Evangelio de Dios, Elpor Watchman Nee
ISBN: 978-1-57593-940-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Debemos saber que antes de la muerte del Señor Jesús, era injusto que Dios perdonara nuestros pecados, pero después de la muerte del Señor Jesús, sería igualmente injusto si no perdonara nuestros pecados. Sin la muerte del Señor Jesús, Dios sería injusto al perdonar; nunca podría hacerlo. Con la muerte del Señor Jesús, El sería igualmente injusto si no perdonara. Por favor recuerden, una redención sin sangre es injusta. Por otro lado, si uno tiene la sangre y la salvación le es negada, esto también es injusto.
Una vez fui con un hermano a Kiukiang. Mientras íbamos en el barco navegando y compartiendo la palabra con otros, le hablé a una persona acerca de nuestra fe. Al mismo tiempo este hermano le hablaba a otro, que era musulmán. Durante la conversación, el hermano le preguntó al hombre si tenía algún pecado. El hombre trató de decirle lo bueno que era el Islam y lo grande que era Mahoma. Pero el hermano le dijo: “Esa no fue mi pregunta. Mi pregunta es: ¿Tiene usted algún pecado?” El confesó que sí. Luego nuestro hermano le preguntó: “¿Qué va a hacer entonces? ¿Existe alguna manera para que usted sea perdonado?” El hombre respondió que si quería ser perdonado, tendría que sentir un remordimiento de corazón y hacer el bien; hacer esto, aquello y muchas otras cosas. Después de que el hombre enumeró todo lo que se debían hacer, este hermano le dijo: “Este es precisamente el punto de controversia. Usted ha dicho que cuando uno peca, el remordimiento puede traer perdón. Pero yo digo que cuando uno peca, debe ser castigado. Sin castigo, no puede haber perdón. ¿Cree usted que con sentir remordimiento será perdonado? Yo digo que el perdón sólo viene por el juicio. Si yo pequé en esta ciudad y escapé a un país lejano, puedo sentir remordimiento allí y hacer muchas caridades. Puedo ser un buen hombre allí. Pero nada de esto revocará mi pecado. Su Dios es un Dios que perdona sin juicio. Pero mi Dios es un Dios que perdona sólo después de castigar”. El musulmán después preguntó: “Entonces, ¿cómo puedo ser perdonado?” “De la siguiente manera”, dijo el hermano: “Usted debe creer en el Señor Jesús. Solamente así será perdonado. Sus pecados han sido perdonados en el Señor Jesús, y cuando cree en El, usted es perdonado”. Así es la justicia de Dios. En la actualidad los hombres argumentan si Dios es amor o no. Ellos no se dan cuenta que Dios no solamente es amor, sino también justicia. Dios no solamente quiere perdonar los pecados del hombre. El tiene que perdonarlos de una manera que no contradiga Su naturaleza y Su justicia.
Ahora tenemos que preguntar, ¿cómo se aplica a nosotros la justicia de Dios? La justicia de Dios se aplica a nosotros de dos maneras. Primero puede ser aplicada al traer paz a nuestro corazón. Los sentimientos no son de fiar; por lo tanto, no tenemos que confiar en los sentimientos de Dios. Lo mismo sucede con el amor. Si el amor de alguien cambia, nadie lo puede penalizar por eso. Pero podemos aferrarnos a la justicia y hacer reclamos basados en ella. Si Dios sólo nos amara, El podría salvarnos del juicio de los pecados, o podría dejarnos perder, si quisiera. ¿Qué sucedería si Dios ya no estuviera contento con nosotros? Si Dios no nos amara más y estuviera descontento y enojado con nosotros, sufriríamos. Bajo tales circunstancias, no habría garantías con respecto a Dios, y nuestros corazones nunca estarían en paz. Pero puesto que Dios nos ha dado Su justicia, estamos en paz, pues sabemos que nuestros pecados han sido juzgados en la persona de Cristo. Así, podemos tener una conciencia confiada y segura, y nuestros corazones tienen paz cuando venimos a Dios. La paz no se obtiene por medio del amor; la paz sólo se obtiene por medio de la justicia. Aunque en realidad el amor de Dios es de fiar; desde el punto de vista del hombre no es tan confiable como la justicia de Dios. Cuando una persona confía en Dios, debe aprender a confiar más en Su justicia que en Su amor. Luego, mientras progresa, debe aprender a confiar más en el amor de Dios que en Su justicia. Tal confianza pertenece a un estado avanzado de la vida cristiana. Esta es la vida de personas como Madame Guyón. Pero al principio, debemos tomar la justicia como la base de nuestra fe. Gracias a Dios que nuestros pecados han sido perdonados. Gracias a El que nunca más nos juzgará. Como dice el himno:
Dios no condenará a dos por un delito
A Su Hijo, mi seguridad,
Y luego también a mí.
Nuestros corazones pueden descansar, pues nuestros pecados fueron juzgados.
