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Perfeccionamiento de los santos y la edificación de la casa de Dios, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7391-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 20 Sección 4 de 4

LA VERDADERA ESPIRITUALIDAD
ES MANTENIDA POR UNA VISIÓN

Hudson Taylor tenía una visión. Un día mientras caminaba por la orilla del mar en Inglaterra, miró por encima del Océano Atlántico y vio una gran nación imperial a orillas del Océano Pacífico. Esta nación tenía miles de almas que necesitaban ser salvas. Fue entonces que recibió una carga. Él se olvidó de su propia espiritualidad y recibió del Señor esta única carga. Si le preguntáramos acerca de su espiritualidad, probablemente habría dicho que no sabía qué es ser espiritual; lo único que sabía era que sentía una pesada carga. Él quería predicar el evangelio a las miles de almas que estaban pereciendo diariamente. No le importaba si era un evangelista o si sabía predicar el evangelio. Él recibió una visión, una carga, que excedía su aprendizaje espiritual, y él la siguió.

Toda persona que desea ser útil al Señor debe aprender a no confiar en lo que ha aprendido, sino a ir más allá de ello. Nuestra espiritualidad es algo pequeño. Mientras recibamos una visión de parte del Señor, la visión nos guardará y nos hará espirituales. Ésta es la espiritualidad verdadera. La visión nos guardará viviendo en la presencia de Dios. La visión no nos dejará apartarnos, sino que nos guardará. En contraste, si procuramos la espiritualidad, pero no tenemos una carga de parte de Dios, cuanto más la procuremos, menos espirituales seremos.

Cuando el libro Fragrant Myrrh fue publicado por primera vez, hubo un grupo de hermanos y hermanas en el norte de China que imitaba a Madame de Guyón. Incluso una hermana en Taiwán fue bastante exitosa en imitarla. Fragrant Myrrh y A Short and Easy Method of Prayer tienen un sabor particular. Esta hermana fue tan exitosa en imitar a Madame de Guyón que tenía una manera particular de caminar y de hablar. Cada vez que los santos la veían, decían: “Ahí viene la ‘Mirra fragante’; ahí viene Madame de Guyón”. Debemos tener claro que esta clase de espiritualidad imitada no tiene valor alguno. Perdónenme por decirles que los creyentes que participan en esta clase de espiritualidad tienen un final trágico. La señora Penn-Lewis, por ejemplo, tuvo un final miserable, porque prestó demasiada atención a ser espiritual. Esto la condujo a una guerra espiritual en sus últimos años, y finalmente se centró en los demonios.

Sin una comisión de parte de Dios, no podemos ser protegidos. Sin una visión de parte de Dios, no podemos ser salvos. Tampoco podemos perseguir la espiritualidad sin haber recibido de Dios una comisión y una visión. Después de seguir al Señor por más de treinta años, únicamente puedo decirles que no sé lo que es ser espiritual. Todo creyente que recibe una carga tiene un final glorioso. Quizás D. L. Moody no entendió claramente el camino de la iglesia, pero fue alguien que recibió una carga. Su carga era predicar el evangelio. Hudson Taylor no era un predicador del evangelio, pero recibió una carga, y su fin fue glorioso. Sin embargo, los santos que prestaron atención a su propia espiritualidad y desearon mejorar su espiritualidad no tuvieron un buen final. El Señor no aprueba que nos centremos en la espiritualidad.

NECESITAMOS RECIBIR DEL SEÑOR
UNA VISIÓN Y UNA CARGA

Quisiera decirles algo más. Espero que esta comunión sea de ayuda para todos nosotros. Ninguno que sirve al Señor debe dejarse limitar por lo que ha aprendido ni por lo que puede hacer. Cuando Moisés fue llamado por el Señor, dijo: “No soy hombre de palabras, [...] soy tardo en el habla y torpe de lengua” (Éx. 4:10). Dios no nos llama porque seamos competentes, ni tampoco nos llama cuando somos competentes; antes bien, Él nos llama cuando aún somos incompetentes. Al Señor no le importa si somos competentes o no. Él únicamente nos pregunta si estamos dispuestos. La pregunta no es si podemos hacer algo, sino si sentimos una carga. La llama de fuego ardía en medio de la zarza (3:2). Lo que importa no es si podemos hacer algo, sino si el Señor está ardiendo en nuestro interior. No depende de lo competente que seamos, sino de si permitimos que el Señor nos consuma.

Cuando Jeremías fue llamado por el Señor, él dijo que era un joven y que no sabía hablar (Jer. 1:6). Él reconoció que era una persona joven y dudó de su capacidad para asumir la responsabilidad del ministerio. Sin embargo, el Señor le respondió: “No digas: Soy un joven; / porque adondequiera que te envíe, irás; / y hablarás todo lo que te mande” (v. 7). En otras palabras, el ministerio dependía del Señor, no de Jeremías.

Un creyente que desee recibir el llamado de Dios tiene que ser librado de sí mismo y negarse a sí mismo. Debe ser librado de su capacidad, de lo que ha aprendido, de lo que puede hacer y de lo que ha hecho. Debe ser librado de estos asuntos y rechazarlos. La comisión del Señor no depende de lo que una persona es. Una persona puede decir que puede servir en coordinación porque es competente, espiritual, tiene un suministro de vida y es elocuente. También puede decir que puesto que ha aprendido todos los asuntos relacionados con el servicio y la coordinación, y está familiarizada con todos los asuntos relacionados con la edificación de la iglesia, tiene la plena confianza de ir y realizar la obra del Señor. Debemos entender que mientras nosotros mismos seamos la fuente, le seremos inútiles a Dios.

