Arbol de la vida, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-1-57593-813-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Además de acudir al Señor y dejar que El obre en nosotros para hacernos puros de corazón, necesitamos profundizarnos más para ser los que son pobres en espíritu. Puede ser que nuestro espíritu no esté vacío y así no hay lugar para que el Señor deposite algo más en nosotros. Según Mateo 5 tenemos que resolver primero los problemas de nuestro espíritu. La primera condición de las nueve bendiciones de Mateo 5 es ser pobre en espíritu. Debemos orar: “Oh Señor, vacíame. Vacía mi espíritu quitando todo lo que no sea Tú. Incluso remueve todas las viejas experiencias de Ti.” No debemos estar llenos de nuestras viejas experiencias de Cristo. Nuestras viejas experiencias de El pueden impedir que experimentemos a Cristo de modo nuevo, fresco y actual. Nuestro espíritu tiene que desprenderse. Esto es la verdadera humildad. Es posible que alguien sea humilde por fuera, y al mismo tiempo ser orgulloso en su espíritu. La verdadera humildad es un asunto del espíritu. Es por esto que Pedro nos dice que necesitamos un espíritu manso y sosegado. La verdadera mansedumbre se tiene en el espíritu. Una persona puede ser tranquila por fuera pero, al mismo tiempo, tener muchas opiniones en su interior.
Día por día, tenemos que aprender cómo acudir al Señor y dejar que El nos haga pobres en espíritu al desprender nuestro espíritu y remover de él todo lo que hemos aprendido en el pasado y todas las viejas experiencias. Si nuestro corazón no está abierto, el Señor no puede dispensarse en nosotros. Si nuestro espíritu está lleno, tampoco puede impartir algo fresco de Sí mismo en nuestro ser. Debemos ser pobres en espíritu y puros de corazón. Necesitamos pedir al Señor que desprenda nuestro espíritu y resuelva los problemas de nuestro corazón. Entonces el Señor podrá obrar en nosotros y habrá bastante espacio en nuestro ser que El puede llenar.
El corazón actúa en cooperación con el espíritu, pero el espíritu es el órgano con el cual recibimos y tocamos directamente al Señor. Si queremos tocar al Señor, debemos ejercitar nuestro espíritu. Si queremos servir al Señor, debemos ejercitar nuestro espíritu. Si deseamos recibir al Señor, o sea recibir más de El en nuestro ser, debemos ejercitar nuestro espíritu. Pero el ejercicio de nuestro espíritu depende de la condición de nuestro corazón. Si la condición de nuestro corazón está mal, nos es difícil ejercitar el espíritu. Hay algo que nunca debemos hacer con los santos de la iglesia, y eso es ser político para con ellos. No debemos tener dos caras, fingiendo actuar de una forma ante un hermano, pero al mismo tiempo socavándole a espaldas de él. Nosotros debemos tener un corazón honrado y sincero si queremos experimentar al Señor. Tenemos que ser fieles, honrados y sinceros. Si nos parece que algo debe decirse, debemos decirlo fielmente y con honradez y decoro. Somos los hijos de Dios, los hijos que están en la luz. Nuestro corazón debe ser honrado y puro. Nuestra conciencia tiene que ser purificada. Si nuestro corazón nos condena, ¿cómo podemos orar de manera adecuada?
Todos necesitamos acudir al Señor para poder aprender cómo resolver todas las cosas negativas que están en nuestro ser. Debemos pedir al Señor que nos conceda un corazón puro y una mente que siempre se vuelva a El y esté puesta en El. Necesitamos pedirle que nos conceda una conciencia que siempre se ejercite en confesar ante El los fracasos y los pecados. Entonces el Señor podrá hacer que nuestras emociones sean fervientes y que muestren celo por El y que nuestra voluntad sea sumisa, flexible y fuerte. También necesitamos acudir al Señor y permitir que El obre en nosotros para hacernos pobres en espíritu. Necesitamos tener hambre y sed de más experiencias frescas, nuevas y actuales del Señor. No debemos dejarnos establecer o arraigar, sino que debemos vaciarnos en el espíritu todo el tiempo. Entonces experimentaremos y disfrutaremos a Cristo, y El tendrá la oportunidad, la capacidad y el espacio para crecer en nosotros. Que el Señor nos conceda un corazón recto y un espíritu recto para que le experimentemos y disfrutemos como el árbol de la vida.
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