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Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 050-062)por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6924-4
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LA CONCLUSIÓN
DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE CINCUENTA

CRISTO: SU PERSONA

(30)

En este mensaje comenzaremos a considerar la persona de Cristo en relación con lo que Él es para los creyentes.

T. PARA LOS CREYENTES

1. La porción de los santos

En Colosenses 1:12 Pablo se refiere a Cristo como Aquel que es la porción de los santos. Cuando Pablo escribió la Epístola a los Colosenses e hizo referencia a la porción de los santos, sin duda alguna tenía en mente el cuadro de la asignación de la buena tierra a los hijos de Israel en el Antiguo Testamento. La palabra griega traducida “porción” en Colosenses 1:12 también podría haberse traducido “parcela asignada”. Pablo usó este término teniendo como contexto el relato del Antiguo Testamento con respecto a la buena tierra. Dios dio a Su pueblo escogido, los hijos de Israel, la buena tierra para que ellos la heredaran y disfrutaran. A cada una de las doce tribus les tocó una parcela asignada de la buena tierra, la cual tipifica de manera todo-inclusiva a Cristo. En la actualidad, como pueblo escogido de Dios, los santos, tenemos a Cristo como nuestra porción. Así como la buena tierra lo era todo para los hijos de Israel, así también Cristo es nuestra porción, nuestra parcela asignada, nuestro todo.

Para entender este asunto de Cristo como porción de los creyentes, tenemos que leer Colosenses 1:12-29, donde se describen diferentes aspectos de esta porción o parcela asignada. Esta porción es la imagen de Dios y también el Primogénito de toda creación (v. 15). En cuanto a Su divinidad, Él es la imagen del Dios invisible. En Su humanidad, Él es el primer ítem de la creación de Dios. Además, Él es el Primogénito en resurrección (v. 18), el Primogénito de la nueva creación. Él es Aquel en quien habita toda la plenitud de la Trinidad Divina (v. 19). Esta Persona tiene que tener la preeminencia, el primer lugar, en todo. Debido a que Él es quien tiene la preeminencia en todas las cosas, Él redimió y reconcilió todas las cosas con Dios. Este Cristo maravilloso y todo-inclusivo es la porción que nos fue asignada para nuestro disfrute en la impartición divina.

En 1 Corintios 1:2 encontramos la expresión “nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”. Cristo, Aquel que es todo-inclusivo, pertenece a todos los creyentes. Él es la porción que Dios nos ha asignado. Todos hemos sido llamados por Dios a la comunión de este Cristo que es nuestro (v. 9). Que Cristo sea nuestro significa que Él es nuestra porción. Todos los creyentes tienen a Cristo como su porción única. Nosotros fuimos llamados a la comunión, esto es, a participar y disfrutar de esta porción, y dicha porción es para nosotros poder de Dios y sabiduría de Dios (v. 24). En la economía de Dios fuimos puestos en esta porción, y Dios hizo de esta porción nuestra justicia, santificación y redención (v. 30).

2. Dios

Como Aquel que es la porción de los creyentes, Cristo nuestro Salvador es Dios (Tit. 1:3; 3:4), el Dios Triuno, para nosotros. Tal vez no hayamos comprendido todavía que el Dios Triuno es nuestra porción para nuestro disfrute. En lugar de ello, podríamos considerar a Dios meramente como Aquel que es objeto de nuestra adoración. Cuando la gente de este mundo habla acerca de Dios, generalmente piensan en Él como Aquel que es objeto de adoración. Mas para nosotros, los que hemos creído en Cristo, Dios no es meramente Aquel que es objeto de adoración, sino que Él es la porción que disfrutamos.

El capítulo 4 del Evangelio de Juan revela que Dios ha de ser disfrutado por nosotros. En Su conversación con la mujer samaritana, el Señor Jesús indicó que la verdadera adoración de Dios consiste en beber de Dios, beber del agua viva en nuestro espíritu. En el versículo 14 el Señor dice: “El que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna”. En el versículo 24 el Señor añade: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren”. Cuando ponemos estos versículos juntos, vemos que la verdadera adoración de Dios consiste en disfrutarlo a Él como nuestra bebida en nuestro espíritu. Esto ciertamente indica que Cristo, como Dios, es para nuestro disfrute.


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