La justicia de Dios tiene otra aplicación: nos hace ver lo detestable que es el pecado. Dios, a fin de preservar Su justicia, estuvo dispuesto aun a crucificar a Su Hijo. Dios prefirió sacrificar a Su Hijo antes que sacrificar Su justicia, Su verdad y Su ley. Dios no hará nada contra Su naturaleza. Por lo tanto, podemos ver lo detestable que es el pecado. Si Dios no puede ser descuidado en cuanto al pecado y prefiere juzgar a Su Hijo a fin de tratar con el pecado, nosotros tampoco podemos ser descuidados para con el pecado. Según Dios, Su Hijo puede ser sacrificado, pero no se puede dejar el pecado impune. Todo aquel que cree en el Señor Jesús debe ver entonces que no se puede pasar por alto ningún pecado. La actitud de Dios para con el pecado es muy estricta.
Ahora todos nuestros pecados son perdonados. El Señor Jesús murió, nosotros fuimos perdonados, y todo ha sido solucionado. Me gustaría ponerles otro ejemplo. Un día estaba en la plaza Hsiao-feng leyendo mi Biblia. De repente, el cielo se oscureció y empezó a tronar, y me pareció que ya estaba por llover. Rápidamente cerré mi Biblia y corrí a una casilla del otro lado de la plaza. Pero después de esperar un rato, no llovió, así que caminé de prisa hacia mi casa. Mientras me dirigía a casa el cielo aún seguía oscuro; aún tronaba, y las nubes eran muy espesas. Sin embargo, no llovió, ni siquiera una gota me tocó en todo el camino a mi casa. En otra ocasión, cierto tiempo después, fui a la misma plaza para leer de nuevo, y otra vez el cielo oscureció como la vez pasada, pero esta vez estaba tranquilo y no me apresuré. Lamentablemente, esta vez sí llovió, y por consiguiente me mojé. No pude hacer otra cosa que correr hacia la casilla de nuevo. Cuando llegué a la casilla, llovía copiosamente. Pero, al fin, el cielo se aclaró, las nubes se dispersaron, los truenos cesaron, y volví de nuevo a mi casa. Esta vez, como la vez anterior, no hubo ni una gota de lluvia en mi camino a casa. Ahora les pregunto: ¿En qué ocasión mi corazón tuvo más paz? En ambas ocasiones no llovió mientras iba rumbo a mi casa. Pero ¿en qué caso tuve más paz? ¿en la primera ocasión, o en la segunda? Aunque en la primera no llovió en el camino a casa, en realidad no sabía cuándo llovería; como resultado, mi corazón estaba en suspenso. En la segunda ocasión tampoco hubo lluvia en el camino a casa, pero mi corazón estaba en paz porque la lluvia ya había pasado y el cielo estaba claro. Mucha gente cree que Dios pasará por alto sus pecados. Están como yo en mi primera caminata a casa. Aunque no llueve, la oscuridad aún se cierne sobre ellos; sigue tronando y aún las nubes los cubren. Sus corazones están en suspenso. No saben lo que les sucederá. Pero gracias al Señor, la salvación que hemos recibido es una salvación por la que ya “pasó por la lluvia”. Es una salvación que ya “pasó por los truenos”. Nuestra “lluvia” ya cayó en el Calvario, y nuestro “trueno” ya resonó en el Calvario. Ahora ya pasó todo. Nos regocijamos no sólo porque nuestros pecados han sido perdonados, sino también porque han sido perdonados después de ser ajusticiados. No fueron pasados por alto. Dios trató el problema de nuestros pecados. La resurrección de Su Hijo es la evidencia de esta obra.
Hoy es el día de la gracia. Pero debemos recordar que la gracia reina mediante la justicia (Ro. 5:21). La gracia no viene directamente; tiene que venir a través de la justicia. La gracia de Dios no viene a nosotros directamente; viene a nosotros a través del Calvario. Hoy día algunos dicen que si Dios nos ama, El nos puede perdonar sin previo juicio. Eso sería la obra de la gracia sin la justicia. Pero la gracia reina a través de la justicia. La gracia necesita la justicia del Calvario antes de poder reinar. Recibir la gracia hoy se basa únicamente en la justicia de Dios. Nuestros pecados son perdonados después de ser tratados. Cuando vemos la cruz, podemos decir que ésta es la justicia de Dios. También podemos decir que ésta es la gracia de Dios. La cruz es la justicia, y la gracia de Dios. Para Dios, la cruz es justicia; para nosotros, es gracia. Cuando contemplamos la cruz hoy día, nuestro corazón está en total paz porque sabemos que la gracia que hemos recibido fue obtenida de la manera justa que Dios usa. Sabemos que nuestra salvación es clara, completa, apropiada y correcta. Nuestra salvación no es de contrabando, ni es un fraude, sino que viene por medio del juicio del pecado. ¡Gracias al Señor! La cruz ha resuelto el problema del pecado, y la resurrección ha confirmado que la solución es una realidad.
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