Impartición divina par ala economía divina, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6586-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La mayordomía del apóstol tenía como fin impartir las riquezas de Cristo (Ef. 3:2-5, 7-11). La mayordomía de la gracia de Dios no sólo le fue dada al apóstol Pablo (Ef. 3:2), sino también a todos nosotros. Dicha mayordomía le fue dada por revelación con respecto a la iglesia como misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hombres (vs. 3-5). La revelación del misterio hace del apóstol un ministro, en quien había sido impartida la gracia de Dios, para que ministrara a las naciones las inescrutables riquezas de Cristo impartiendo al rico Cristo (vs. 7-8). Cuando salgamos a visitar a las personas para llevarles el evangelio, debemos ir con la intención de ministrar a Cristo y Sus inescrutables riquezas a los pecadores. No debemos ir a ministrarles doctrinas, filosofías, lógica ni ninguna religión. En vez de ello, debemos ir con el propósito de ministrar directamente en las personas las inescrutables riquezas de Cristo. Debemos hacer esto de forma muy similar a como un mesero sirve la comida a los clientes de un restaurante. Un mesero no se pone a describirles a sus clientes cuán aseado está el restaurante, ni cuán experto es el cocinero, ni cómo se prepara la comida. Si hiciera esto, los comensales se impacientarían. En el pasado, ésta era la manera en que predicábamos el evangelio. Dábamos demasiadas explicaciones, doctrinas y enseñanzas a las personas, pero muy poco de Cristo. Debido a esto, la respuesta por lo general no fue muy positiva. Debemos aprender a ministrar el rico Cristo a las personas de manera directa.
La mayordomía de la gracia de Dios le fue dada al apóstol para que sacara a la luz la economía del misterio, la cual había estado escondida desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas (v. 9). El misterio ya no está escondido; sino que hoy es un hecho público.
La mayordomía de la gracia de Dios tiene como fin constituir la iglesia, al impartir las inescrutables riquezas de Cristo, para que la multiforme sabiduría de Dios sea dada a conocer a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo (Ef. 3:10-11). Cuando ustedes salgan por tres horas cada semana a ministrar las riquezas de Cristo a los pecadores, deben percatarse de que el resultado de esto será que la iglesia sea constituida. Es una vergüenza que muchas iglesias lleven años en sus respectivas ciudades, pero el número de santos siga siendo relativamente pequeño. ¿Cómo puede ser edificada una iglesia con el mismo número reducido de santos año tras año? Para edificar una casa se necesitan los materiales. No se puede construir una casa grande con pocos materiales. En Hageo el Señor encargó a los hijos de Israel que subieran al monte a traer madera para la edificación de Su casa (1:8). Por lo tanto, debemos ir y hacer discípulos a todas las naciones para hacer de ellos miembros del Cuerpo de Cristo. Al aumentar los materiales, tendremos con qué edificar la iglesia. Ésta es la mayordomía que le fue dada, no sólo al apóstol, sino también a todo el Cuerpo cuando el Señor dio la comisión a Sus discípulos en Mateo 28:18-19 después de Su resurrección.
Por medio de la impartición de las riquezas de Cristo, Cristo es ministrado a los pecadores. Él ya no está fuera de Sus creyentes, sino que ahora está dentro de ellos. El Cristo que fue clavado en la cruz ahora vive en nosotros. Cristo fue ministrado en nosotros, y ahora Cristo está haciendo Su hogar en nuestros corazones (Ef. 3:16-17). Puesto que hemos recibido a Cristo, Él ahora está obrando y moviéndose en nosotros. Aunque Él está obrando y moviéndose en los cielos, en la iglesia y en nuestro entorno, Su obra principal es forjarse a Sí mismo en nosotros, hacer Su hogar en nuestros corazones, establecerse en nuestro interior.
El Señor desea establecerse en nuestro interior, pero nosotros muchas veces lo confinamos a una pequeña parte de nuestro ser. Cuando viajo a diferentes ciudades, a menudo recibo hospitalidad en los hogares de los santos. Puesto que soy un huésped allí, no me establezco ni desempaco completamente mi maleta; en lugar de ello, dejo ciertas cosas en mi maleta porque sé que en unos días tendré que salir y empacar todo de nuevo. También sé que como huésped es inapropiado tocar las cosas que están en los hogares de los santos, a menos que me hayan dado permiso de hacerlo. Como huésped, estoy restringido en mis actividades. Esto muestra cómo el Señor Jesús a menudo es restringido en nosotros. El Señor Jesús es muchas veces como un huésped en nosotros. Aunque haya vivido en nosotros por quince años, es posible que Él aún no haya “desempacado Sus maletas”. Él tampoco se atreve a tocar ciertas cosas en nosotros porque no le hemos dado el permiso de hacerlo. Es posible que Él esté confinado en nuestro espíritu, sin poder ocupar el resto de nuestro ser interior.
Podemos comparar nuestro ser a una casa con muchos cuartos. Es posible que el Señor esté restringido a “la sala” de nuestro ser interior. Debido a que Él está restringido a la sala, ésta puede haberse convertido en una pequeña cárcel para Él. Aunque tenemos otros cuartos en nuestro ser, éstos son cuartos secretos porque no hemos permitido que el Señor entre en ellos. Algunos de estos cuartos son nuestra mente, nuestra parte emotiva, nuestra voluntad y nuestra conciencia. Aunque amamos al Señor Jesús, es posible que no le hayamos cedido ningún espacio en nuestra parte emotiva. Lo mismo podríamos decir de nuestra mente. Es posible que en nuestra manera de vivir, en nuestra manera de vestirnos y en nuestra manera de conducir, no le cedamos ningún espacio a Cristo. De la misma manera, podemos haber tomado muchas de nuestras decisiones sin cederle a Cristo ningún espacio. Es posible que nosotros seamos los únicos ocupantes de nuestra mente, voluntad, parte emotiva y conciencia. Como resultado, Cristo ha permanecido como un huésped en nosotros e incluso como un prisionero.
Pablo primeramente les dijo a los santos de Éfeso que él era un mayordomo que tenía la comisión de distribuir, ministrar, las riquezas de Cristo en los creyentes (3:2, 8). Sin embargo, al ejercer esta mayordomía, él se dio cuenta de que Cristo aún no se había establecido en ellos. Cristo moraba en su espíritu, pero aún no se había establecido en el corazón de ellos. Él estaba en el centro del ser de los santos, es decir, en su espíritu, pero aún no había entrado en las partes de su alma, la cual rodea su espíritu. Las partes del alma son la mente, la parte emotiva y la voluntad. Estas partes del alma junto con la conciencia del espíritu constituyen el corazón. Cristo estaba restringido y encarcelado en el espíritu de los santos; no podía extenderse a las partes internas de su ser. Ésta es la razón por la cual Pablo oró pidiendo que Cristo hiciera Su hogar en los corazones de los santos. El hecho de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones significa que Él puede extenderse en nuestra mente, parte emotiva, voluntad y conciencia. De esta manera, Cristo logrará ocupar todo nuestro ser interior. Así, Cristo se establecerá en nuestro ser, y nuestro ser interior llegará a ser Su hogar.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.