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Cristo y la iglesia revelados y tipificados en los Salmospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6426-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 2 de 24 Sección 3 de 3

SALMOS 3—7:
UNA MEZCLA IMPURA

Sin embargo, después de estas claras palabras tenemos los salmos 3, 4, 5, 6 y 7. ¿Qué de estos salmos? ¿Son buenos o malos? Es difícil decir, pues son una mezcla impura: unas partes son buenas, mientras que otras son pobres y deficientes. Al leer estos cinco salmos —3, 4, 5, 6 y 7— uno puede captar su concepto principal: los santos, con base en su concepto de la ley y confiando en la justicia de Dios, le piden a Dios que juzgue a sus adversarios en la tierra. ¿Es esto bueno o malo? Creo que si todos hemos entendido claramente el salmo 2, no necesitamos estos cinco salmos. Inmediatamente después del salmo 2, podemos cantar: “¡Qué victoria, aleluya!”. No tenemos que presentarle nuestro caso a Dios, diciendo: “Oh Dios, Tú eres tan justo; oh Dios, ¡cuántos enemigos tengo yo en la tierra! ¡Oh Dios, debes hacer algo por mí!”. Es de esto que nos hablan los salmos del 3 al 7. Después de la declaración decisiva y gloriosa hecha en el salmo 2, ciertamente tales ruegos lastimosos no son necesarios. Sin embargo, nosotros somos culpables de esto mismo. A veces después que escuchamos un mensaje que es poderoso y claro, seguimos clamando: “Oh Señor, oh Señor, ¡cuán terrible es el enemigo!; él me asedia día y noche; ¡oh Señor, ayúdame!”. Ésta es la historia de estos cinco salmos. Después del salmo 2, sigue imperando una situación lamentable entre los santos que buscan de Dios.

Pero preste atención: incluso en este nivel tan bajo, en esta situación tan lamentable, los santos aún se dan cuenta de que hay algo en la casa de Dios, que Dios ha escuchado su clamor y ha contestado su oración desde Su monte santo. ¿Cuál es Su monte santo? Es el lugar donde está la casa de Dios. A veces, aunque le rogamos a Dios que tenga misericordia de nosotros en un asunto o en otro, aún nos percatamos de lo bueno que es estar en la iglesia local. Aún disfrutamos de la casa de Dios, la iglesia local. Por lo tanto, los santos dijeron: “Con mi voz clamo a Jehová, / y Él me responde desde Su monte santo” (3:4). Y otra vez dice: “Mas yo, en la abundancia de Tu benevolencia amorosa / entraré en Tu casa; me postraré hacia tu templo santo / en temor ante Ti” (5:7). Ellos no entendían todo claramente, pero, a pesar de ello, continuaban disfrutando de la casa de Dios.

Por lo tanto, los salmos del 3 al 7 no son tan malos, pero tampoco tan buenos. Cuando avancemos del Libro Uno de Salmos al Libro Dos, notaremos el progreso. Luego, del Libro Dos al Libro Tres, notaremos aún más progreso. Asimismo veremos un progreso adicional del Libro Tres al Libro Cuatro, y del Libro Cuatro al Libro Cinco la situación entre los santos mejora a lo sumo. Cuando lleguemos al último libro de Salmos, ya no encontraremos súplicas, sino únicamente alabanzas: ¡Aleluya! ¡Aleluya! No se ofenda con mis comentarios acerca de los primeros salmos. Tenga paciencia y continúe leyendo hasta el final del libro y verá el resultado. Le ruego a usted que se abstenga de emitir cualquier juicio hasta que llegue al final.

Después del salmo 2 aún tenemos estos cinco salmos que son como una mezcla impura, pues no son tan claros ni tan buenos, pero, a pesar de ello, contienen algo del disfrute de la casa de Dios.

EL SALMO 8:
CRISTO ES ALABADO POR SU EXCELENCIA

¡Alabado sea el Señor porque después de los salmos del 3 al 7 llegamos al salmo 8! “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra!” (v. 1). ¡Cuán grande es la diferencia! “Por la boca de los niños y de los que maman [no de los gigantes, sino de los niños, los que maman, los pequeños] / has establecido fortaleza” (v. 2). No encontramos aquí ningún ruego, oración ni súplica, sino simplemente alabanzas. Los pequeños, los que maman, pueden alabar, y esta alabanza hace callar al enemigo. En los salmos anteriores leímos: “Oh Dios, oh Dios, ¡muchos son los que se levantan contra mí! ¡Mis enemigos, mis enemigos, oh Señor, oh Dios!”. Pero cuando llegamos al salmo 8, lo que encontramos es algo maravilloso. Las alabanzas de la boca de los niños, de los que aún maman, le cierran la boca al enemigo. No es necesario que roguemos; no es necesario que clamemos y pidamos; lo único que tenemos que hacer es alabar. Nuestras alabanzas hacen callar al enemigo. No diga: “¡Oh, oh, cuántos enemigos tengo!”. No sea así de necio. Hacer esto es tan absurdo como permanecer en un cuarto oscuro cuando tiene la electricidad disponible en una lámpara eléctrica. Usted no diría: “¡Oh Dios, cuán oscuro es este lugar! ¡Oh Dios, ten misericordia de mí, pues estoy en tinieblas!”. En vez de ello, usted simplemente encendería la luz. Dios está dentro de usted. ¿Acaso no lo tiene? Por lo tanto, no llore, no suplique, ni haga que los demás sientan lástima de usted. Dé gritos de aleluya y active el interruptor de la electricidad. El clamor y las súplicas se encuentran en los salmos 3, 4, 5, 6 y 7; pero los gritos de aleluya y la acción de encender el interruptor, de “activar” al Señor, se hallan en el salmo 8. “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra! [...] / Por la boca de los niños y de los que maman / has establecido fortaleza [...] / para detener al enemigo”. ¡Aleluya!

