Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7893-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En estos mensajes abarcaremos un asunto grande y profundo, a saber, el Espíritu divino con el espíritu humano según se ve en las Epístolas desde Romanos hasta el libro de Apocalipsis. Las Epístolas le siguen a los cuatro Evangelios y los Hechos. Los Evangelios son un registro completo del Señor Jesucristo, es decir, quién Él es, lo que hizo, lo que alcanzó y lo que consiguió. Luego de esto, los Hechos nos dan un relato de la extensión, la propagación, de este Cristo, que es la iglesia como Cuerpo de Cristo. En los cuatro Evangelios tenemos la Cabeza y en los Hechos tenemos el Cuerpo, la propagación y la continuación de la Cabeza. Después de esto, los veintidós libros, desde Romanos hasta Apocalipsis, presentan una definición, explicación y revelación plena de la maravillosa y misteriosa economía de Dios.
En primer lugar, debemos ver no sólo quién es Cristo, sino lo que Él es. El Nuevo Testamento nos dice que Cristo es Dios mismo. Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Luego, 4:24 dice: “Dios es Espíritu”. Por lo tanto, Cristo, quien es Dios mismo, era Espíritu. Según quién era Cristo, podríamos decir que Él era Dios, pero según lo que era Cristo, tenemos que decir que Él era Espíritu. Desde el principio Él era Espíritu, porque Él era Dios mismo, quien es Espíritu. Luego, el versículo 14 del capítulo 1 dice que un día la Palabra se hizo carne. El hombre es carne, así como Dios es Espíritu. Mediante la encarnación, este mismo Cristo, quien era Dios mismo como Espíritu, se hizo carne en calidad de hombre. Ahora, según quién Cristo es, tenemos que decir que Cristo es tanto Dios como hombre, pero según lo que Cristo es, Él es tanto Espíritu como carne. Cristo es Dios, y Él es hombre. Puesto que Dios es Espíritu y el hombre es carne, Cristo es Espíritu y carne. Dios se hizo hombre, y el Espíritu se hizo carne.
Cristo como Dios se hizo hombre, y Cristo como Espíritu se hizo carne, puesto que el hombre necesitaba que se presentara una ofrenda con sangre para su redención. El hombre se perdió y cayó, así que necesitaba la redención. Podemos ser redimidos únicamente por medio de una ofrenda con sangre. Cristo como Espíritu tuvo que hacerse carne a fin de ser tal ofrenda con sangre que se derramó por nuestros pecados. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. Si Cristo fuese sólo el Espíritu y no se hubiese hecho carne, Él no habría podido ser el Cordero de Dios. Necesitamos resaltar los versículos 1, 14 y 29 del primer capítulo de Juan en nuestras Biblias. Entonces, cuando vayamos a Juan 1, de inmediato veremos estas tres frases: la Palabra era Dios, la Palabra se hizo carne y he aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Cristo como Dios mismo se hizo hombre, y como Espíritu se hizo carne a fin de ser el Cordero de Dios y así quitar todos nuestros pecados para que pudiésemos ser redimidos.
Sin embargo, Cristo no sólo vino para efectuar la redención. En el mismo Evangelio el versículo 10 del capítulo 10 se halla la palabra de Cristo mismo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Éste era el otro propósito de la venida de Cristo. El primer capítulo de este libro nos dice que en el principio Cristo era el mismo Dios, mas Él se hizo carne para ser el Cordero de Dios a fin de redimirnos. No obstante, la redención no es la meta; es sólo un procedimiento para alcanzar la meta. La meta es que tengamos vida. Para este propósito, Cristo dio dos pasos. El primer paso consistía en llegar a ser carne para que Él pudiera ser el Cordero de Dios y así efectuar la redención, pero debido a que Él no podía ser vida para nosotros como simplemente el Cordero de Dios en la carne, era necesario dar otro paso. Luego de efectuar la redención, Él dio el paso adicional de llegar a ser el Espíritu que vivifica (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:6, 17).
En la eternidad pasada Cristo era Dios, y un día Él se hizo carne, un hombre, para efectuar la redención. Cuando Él fue a la cruz en Su carne, Él aún no era el Espíritu vivificante. Él era el Cordero de Dios y, como tal, tenía carne a fin de llevar el pecado del mundo y derramar Su sangre para limpiarnos del pecado. Allí en la cruz Él murió como hombre en la carne, efectuando una plena redención para nosotros los pecadores a fin de solucionar todos los problemas que existían entre nosotros y Dios. Debido a que éramos seres caídos, necesitábamos ser redimidos, y debido a que nos habíamos ensuciado, necesitábamos ser lavados. Él cumplió esto al ser el Cordero de Dios que murió en la carne sobre la cruz. Esto es maravilloso, pero no es la meta. Es sólo el proceso, el procedimiento, por el cual alcanzamos la meta. La meta es vivificarnos.
¿Cómo podía Cristo darnos vida y ser vida para nosotros? Es por medio de otro paso. Después de ser crucificado, Él fue puesto en una tumba y luego resucitó de entre los muertos. En dicha resurrección Él llegó a ser algo más. En Su encarnación como Dios, Él se hizo carne, pero ahora en Su resurrección como hombre, Él llegó a ser el Espíritu vivificante. En 1 Corintios 15:45 se nos dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. No sólo debemos subrayar este pasaje, sino también resaltarlo y trazar un círculo alrededor de él. Este versículo es vital, viviente y básico. Es un versículo de suma importancia, pero la mayoría de los cristianos lo han pasado por alto. El postrer Adán, quien es Cristo en la carne como hombre, llegó a ser el Espíritu vivificante. Éste es el Espíritu que vivifica. De este modo, tenemos los dos pasos que Cristo dio, a saber, la encarnación y la resurrección.
Debemos subrayar esto por causa de los creyentes jóvenes, pues actualmente en el cristianismo muchos asuntos importantes han sido descuidados. Hay muchas enseñanzas que les dicen a las personas lo que deben y no deben hacer, pero los asuntos vitales y vivientes respecto a la vida de Cristo mayormente se pasan por alto. En el primer paso, el de la encarnación, Cristo se hizo carne para ser el Cordero redentor, y en el segundo paso, el de la resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante. El Cordero nos redime y el Espíritu nos da vida.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.