Gran misterio: Cristo y la iglesia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8704-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Con respecto a la experiencia de Cristo, los santos deben andar en Cristo (Col. 2:6). Necesitamos andar en Cristo en vez de enfocarnos en nuestras palabras persuasivas (v. 4). El cristianismo se centra en la elocuencia. Si una persona es elocuente e instruida, será exitosa. Sin embargo, las palabras elocuentes que no ministran Cristo a las personas son palabras persuasivas. En la iglesia no nos interesamos por lo que la gente dice, ni por la manera en que ellos hablan; nuestra única preocupación es que lo que se hable ministre Cristo a los demás y nos posibilite andar en Cristo. Si estamos en casa o en el extranjero, debemos estar en Cristo en las cosas grandes y pequeñas. Hemos sido arraigados en Él y estamos siendo sobreedificados en Él (v. 7). Así pues, mi única preocupación es estar en Cristo. Si yo hago algo, tiene que ser porque Cristo lo está haciendo, y si digo algo, tiene que ser porque Cristo lo está diciendo. No debemos prestar oídos a los discursos persuasivos, ni nos deben interesar la filosofía, ni las huecas sutilezas, ni las tradiciones de los hombres; sólo necesitamos ser según Cristo (v. 8). Deberíamos hacerlo todo según Cristo y en Cristo. Nuestro vivir y andar tiene que ser en Cristo. Éste es el deseo de Dios.
En Colosenses 3 Pablo quitó de en medio a griegos, a judíos, a la circuncisión, a la incircuncisión, a bárbaros, escitas, esclavos y libres, y los redujo a nada (v. 11). Esto indica que en la iglesia debemos quitar de en medio todo lo que no sea Cristo. Debemos despojarnos del viejo hombre cada día (v. 9). Un hermano de Shantung que aún conserva el sabor de Shantung, no se ha despojado del viejo hombre. Despojarse del viejo hombre incluye despojarse del elemento característico de Shantung, del elemento característico de Hong Kong y del elemento característico de Japón. Algunos podrían pensar que únicamente el odio, los celos y las injusticias son elementos constitutivos del viejo hombre y que despojarse del viejo hombre consiste en hacer el bien y amarse unos a otros. Sin embargo, éste es un pensamiento superficial. No importa dónde hayamos nacido, ni donde fuimos educados, ni cuál sea nuestra nacionalidad, somos el viejo hombre del cual tenemos que despojarnos. Si no nos despojamos del viejo hombre, el misterio de Dios no puede ser expresado.
Para despojarnos del viejo hombre, primero debemos despojarnos de nuestra persona, y luego de lo que está oculto en nuestro interior. Pablo parecía referirse a despojarnos de los elementos judíos, griegos, chinos, británicos y estadounidenses. Sin embargo, él está diciendo que deberíamos despojarnos del viejo hombre escondido en nuestro interior. Necesitamos despojarnos del viejo hombre para poder vestirnos del nuevo hombre, el cual es Cristo. El Señor no tiene un camino libre en la tierra a menos que halle un camino en nosotros. Hay algo escondido en nuestro interior. Este algo es nuestro propio ser, nuestro viejo hombre, y éste ocupa el lugar que el Señor debe tener en nosotros. Decimos que estamos consagrados al Señor, que tomaremos el camino del Señor y que permitiremos que Él obre en nosotros. Sin embargo, el Señor no puede hacer nada con nuestro viejo hombre. Si nos despojamos de nuestro viejo hombre, no será difícil que el Señor halle un camino en nosotros.
Hay muchas personas salvas que no aman al Señor. Hay también quienes aman al Señor, pero su viejo hombre sigue intacto. Los tales tienen la apariencia del nuevo hombre, pero interiormente todavía son el viejo hombre. Como resultado, habrá muchas iglesias locales, pero no muchas bendiciones. No contamos con más bendiciones, porque les es difícil a los creyentes despojarse del viejo hombre escondido dentro de ellos. Si no podemos despojarnos del viejo hombre, no podemos vestirnos del nuevo hombre, y la vida de iglesia no tendrá mucho peso.
En Colosenses 3 Pablo también habla de la paz de Cristo y de la palabra de Cristo. En el versículo 15 Pablo dice: “La paz de Cristo sea el árbitro en vuestros corazones”. Interiormente, somos muy complicados, pues siempre estamos comparando y sopesando las cosas para ver si convienen o si son correctas. En tales ocasiones, necesitamos que la paz de Cristo sea el árbitro en nuestro ser. En lugar de escuchar una voz externa, deberíamos escuchar lo que nos dice la paz de Cristo en nuestro interior. La paz de Cristo debe ser una fuerza estabilizadora, un equilibrio y un árbitro en nuestro ser. Fuimos llamados a esta paz en el único Cuerpo. En el Cuerpo de Cristo debe haber paz, y esta paz surge del arbitraje de Cristo.
La palabra de Cristo es el suministro. En el versículo 16 Pablo dice: “La palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría”. Aquí la palabra more significa “haga hogar”. Que la palabra de Cristo haga su hogar en nosotros equivale a permitir que la palabra de Cristo tenga suficiente cabida en nosotros y sea el Señor en nosotros. Entonces esta palabra nos suministrará, iluminará, fortalecerá, establecerá y perfeccionará. La palabra de Cristo llegará a ser todo en nosotros. Esta palabra no es meramente las palabras que Cristo habló en los Evangelios. Todas las palabras de las Epístolas son parte de la palabra de Cristo, porque las palabras de las Epístolas son las que Cristo habló en los apóstoles. Siempre deberíamos permitir que estas palabras tengan suficiente cabida en nosotros, se establezcan y hagan su hogar en nosotros y sean el Señor en nosotros. Es de esta manera que la palabra nos suministra, ilumina, fortalece y perfecciona, y también nos edifica. Entonces Cristo será expresado en nuestro vivir.
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