Manera práctica de llevar una vida conforme a la cumbre de la revelación divina contenida en las santas Escrituras, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-825-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Pablo dice en Filipenses 1:21a: “Porque para mí el vivir es Cristo”. Pablo dijo esto estando preso en Roma. En esa cárcel él vivía a Cristo. Si alguien le preguntaba a Pablo qué hacía él, habría respondido: “Yo vivo a Cristo”.
Cristo es nuestra vida. Nosotros los Dios-hombres vivimos como seres humanos para expresar a Dios no por nuestra propia vida, nuestra vida natural, sino por la vida divina de Cristo en resurrección (Col. 3:4). Vivir a Cristo incluye seguirlo y ganarlo (Fil. 3:8, 12-14). Si no hemos ganado de Cristo, ¿cómo podemos vivirlo? Si llevo puesta una chaqueta, es porque la he obtenido. Si no la obtengo, no la puedo usar. Del mismo modo, si no hemos ganado de Cristo, no podemos vivirlo.
Vivir a Cristo incluye gustar de El para crecer en El (1 P. 2:2-3), disfrutarle como la porción que Dios nos asignó, y participar de Sus riquezas en la comunión de Dios (Col. 1:12; 1 Co. 1:9). Si no ganamos de Cristo ni le gustamos, no podemos disfrutarle. En 1 Corintios 1:9 dice que Dios nos llamó a la comunión de Cristo, a disfrutar a Cristo.
Permanecer en Cristo y permitir que El permanezca en nosotros para poder dar más fruto al crecer con Su vida, también es parte de vivir a Cristo (Jn. 15:4-5). Vivir a Cristo por Su vida divina en resurrección equivale a permitir que El crezca en nosotros para ser formados interiormente, conformados, a la imagen de Cristo, el Primogénito de Dios entre muchos hermanos (Gá. 4:19; Ro. 8:29b). Además, vivir a Cristo incluye crecer en todo en El para que maduremos conforme a la medida de la estatura de Cristo (Col. 1:28b; Ef. 4:15, 13b).
Nosotros vivimos a Cristo para magnificarle (Fil. 1:20). Si un solado romano le hubiera preguntado a Pablo qué hacía, éste habría podido responder: “Vivo a Cristo para magnificarle. En realidad no soy un prisionero, sino que soy Cristo. Estoy aquí para mostrarle a usted quién es Cristo y para ministrarle a Cristo”. Cristo es magnificado en nosotros para que los demás puedan verlo en la realidad de Su resurrección. En la cárcel el apóstol Pablo, un ser humano, era Cristo. El vivía en la resurrección de Cristo.
Cristo también es magnificado para ser ministrado a otros en la realidad de Su Espíritu. Esto sucedió cuando Pablo estaba en la cárcel. Al final del libro de Filipenses él dice: “Todos los santos os saludan, y especialmente los de la casa de César” (4:22). Seguramente los de la casa de César creyeron en Cristo por medio del ministerio de Pablo. Al tener contacto con Pablo, ellos vieron a Cristo, de manera que creyeron y recibieron a Cristo. Esto significa que Pablo les ministró a Cristo.
Si Pablo se hubiese puesto a llorar en la cárcel por su triste situación, aquello le habría traído vergüenza. Sin duda alguna, Cristo lo había salvado de la perdición eterna, pero de todos modos Pablo necesitaba ser salvo de la vergüenza de no vivir a Cristo. El anhelo y la esperanza de Pablo era vivir a Cristo para magnificarlo a fin de participar en una forma vital de la obra salvadora de Cristo (Ro. 5:10). Esto es ser salvo del fracaso de no vivir a Cristo y ser salvo de la incapacidad de magnificarle.
Si otros hubiesen visto a Pablo abrumado de tristeza, de ansiedad y de desesperación, esto le habría traído vergüenza y habría sido una derrota. Pero en vez de eso, los romanos vieron en la cárcel a una persona llena de canto, alabanza y regocijo. Esta es la dinámica obra salvadora de Dios. Esta es la victoria de Dios. Si otras personas lo ven a usted día tras día en su oficina cantando, alabando y regocijándose, se asombrarán. Le preguntarán a usted por qué está tan contento siempre. Usted podrá decirles: “Porque vivo y magnifico a Cristo”.
El Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19b) no es meramente el Espíritu de Dios que había antes de la resurrección de Cristo, sino el Espíritu de Dios después de haber pasado, junto con Cristo, por la encarnación, el vivir humano, la muerte y la resurrección, y de llegar a ser el Espíritu procesado y consumado. Este Espíritu es el Espíritu de Jesús en la encarnación, el vivir humano y la muerte (Hch. 16:7b), y el Espíritu de Cristo en Su resurrección (Ro. 8:9). El es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) y el Espíritu, quien es revelado específicamente en Juan 7:38-39 y quien llega a ser la máxima consumación del Dios Triuno procesado y consumado, el conjunto del Dios Triuno procesado, y quien se casará con la iglesia, el Cuerpo orgánico de Cristo, es decir, la novia. Así que al final de la Biblia, leemos en Apocalipsis 22:17: “El Espíritu y la novia...” El Espíritu es el Dios Triuno consumado, y la novia es el hombre tripartito transformado. Ambos forman una pareja eterna.
El Espíritu también es todo-inclusivo y compuesto, el cual consta de la divinidad de Cristo, Su humanidad, la eficacia de Su muerte, Su resurrección y el poder de ésta, según lo tipifica el ungüento de la unción en Exodo 30:23-28. Este Espíritu llega a ser el Espíritu siete veces intensificado para llevar a cabo el mover de Dios durante la degradación de la iglesia (Ap. 1:4; 4:5; 5:6).
La suministración todo-inclusiva provista de todo lo que es, tiene, logró, obtuvo, alcanzó y hará el Dios Triuno procesado y consumado, quien es corporificado en el Cristo todo-inclusivo y hecho real en el Espíritu todo-inclusivo, la cual es llamada las riquezas inescrutables de Cristo, satisface oportunamente la necesidad de los que buscan a Cristo. Si buscamos seriamente a Cristo, recibiremos esta abundante suministración. Por medio de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo los que buscan a Cristo, los que son vencedores en la consumación de esta edad, lo viven a El para que El sea magnificado en la economía neotestamentaria de Dios a fin de producir y edificar el Cuerpo orgánico de Cristo, que es el complemento del Dios Triuno consumado, y que tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén como Su agrandamiento y Su expresión eternos por la eternidad.
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