Revelación crucial de la vida hallada en las Escrituras, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-1-57593-811-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cuando entramos en la casa de Dios, el fluir es constante. En la Nueva Jerusalén, la cual es la ciudad santa y el tabernáculo de Dios (Ap. 21:2-3), el río de agua de vida fluye continuamente (22:1). Si el fluir dentro de nosotros ocurre sólo de vez en cuando y no es constante, esto significa que no estamos en la casa sino en el desierto. En cuanto a las cinco ocasiones relacionadas con el beber antes de la edificación de la casa de Dios, los problemas se resolvieron al beber el agua viva, pero esa agua no fluía continuamente. Una vez edificada la casa y establecida la ciudad, el agua empezó a fluir continuamente. Nuestros problemas regresan porque tenemos solamente un fluir para el momento y no el fluir continuo. Necesitamos entrar en la casa para disfrutar el fluir constante.
Todos los que estamos en la vida práctica de iglesia podemos dar testimonio de la diferencia entre las experiencias del fluir interior de vida antes de entrar en la vida de iglesia y las que ocurrieron después. Después de recibir al Señor, experimenté el fluir. Pero poco después de esa experiencia inicial, el fluir fue interrumpido. El fluir regresaba de vez en cuando y para el momento, pero luego se detenía de nuevo. Sin embargo, desde que entré en la vida de iglesia, he disfrutado el fluir constante.
Es necesario que prestemos toda nuestra atención a estas dos secciones de la historia de los hijos del Señor: la sección del fluir del agua antes de edificarse la casa y la ciudad y la sección después. En la sección antes de la edificación, el agua fluye de vez en cuando y sólo para el momento, pero en la sección después de la edificación, el agua fluye constante y eternamente. Hoy no debemos estar en el desierto, sino en la casa y en la ciudad. Necesitamos estar en la casa y en la ciudad para recibir el fluir constante del agua viva. No debemos estar satisfechos con el fluir que ocurre sólo de vez en cuando en el desierto, pero sí es necesario que todos nosotros experimentemos el fluir constante que se da en la casa de Dios y en Su ciudad.
Hablando en términos básicos, el agua que se bebía antes de la edificación apagaba la sed. Pero después de edificarse la casa, el agua no sólo apaga la sed, sino que también riega la tierra seca, produce la vida y cura la muerte. El agua que se encontró en Mara, Masah, Beer y Lehi sirve, principalmente, para apagar la sed. Pero en la ciudad, dentro de la casa, se encuentra el río cuyo fin no sólo es apagar la sed, sino también regar la tierra seca, producir la vida y sanar la muerte.
Salmos 46:4 nos dice que el río alegra la ciudad. Si no tenemos el agua de la vida, nos entristeceremos. Los libros de Joel y Zacarías nos dicen que el río sale de la casa que está dentro de la ciudad para regar el desierto y sanar los dos mares, el Mar Muerto al este y el Mar Mediterráneo, que está al oeste. El agua salió de la casa pasando por la ciudad y de ella con el fin de sanar la muerte.
En Ezequiel 47 el Señor nos da un cuadro muy claro del fluir de agua viva y cómo sale de la casa de Dios. Ezequiel nos dice que “me hizo volver luego a la entrada de la casa” (v. 1) y que “salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano” (v. 3), el cual midió mil codos. El hombre mencionado aquí es Cristo. Este hombre, a quien vemos en el capítulo cuarenta y siete, es aquel mencionado en 40:3: “Me llevó allí, y he aquí un varón, cuyo aspecto era como aspecto de bronce; y tenía un cordel de lino en su mano, y una caña de medir; y él estaba a la puerta”.
Daniel 10:5-6 dice: “Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud”. En Daniel el Señor se ciñe por los lomos, pero en Apocalipsis 1 se ciñe por el pecho. Se ciñó por los lomos en el libro de Daniel porque todavía trabajaba, pero en Apocalipsis 1 la obra está cumplida. El hecho de que se ciña por el pecho significa que cuida a las iglesias en el amor. Daniel nos dice que Sus brazos y Sus pies eran como de color de bronce bruñido mientras que en Apocalipsis 1:15 se nos dice que Sus pies eran “semejantes al bronce bruñido, fundido en un horno”. Esto nos muestra que el hombre en Ezequiel 40 que tiene la apariencia de bronce, quien se ve otra vez en el capítulo cuarenta y siete, es Cristo.
Cristo no sólo es un hombre de oro, sino también un hombre de bronce. El hecho de que sea un hombre de oro indica que está lleno de divinidad, mientras que el hecho de que sea un hombre de bronce indica que El es aquel que juzga. En la tipología el bronce significa el juicio divino (Ex. 27:1-6). El bronce bruñido significa que primero El ha sido juzgado, probado y demostrado ser perfecto. El es el bronce bruñido. Es aquel que ha sido juzgado y probado y que ya está calificado para ser el juez que examina a otros. En el libro de Ezequiel el Señor Jesús es aquel que juzga, aquel que prueba, así que tiene el cordel para medir, la caña que mide.
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