Sin embargo, debemos entender que esta alabanza está relacionada con Cristo. Si no hay electricidad en el cuarto, no importa cuántos gritos demos de aleluya, no importa cuánto tiempo pasemos moviendo el interruptor, todo será inútil; el cuarto permanecerá oscuro y sin luz. Nuestros aleluyas se basan en la electricidad; nuestras alabanzas se basan en Cristo. Si no existiera ningún Cristo en el universo, tendríamos un verdadero motivo para llorar. No podríamos alabar, y aun si lo hiciéramos, no serviría de nada. Pero, ¡alabado sea el Señor, pues tenemos a Cristo! ¡Aleluya, tenemos a Cristo! ¡Y qué Cristo tan maravilloso tenemos! El Cristo en este salmo es un Cristo inefable y colmado de gloria. En el salmo 8 tenemos la encarnación de Cristo, la ascensión de Cristo, la entronización de Cristo, el señorío de Cristo, la autoridad de Cristo y el reino de Cristo. Además de todo esto, también tenemos el Cuerpo de Cristo. Ya que Cristo es así de maravilloso, ciertamente tenemos que alabarlo. Debido a que Él es tal Cristo, nuestra alabanza es ciertamente eficaz.

¿Se ha dado cuenta usted de que el Cristo del salmo 8 se encarnó como hombre? Sin Hebreos 2 sería difícil descubrir que el salmo 8 hace referencia a Cristo el hombre. Hebreos 2 nos revela que el hombre mencionado en el salmo 8 es Cristo. Dios hizo a Cristo un poco inferior a los ángeles; esto se refiere a la encarnación, y Él era un hombre llamado Jesús. Después de la encarnación, este hombre fue coronado de gloria y de honra en Su ascensión, lo cual incluye Su resurrección. Cristo fue coronado de gloria y de honra porque Él resucitó y ascendió a los cielos. Por lo tanto, la ascensión incluye la resurrección. Después de esto dice que todas las cosas fueron puestas bajo Sus pies. Esto se refiere a Su señorío sobre todas las cosas. Cristo ahora tiene el dominio, el señorío, la autoridad y el reinado. La simple palabra pies alude a Su Cuerpo. Él tiene un Cuerpo. Efesios 1:22 y 23 dicen que Dios “sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su Cuerpo”. Los dos pies son miembros del Cuerpo. Por lo tanto, tenemos la encarnación, la resurrección, la ascensión, la entronización, el señorío, el reinado, el reino y el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo se compone de los muchos santos que serán introducidos en la gloria según lo dicho en Hebreos 2. El día vendrá cuando Él será la Cabeza en el dominio de Dios, y nosotros seremos el Cuerpo bajo Su señorío y en Su reino para gobernar toda la tierra. En ese día todos exclamaremos: “Oh Jehová, Señor nuestro, ¡cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra!”. Hoy en día, debemos tener una visión que nos permita ver hasta el final. No debemos preocuparnos por la situación actual; debemos poner nuestra mirada en aquel día. Tarde o temprano ese día vendrá. Tarde o temprano todas estas situaciones lamentables pasarán. ¡Alabado sea el Señor!

