos regenerados. A partir de entonces, tenemos que ser transformados en el alma: en nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Luego finalmente, cuando el Señor regrese, nuestro cuerpo será transfigurado. En primer lugar, somos regenerados en nuestro espíritu; en segundo lugar, estamos siendo transformados en nuestra alma; y por último, seremos transfigurados en nuestro cuerpo. Fuimos hechos personas de barro, pero al recibir a Dios como vida y al fluir el río divino en nosotros, podemos ser regenerados y transformados en oro, perlas y piedras preciosas.
Todos estos materiales preciosos son algo del Dios Triuno. El primero es del Padre, el segundo es del Hijo y el tercero es del Espíritu. Dios el Padre es para nosotros la vida divina representada por el oro. Después que somos regenerados, tenemos la vida de Dios y la naturaleza divina de Dios, la cual es representada por el oro. Según la tipología de las Escrituras, el oro representa la naturaleza divina, mientras que la madera representa la naturaleza humana. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento se halla la madera de acacia recubierta de oro de la cual estaban hechos muchos muebles del tabernáculo. La madera de acacia representa la naturaleza humana de Cristo, y el oro representa la naturaleza divina. El oro es la naturaleza divina de Dios el Padre. El oro no es un elemento que ha sido transformado.
Sin embargo, la perla es diferente. La perla no es algo creado por Dios, pues proviene de una ostra que produce perlas. La ostra es herida por un granito de arena. Luego, la secreción de la ostra gradualmente transforma el granito de arena en una perla. La ostra representa a Cristo. Cristo vivió en las aguas de muerte, en este mundo de muerte. Él fue herido por nosotros, un grano de arena, y luego segrega Su vida sobre nosotros para convertirnos en perlas preciosas aptas para la edificación de la expresión eterna de Dios. Mediante la herida de Cristo y Su vida, nosotros los granitos de arena somos regenerados para ser perlas. Ésta es la obra del segundo de la Deidad. La perla representa a Dios el Hijo como nuestra experiencia de la regeneración. Nuestra regeneración ocurrió en el Hijo, por el Hijo y con el Hijo.
Ahora debemos considerar el significado de las piedras preciosas. Las piedras preciosas no son creadas por Dios, sino que son transformadas, transfiguradas, a partir de otra clase de material. Un trozo de carbón se convierte en un diamante, una piedra preciosa, al experimentar mucho calor y presión por un largo período de tiempo. Puesto que nacimos de nuevo, el Espíritu Santo ha estado haciendo todo lo posible por ponernos bajo cierta clase de presión y en cierto entorno de calor para nuestra transformación. ¿Se considera usted muy precioso, bueno y amable? Sinceramente, yo no me considero tan amable. Muchas veces me veo a mí mismo como un trozo de carbón negro. He sido regenerado y poseo la naturaleza de Dios. No hay duda al respecto, pero sigo siendo un trozo de carbón o un trozo de barro. Necesito experimentar presión y calor. El Espíritu Santo siempre hace todo lo posible, si nosotros estamos disponibles para Él, por ponernos en cierto entorno donde hay presión y calor para que seamos transformados. De este modo, llegaremos a ser el material precioso que es útil para Su edificio.
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