Estudio-vida de Filipensespor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0338-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El secreto de la salvación que Pablo experimentó era la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Gracias a esta abundante suministración, todo lo que le sucedía redundaba en su salvación. Entre la experiencia de salvación mencionada en el versículo 19 y la acción de magnificar a Cristo del versículo 20, tenemos la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. De hecho, en la práctica, la salvación, Cristo y la abundante suministración del Espíritu, son lo mismo. Si deseamos disfrutar y experimentar a Cristo como nuestra salvación en toda clase de situaciones, necesitamos recibir la abundante suministración del Espíritu. Del mismo modo en que el Espíritu moraba en el apóstol Pablo mientras éste se encontraba en la cárcel, así también mora en nosotros hoy en día. Pablo disfrutaba de la salvación gracias a la suministración del Espíritu.
En el versículo 21, Pablo declara: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Este versículo nos presenta un contraste entre vivir a Cristo y la ganancia de partir y estar en Su presencia. Tal vez pensemos que la palabra ganancia se refiere a Cristo, lo cual es cierto. No obstante, no se refiere al Cristo que experimentamos cuando lo vivimos, sino a la presencia de Cristo en el sentido práctico. Cuando Pablo declara: “El morir es ganancia”, quiere decir que, para él, morir equivalía simplemente a disfrutar la presencia de Cristo en un grado mayor. En el versículo 23, añade que su deseo era partir y estar con Cristo. Estar con Cristo es un asunto de grado, y no de lugar. Aunque Pablo continuamente estaba con Cristo, deseaba partir y estar con El en un grado mayor. Su muerte física significaba que estaría con Cristo en un grado aún mayor que el que disfrutaba en su vida terrenal.
En la cárcel, Pablo disfrutaba a Cristo y lo experimentaba de dos maneras. Por una parte, disfrutaba de Su presencia, y por otra, lo vivía. Estas dos experiencias son muy distintas. Por ejemplo, yo puedo disfrutar la presencia de mi esposa, pero me es imposible vivirla. Esto demuestra que se puede disfrutar de la presencia de una persona sin vivir a tal persona. Pero Pablo no sólo disfrutaba la presencia del Señor sino que además lo vivía. El estaba consciente de que, si moría, ya no tendría la oportunidad de vivir a Cristo, aunque por otra parte disfrutaría Su presencia más intensamente. Por lo tanto, para Pablo, el morir era ganancia. Lo que Pablo valoraba no era sólo la presencia de Cristo sino también la oportunidad de vivirle.
A lo largo de los siglos, se ha animado a los cristianos a que tengan la práctica de vivir continuamente en la presencia del Señor. Pero muy rara vez o tal vez nunca se les ha exhortado a que lo vivan a El. Muchos creyentes conocen el libro titulado The Practice of the Lord’s Presence [La práctica de vivir continuamente en la presencia del Señor] y fueron animados a permanecer en la presencia del Señor. Sin embargo, este concepto proviene principalmente del Antiguo Testamento. Sin duda, el Nuevo Testamento también enseña que podemos disfrutar la presencia del Señor, pero además dice que debemos vivirlo. No sólo tenemos la presencia del Señor, sino también Su persona. No sólo debemos estar en Su presencia, sino también llegar a ser una sola persona con El y vivirlo. Vivir a Cristo es una experiencia mucho más profunda que el simple hecho de estar en Su presencia. Vivirlo a El excede grandemente al deleite que nos trae Su presencia.
¿Cuál es nuestro anhelo, simplemente vivir en la presencia de Cristo o vivirlo a El? Vivir al Señor es una experiencia mucho más preciosa que simplemente estar con El. Ciertamente, el morir es ganancia, puesto que la muerte nos permite estar con el Señor en un grado mayor que aquí en la tierra. Pero es mucho mejor vivirlo mientras estamos en la tierra. Tal vez en ocasiones le hayamos dado gracias al Señor por permitirnos disfrutar Su presencia, pero ¿alguna vez le ha agradecido por el hecho de vivirlo a El? Nos es más fácil darle gracias por permitirnos percibir la dulzura y la belleza de Su presencia; muchos suelen hacer esto. En ocasiones, yo mismo, cuando estoy a punto de darle gracias al Señor por Su presencia, percibo en mi interior que estoy guardando una práctica del Antiguo Testamento. Entonces recuerdo que debo vivir a Cristo. En 1 de Corintios 6:17 dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Somos un solo espíritu con el Señor, no solamente con el propósito de disfrutar Su presencia, sino principalmente con el fin de vivirlo a El. Sin embargo, ¿en dónde se enseña hoy a los cristianos que deben vivir a Cristo y se les explica cómo pueden hacerlo? En lugar de eso, se nos exhortó por años a cultivar el hábito de vivir continuamente en la presencia del Señor. En realidad, dicha experiencia pertenece al primer escalón de la vida cristiana; ahora, en el recobro del Señor, debemos subir al segundo escalón, al nivel de vivir a Cristo.
Sin duda, en el versículo 21 vemos que hay una gran diferencia entre vivir a Cristo y disfrutar Su presencia a un grado superior. Puedo testificar que prefiero vivir a Cristo en la tierra, que estar con El en un mayor grado.
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