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Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6813-1
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LA IDA DEL SEÑOR A PREPARAR UN LUGAR TENÍA
COMO FINALIDAD EL AGRANDAMIENTO DE CRISTO

Si el Señor Jesús es la casa de Dios, entonces ¿cómo puede Él irse a preparar un lugar para nosotros? Su ida a preparar un lugar equivale al agrandamiento de Cristo. En 1 Corintios 6:19 leemos que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual mora en nuestro interior. En 1 Pedro 2:5 se nos dice que nosotros estamos siendo edificados como una casa espiritual. Efesios 2:21-22 declara que estamos creciendo para ser un templo santo en el Señor, una morada de Dios en el espíritu. En 1 Timoteo 3:15 se afirma que la iglesia del Dios viviente es la casa de Dios. Los términos casa y templo en estos versículos se refieren a la morada de Dios. La casa es el templo, y el templo es la morada de Dios. La morada de Dios es un misterio en el universo. La morada de Dios alude a una persona, no a un lugar. La morada de Dios no es otra cosa que la iglesia, la cual está conformada por los creyentes. Los creyentes son el agrandamiento de Cristo. Si captamos este concepto, podremos entender lo que Dios está llevando a cabo en el universo.

Dios mora en la iglesia, y la iglesia es la casa de Dios. Por lo tanto, la iglesia tiene el elemento del hombre y el elemento de Dios juntamente con el elemento del cielo. Dios está en la iglesia, y el cielo está también en la iglesia. Aunque la iglesia se encuentra en la tierra hoy, su elemento es celestial, porque el cielo se halla en la iglesia. Por consiguiente, la iglesia es la mezcla de Dios y el hombre, y es el punto de unión entre el cielo y la tierra. Esto es la morada de Dios. Y esta morada de Dios es muy diferente al lugar de Su morada en el cielo. El cielo donde Dios mora es simplemente el cielo; no tiene el elemento del hombre ni está unido a la tierra. En cambio, la iglesia, la cual Dios ha obtenido para que sea Su morada, es un misterio, ya que Dios ha entrado en el hombre y se ha mezclado con éste. Cuando Dios viene, el cielo mismo viene con Él; y debido a que el hombre está aquí, la tierra también está aquí. Esto es la mezcla de Dios con el hombre, y es la unión del cielo y la tierra. Aunque tal entidad no es de la tierra, se encuentra en ésta. Y aunque se encuentra en la tierra, proviene del cielo y posee el elemento celestial. Esta morada, la cual es la mezcla de Dios con el hombre y la coyuntura donde el cielo y la tierra se unen, es la morada eternal de Dios, la cual Dios mismo está edificando. Éste es el lugar que el Señor dijo que iría a preparar; dicho lugar incluye la iglesia y el cielo.

En Juan 14:11-12 el Señor dijo: “Creedme que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí; y si no, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en Mí cree, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque Yo voy al Padre”. En estos versículos el Señor estaba dando a entender que Él entraría en el Padre, y que también introduciría en el Padre aquellos que habían creído en Él. Aquí vemos tanto una persona como un lugar. El cielo puede ser expresado en la tierra debido a que se halla en Dios, y es manifestado mediante la mezcla de Dios y el hombre. Esto es un misterio. El elemento mismo del cielo puede ser expresado en la tierra mediante la mezcla de Dios y el hombre. Esto no es otra cosa que la Nueva Jerusalén.

La Nueva Jerusalén, al igual que la iglesia, consta de la mezcla de Dios y el hombre, y el cielo está también mezclado allí. La iglesia se compone de los creyentes, quienes están mezclados con Dios, más la condición o elemento del cielo, el cual se halla también en nosotros. De esta manera, tanto Dios como el cielo pueden ser expresados en la tierra. A pesar de que esta realidad hoy está en miniatura, no somos capaces de comprenderla plenamente. Pero en la era del cielo nuevo y la tierra nueva, que será el tiempo de la madurez y la plenitud, Dios estará plenamente mezclado con el hombre, y el hombre habrá entrado plenamente en Dios. Dios tomará al hombre como Su morada, y el hombre también tomará a Dios como su habitación; por ende, los elementos de Dios y del cielo serán introducidos plenamente en el hombre y serán expresados sobre la tierra. Esto es lo que el Señor Jesús quiso dar a entender cuando mencionó que iba a preparar un lugar para nosotros.

LA EDIFICACIÓN ES LA META ÚNICA DE DIOS

No debemos pensar que después que Dios nos haya salvado a nosotros los pecadores y que haya acabado de construir las así llamadas mansiones para nosotros en los cielos, Él volverá para llevarnos a vivir a tales mansiones. Dios tiene una sola obra de edificación en el universo. En esta obra, los pecadores son salvos a fin de llegar a ser los materiales de edificación que luego son mezclados con Dios mismo. El elemento del cielo se halla también en esta mezcla. Esto es el edificio de Dios, donde Dios toma al hombre como Su morada y el hombre toma a Dios como su habitación. Ésta es una morada misteriosa; es “la ciudad que tiene fundamentos, cuyo Arquitecto y Constructor es Dios” (He. 11:10). En todo el universo Dios tiene sólo esta obra, este único edificio. En dicho edificio, Dios se mezcla con el hombre y el cielo se une con la tierra.