Es una ofensa para el Señor que nosotros digamos que no podemos resolver los problemas que hay en cierto lugar si no sabemos cuáles son. El Señor no quiere que resolvamos los problemas de los demás. Él jamás nos pide que conozcamos los problemas de otros. Nosotros no aprendemos lecciones a fin de resolver problemas. Cuando el Señor nos envía, Él quiere que nosotros vayamos con una visión. Debemos conocer la visión, y no los problemas de otros. No necesitamos saber cómo resolver problemas, sino únicamente cómo impartir a otros la visión que hemos recibido y hablar de lo que Dios quiere que hablemos. Cuando salgamos no debemos tener jamás la intención de ayudar a los santos a resolver sus problemas.

Pregunta: ¿Cómo podemos estar seguros de que el Señor nos ha llamado?

Respuesta: Siempre debemos recibir una visión. Cuando yo fui a Shanghái en 1946, ya existía un problema sin resolver que había empezado en 1942. Cuando estuve allí, todos los que habían tenido un problema vinieron a verme. Puesto que no conocía la historia del problema, tenía una ventaja. Aunque yo estaba abierto en mi actitud hacia los santos, podía decir que no entendía el problema. Todo el que se me acercaba podía hablar de sus problemas, pero yo no escuchaba nada.

Yo no había ido a Shanghái para resolver problemas. Tampoco entendía los problemas. No me preocupaba saber quién era la fuente ni si se trataba de alguien que era deshonesto o astuto. Lo único que sabía era que había ido a Shanghái con la carga y la visión de que Dios es el árbol de la vida y que Él desea edificar la iglesia para que la iglesia se levante y le sirva. No sabía de otra cosa. Así que no quise saber si los santos tenían un problema con este o aquel hermano. Lo único que sabía es que Dios es el árbol de la vida.

Un día un hermano me dijo que yo era muy astuto porque yo ponía de lado los problemas y no quería tratarlos. A él le parecía que yo me mostraba muy despreocupado e impasible pese a que algunos problemas eran muy graves. Era como si yo no tuviese ningún problema y estuviera muy por encima de todo. Le contesté que no estaba siendo astuto. El Señor no me había enviado a Shanghái para resolver problemas. Si Dios no podía ocuparse de los problemas, ¿cómo podría yo resolverlos? Yo sólo sabía que Dios me había enviado a ayudar a los santos a ver que Él desea ser la vida del hombre y que el hombre debe vivir en Él. Yo tenía que mostrarles a los santos que Dios desea edificar Su iglesia en cada localidad para que la iglesia se levante a servirle. Esto es lo único que yo sabía; no estaba siendo astuto.

Espero que los hermanos entiendan por qué dije esto. Debemos examinar la situación en Shanghái entre 1946 y 1948. Si hubiésemos procurado ser espirituales, al cabo del tiempo no habríamos tenido nada. Sin embargo, si tuviéramos una visión y una comisión, se habría producido una verdadera edificación espiritual. Por lo tanto, no debemos pensar que salimos a suministrar a los santos, a resolver sus problemas y a ayudarlos. Esto no funcionará. En vez de ello, debemos recibir una visión y una comisión.

SER LLEVADOS POR LA COMISIÓN
EN VEZ DE LLEVAR LA COMISIÓN

Los creyentes que conocen a Dios comprenden que nosotros no llevamos la comisión, sino que la comisión nos lleva a nosotros. No tenemos que sostener la visión, sino que la visión nos sostiene a nosotros. Si recibimos una visión, no nos preocuparán los problemas cuando salgamos; sólo sabremos que Dios nos ha confiado una comisión. Éste es el mayor poder; es algo que no puede ser detenido. Podremos detener a otros, mas ellos no podrán detenernos. Esto es similar a lo que Dios dijo en Jeremías 1:19: “Pelearán contra ti, pero no prevalecerán contra ti”.

Debemos ser amplios de corazón al tratar diferentes asuntos. No es que nosotros mismos somos personas amplias, sino que Dios tiene que ensancharnos. No debemos quedar atrapados en ciertos sentimientos y procurar ser espirituales. Tampoco debemos inquirir qué clase de obra debemos hacer ni cómo vamos a resolver los problemas de los demás y atender sus necesidades. El Señor nos ha mostrado misericordia y ha abierto nuestros ojos para que veamos una verdadera visión. La necesidad que hay en el extranjero no es la de suplir las necesidades de individuos ni de resolver problemas. La gran necesidad, la verdadera necesidad, es la necesidad de esta era. Si el Señor tiene misericordia de nosotros, algunos de nosotros recibirán esta visión, y la presencia del Señor estará con nosotros.

No debemos ser altivos. Debemos ser personas que tienen un corazón amplio debido a la visión que recibimos del Señor. Debemos tener fe. A fin de recibir la comisión de parte del Señor, debemos tener fe en cuanto al suministro espiritual, no sólo en cuanto a las ofrendas materiales. Debemos creer en la comisión de Dios, creer que Dios está con nosotros, creer en la visión que Dios nos da y creer que Dios nos sostendrá con Su autoridad y Su poder. Debemos tener fe en esto.


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