¿Alguna vez se dio cuenta de que en los salmos del 3 al 7 hay una oración para hacer en la noche y otra para hacer en la mañana? El salmo 3 es una oración que ha de ser ofrecida en la noche, y el salmo 5 es una oración que ha de ser ofrecida en la mañana. Cuando me voy a acostar, puedo orar el salmo 3, y cuando me levanto por la mañana, puedo orar el salmo 5. Pero si verdaderamente hemos visto algo de los salmos 2 y 8, no ofreceremos ni la oración de la noche ni la oración de la mañana, sino que únicamente tendremos alabanzas para Cristo, y diremos: “¡Mirad, hay un hombre en la gloria! Él se encarnó, fue hecho un poco inferior a los ángeles; fue a la cruz y padeció la muerte; fue resucitado y ascendió a los cielos; fue entronizado y hecho Cabeza, Rey y Señor sobre todas las cosas. ¡Aleluya, aleluya, aleluya!”. ¿Tiene usted todavía ciertas oraciones que ofrece en la noche y otras que ofrece en la mañana? ¿Es usted tan piadoso, tan religioso? Tiene usted una oración para la hora del desayuno, otra para la hora del almuerzo y otra para antes de la cena? Si usted ha visto a Cristo, únicamente podrá decir: “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra!”. En la mañana, en la noche, cuando esté sentado a la mesa a la hora del desayuno, a la hora del almuerzo o a la hora de la cena, o a cualquier otra hora, usted dirá: “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra!”. Usted no tendrá una oración para una ceremonia de bodas y otra para un funeral. En cualquier circunstancia usted sólo podrá decir: “He visto a Cristo; he visto la economía de Dios en Cristo; no me importa nada más sino Cristo. ¡Oh Señor, amén, Aleluya!”.

El salmo 2 nos dice que Cristo es el centro de la administración de Dios en todo el universo. Luego el salmo 8 sigue este hilo diciéndonos que este Cristo es Aquel que se encarnó y fue resucitado, Aquel que ascendió a los cielos y está entronizado y coronado de gloria y de honra. Él tiene el señorío, la autoridad, el reinado y el dominio sobre todas las cosas junto con Su Cuerpo. ¡Él es un Cristo maravilloso! Si hemos visto a este Cristo, no podremos hacer otra cosa que alabarlo.

En los salmos del 3 al 7 los escritores estaban muy ocupados con los adversarios y con sus propios problemas, y por eso le pidieron a Dios que les resolviera estos problemas. Pero la respuesta a todo ello se halla en el salmo 8. Es por medio del Cristo que se encarnó, que se identificó con el hombre, que fue coronado de gloria y que se le dio, junto con Su Cuerpo, el señorío sobre todas las cosas, que los problemas en la tierra pueden ser resueltos. La solución abarca desde la encarnación hasta el tiempo del reino; luego, cuando el reino venga, Cristo junto con Su Cuerpo tendrá dominio sobre todas las cosas. En aquel tiempo todos los problemas de la tierra serán resueltos. Éste es el contenido del salmo 8. ¿Por qué el nombre del Señor es tan excelente en toda la tierra? Porque Cristo se encarnó para efectuar la redención, fue resucitado para impartir vida a Su Cuerpo, fue coronado de gloria y fue entronizado y se le dio el señorío sobre todas las cosas junto con Su Cuerpo. El día vendrá cuando Cristo y Su Cuerpo ejercerán Su autoridad. No es necesario que usted ore por esto y aquello; simplemente espere y alabe. ¡Alabe todo el día a causa de este Cristo!

En los pasados cincuenta años he venido observando de cerca la historia mundial. Ha habido guerras mundiales y otras guerras. La Liga de las Naciones vino y se fue. La Organización de las Naciones Unidas fue formada para traer la paz mundial. El linaje humano ha hecho todo lo posible por resolver sus problemas, pero cuantos más problemas resuelve, más problemas tiene. El hecho es que nadie puede resolver los problemas. Usted simplemente espere y alabe. ¡Aleluya, Cristo regresará! Él fue dado por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, y junto con Su Cuerpo tendrá el dominio sobre todas las cosas. En aquel tiempo, todo problema será resuelto. Yo estoy esperando a que esto suceda. Cuanto más envejezco, más espero esto, y más cerca estoy de ese día. Oh, entonces todos exclamemos: “Oh Jehová, Señor nuestro, / ¡cuán excelente es Tu nombre en toda la tierra!”.

¡Cuán excelente Tu nombre es
    En la tierra, oh Señor!
Que toda lengua y nación
    Proclamen su valor.
Fundaste fuerza y loor
    De la boca infantil,
Para callar a Satanás
    Y acelerar su fin.

Al contemplar los cielos que
    Tu mano así formó,
La luna y las estrellas mil
    Que Tu plan diseñó,
¿Qué es el hombre para que
    Tú te acuerdes de él?
¿Y el hijo de hombre a quien
    Tú visitaste fiel?

Tú eres, oh Señor Jesús,
    Aquel que se humanó,
Quien con la carne se vistió
    Sufriendo humillación;
Mas coronado fuiste ya
    Con gloria y honor
Y por Tu Cuerpo todo está
    Bajo Tus pies, Señor.

Vemos aquí Tu encarnación
    Y la resurrección,
Tu señorío y reino con
    Tu Cuerpo en ascensión.
Por estos pasos, oh Señor,
    Fundaste así loor;
Con rebosante corazón
    Alzamos nuestra voz.

¡En breve el día llegará,
    Tal dicho se oirá!
Mas en la iglesia hoy está
    Un presabor real.
¡Cuán excelente Tu nombre es
    En la tierra, oh Señor!
Que toda lengua y nación
    Proclamen su valor.

(Hymns, #1097)


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