Toda la Biblia muestra la obra de edificación de Dios. La culminación de este edificio es la manifestación de la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es Dios en el hombre, es decir, Dios con el hombre a quien Él ha tomado como Su morada. La Nueva Jerusalén es también el hombre en Dios, es decir, el hombre con Dios a quien él ha tomado como su habitación. Finalmente, Dios y el hombre, el hombre y Dios, son mezclados juntamente. Dios introduce el cielo en la Nueva Jerusalén, es decir, tanto la condición como el elemento del cielo están incluidos en esta Nueva Jerusalén. Además, la Nueva Jerusalén no sólo es expresada sobre la tierra, sino que también está unida a la tierra. Dios y el hombre son mezclados, y el cielo y la tierra están unidos. El hombre toma a Dios como su morada, y Dios toma al hombre como Su habitación. Éste es el edificio de Dios en el universo. Aunque podríamos decir que esto es un lugar, puesto que el cielo está incluido aquí y dicha ciudad es expresada sobre la tierra, en realidad es una persona, debido a que Dios se halla en el hombre. Esto es lo que Dios está edificando hoy. Es una ciudad que tiene fundamentos, cuyo Arquitecto y Constructor es Dios. Este edificio es el lugar que el Señor está preparando. Por lo tanto, Apocalipsis 21:2 usa la palabra dispuesta cuando dice: “Vi [...] la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido”.

La meta de la obra de Dios es el edificio. Él salva a los pecadores y edifica a los santos con miras a este edificio. La Nueva Jerusalén se compone de todos los creyentes salvos. De acuerdo con Apocalipsis 21, la ciudad tiene un muro y doce puertas. En las puertas están inscritos los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel, y el muro tiene doce cimientos con los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero (vs. 12-14). Dios no está edificando una morada con la intención de llevarnos allí cuando termine de construirla. Esto no concuerda con la revelación mostrada en la Biblia.

Nosotros somos la casa, la morada, que Dios está edificando. Somos el templo de Dios, la morada de Dios, mediante el Espíritu Santo. Como piedras vivas estamos siendo edificados como casa espiritual (1 P. 2:5). Cuando este templo sea culminado, será agrandado hasta llegar a ser la ciudad. Por tanto, en la ciudad no habrá templo (Ap. 21:22). La ciudad será el agrandamiento del templo.

La obra que Dios efectúa hoy consiste en edificar una morada para Sí mismo en el universo. Por ello, el versículo 3, al mencionar la ciudad, dice que el tabernáculo de Dios está con los hombres y que Él fijará Su tabernáculo con ellos. Salvar pecadores y edificar a los santos no es, en realidad, la meta de Dios. Él salva pecadores y edifica a los santos con miras a obtener un edificio en la tierra. El edificio de Dios consiste en un hombre corporativo, no en una persona individual. Ésta es Su morada.

Juan 14 muestra lo que Dios está llevando a cabo en el universo. Salvar pecadores y edificar a los santos es solamente una parte de la obra de Dios. Él está llevando a cabo una obra de edificación. Dios desea preparar una morada. Esta morada es una entidad misteriosa, la cual consiste en que el propio Dios se mezcle con el hombre y forje al hombre en Sí mismo. Esta edificación también incluye el elemento del cielo; en ella el cielo se une con la tierra. Por consiguiente, es la mezcla de Dios y el hombre, y la unión del cielo y la tierra. Ésta es la obra que Dios hace hoy. Si entendemos bien esta verdad al leer el Nuevo Testamento, ciertamente recibiremos mucha iluminación y comprenderemos el verdadero significado de la Nueva Jerusalén y de la iglesia. Además, entenderemos cuál es nuestra meta y propósito en la obra del Señor. No estamos aquí simplemente para salvar pecadores y edificar a los santos; más bien, nuestra meta es obtener el edificio de Dios, la morada de Dios en la tierra.

Dios está llevando a cabo una obra de edificación. El Evangelio de Juan, el libro de Hechos y las Epístolas muestran las piedras útiles para el edificio de Dios. Hechos 4:11 dice que Cristo es la piedra angular; Efesios 2:22 declara que estamos siendo juntamente edificados en Él para morada de Dios. En 1 Corintios 3 Pablo afirma que nosotros somos el edificio de Dios (v. 9), y que cada uno debe mirar cómo sobreedifica (v. 10). “Si sobre este fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera, hierba, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta” (vs. 12-13). Hebreos 11:10 habla de “la ciudad que tiene fundamentos, cuyo Arquitecto y Constructor es Dios”. Dios está diseñando y construyendo una ciudad. De acuerdo con el versículo 40, los santos del Antiguo Testamento necesitan a los creyentes del Nuevo Testamento a fin de recibir las promesas de Dios.

Aunque Abraham fue edificado por Dios, muchos en la era neotestamentaria no han sido plenamente edificados; por lo tanto, la ciudad aún no se ha manifestado. Sin embargo, esta ciudad será manifestada, preparada y edificada al final de Apocalipsis. Apocalipsis 21:3 dice claramente que la Nueva Jerusalén es Dios mismo que fija Su tabernáculo con los hombres. Esta ciudad se muestra llena del elemento del cielo y es expresada sobre la tierra. Esto no es otra cosa que la unión del cielo y la tierra, la mezcla del hombre y Dios. Esto no se refiere a la bendición que cae individualmente en los creyentes espirituales. Aquí, el templo de Dios llega a ser una ciudad, la morada de Dios. Esto es lo que Dios desea y lo que Él está llevando a cabo. Ésta es la meta de Dios, Su obra central.


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