Revelación básica contenida en las santas Escrituras, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-1-57593-323-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Los cristianos o recibirán una recompensa o sufrirán el castigo. La recompensa es el reinado ejercido por Cristo junto con Sus seguidores fieles durante el milenio. El castigo se revela en Mateo 24:50-51: “Vendrá el señor de aquel esclavo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le separará, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el llanto y el crujir de dientes”. Cuando el Señor regrese los cristianos indisciplinados e infieles sufrirán el castigo.
No crea que el Señor es tan bondadoso que no le castigará. Un padre bueno siempre disciplina a sus hijos. La disciplina es señal del amor (He. 12:6-7). Hemos sido escogidos, predestinados, llamados, y regenerados; ahora disfrutamos la rica gracia del Señor. Si rehusamos tomar el camino del Señor, no debemos pensar que cuando muramos se resolverán todos nuestros problemas. Esto no es lógico.
Un día el Señor regresará y establecerá Su tribunal, donde no juzgará a los incrédulos sino a los creyentes. En 2 Corintios 5:9 Pablo dijo que se empeñaba en ser agradable al Señor. Luego dijo: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba por las cosas hechas por medio del cuerpo, según lo que haya practicado, sea bueno o sea malo” (v. 10). Cuando el Señor regrese, nosotros los cristianos tendremos que darle cuenta a El en Su tribunal. En Su tribunal se decidirá si recibiremos la recompensa de la entrada al reino de los cielos o si seremos castigados de alguna manera. Los cristianos derrotados sufrirán pérdida (1 Co. 3:15).
La obra redentora de Cristo es completa y perfecta, pero por nuestra parte necesitamos confesar nuestros pecados para ser perdonados (1 Jn. 1:9). Como cristianos necesitamos arrepentirnos diariamente para ser traídos de nuevo a la economía de Dios. Muchos cristianos han muerto con problemas todavía por resolver entre ellos y el Señor. Cometieron pecados después de ser salvos, pero nunca los confesaron ni se arrepintieron de ellos. El hecho de que Dios perdone a los creyentes cuando pequen y que Cristo los limpie se basa en la confesión de ellos. Si no confesamos, Dios no perdona. Si no confesamos, Cristo no limpia. No es lógico pensar que es posible vivir de una manera descuidada y no tener problemas después de morir. Tenemos que darle cuentas a El. La verdad del reino nos impresiona con su gravedad; nos despierta. Cuando el Señor venga, no vendrá solamente como nuestro Novio, sino también como nuestro Juez (2 Ti. 4:1, 8).
Entre los creyentes que formaban las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 hay algunos vencedores fieles a quienes el Señor les promete una recompensa (Ap. 2:7, 11, 17, 26-29; 3:5-6, 12-13, 21-22). Estos vencedores, los que viven en la realidad del reino de los cielos en la edad actual, la de la iglesia, serán los seguidores fieles de Cristo en la manifestación del reino de los cielos. Serán recompensados con el disfrute de la vida eterna en el milenio (Mt. 19:28-29; 24:45-47; 25:19-23). También serán correyes con Cristo en el milenio (Ap. 20:4, 6; 2 Ti. 2:12).
El milenio tiene una parte terrenal y una parte celestial. La parte terrenal es el reino del Mesías (2 S. 7:13), el tabernáculo de David (Hch. 15:16), el reino del Hijo de Hombre (Mt. 13:41; Ap. 11:15). El reino del Padre es la parte celestial del milenio. El reino del Hijo de Hombre es la parte terrenal del milenio. En el milenio los vencedores de la parte celestial reinarán con Cristo sobre la parte terrenal. En la parte terrenal está el reino restaurado de David, donde Cristo como Hijo de Hombre, el descendiente real de David, será el Rey sobre los hijos de Israel.
Durante este tiempo los hijos de Israel serán sacerdotes (Zac. 8:20-23; Is. 2:2-3). Los santos vencedores serán reyes en la parte celestial, y los de la nación restaurada de Israel serán sacerdotes en la parte terrenal, donde enseñarán a las naciones en cuanto a la manera de conocer a Dios y de servirle. Las naciones serán el pueblo de la parte terrenal del milenio (Mt. 25:32-34). Las ovejas mencionadas en Mateo 25 serán las naciones, y las naciones serán el pueblo.
Entonces, en el milenio existirán tres clases de personas: los santos vencedores como reyes en la parte celestial, los judíos restaurados como sacerdotes en la parte terrenal, y las ovejas, las naciones, como el pueblo. Los santos vencedores reinarán sobre las naciones, y los judíos les enseñarán. Las naciones serán el pueblo gobernado por nosotros e instruido por los judíos.
El reino de los cielos concluirá con el milenio (Ap. 20:7). Pero el reino de Dios continuará por la eternidad.
La plenitud del reino de Dios empezará en el cielo nuevo y la tierra nueva (1 Co. 15:24; Ap. 21:1-2). En este reino eterno todos los santos redimidos de todas las edades disfrutarán las bendiciones eternas de la vida eterna en la Nueva Jerusalén como hijos de Dios y reyes con Cristo sobre las naciones para siempre (Ap. 21:6-7; 22:3b-5, 14, 17). Como familia real, tendremos dos títulos: hijos de Dios y reyes sobre las naciones. El remanente de las naciones purificadas será la gente de las naciones y disfrutará eternamente la bendición restaurada de la creación (Ap. 21:3-5; 22:2b, 3a).
Hasta ahora hemos visto un cuadro claro del reino de Dios y del reino de los cielos. Nuestro Dios tiene un reino con el cual llevar a cabo Su propósito, cumplir Su voluntad y ejercer Su equidad. Este reino exhibe Su multiforme sabiduría. Nuestro Dios es justo, sabio y resuelto. La verdad del reino nos instará a seguir adelante, y también nos advertirá con respecto a ponernos en el lugar apropiado y en la debida línea para poder llegar al destino correcto.
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