Encarnación, inclusión e intensificaciónpor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-940-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Puesto que llegamos a ser Dios-hombres por medio de la regeneración, también tenemos el derecho de participar de la mente de Dios. Esto significa que nosotros los que somos humanos podemos tener una mente divina. Filipenses 2:5 dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Necesitamos dejar que la mente de Cristo sea la nuestra. De este modo podemos tener la mente de Cristo.
Efesios 4:23 dice: “Y os renovéis en el espíritu de vuestra mente”. Aquí el espíritu es el espíritu regenerado de los creyentes, el cual está mezclado con el Espíritu de Dios que mora en ellos. Este espíritu mezclado se extiende a nuestra mente, llegando a ser así el espíritu de nuestra mente. Cuanto más el espíritu mezclado penetre nuestra mente, la sature y la posea, más nuestra mente se parecerá a la de Dios. Esto es lo que significa hacer que la mente de El llegue a ser la nuestra, y esto es participar de la mente de Dios.
Ahora bien, los Dios-hombres tienen el derecho divino de participar del ser de Dios. Lo que Pablo dijo en 2 Corintios 3:18 en cuanto al hecho de que seamos transformados en la imagen del Señor “como por el Señor Espíritu” nos da la base para decir esto. Esto indica que la obra de transformación es hecha no por algo relacionado con el Señor Espíritu sino por el Señor Espíritu mismo. Por tanto, nosotros somos transformados con el propio ser de Dios.
En Efesios 3:8 Pablo habla de las inescrutables riquezas de Cristo, lo cual indica que estas riquezas fueron impartidas en nosotros. Las inescrutables riquezas de Cristo son las riquezas del ser de Cristo, las riquezas de lo que El es. Que las inescrutables riquezas de Cristo sean impartidas significa que participemos no sólo de la vida de Dios, Su naturaleza y Su mente, sino también de Su ser.
Nosotros como Dios-hombres también tenemos el derecho divino de participar de la imagen de Dios. En 2 Corintios 3:18 dice que somos “transformados en la misma imagen”. Esta es la imagen del Cristo resucitado y glorificado. En la obra creadora de Dios, el hombre fue hecho a la imagen de Dios exteriormente, pero la imagen en la cual somos transformados es interior. Ser transformado en la misma imagen es ser conformado al Cristo resucitado y glorificado, el Hijo primogénito de Dios, para ser hecho igual a El (Ro. 8:29).
La transformación es un metabolismo. El metabolismo relacionado con la transformación se puede comparar con lo que ocurre en nuestro cuerpo físico después de comer, digerir y asimilar el alimento. La transformación es la función metabólica de la vida divina que se lleva a cabo en los creyentes. Nosotros los cristianos, quienes somos Dios-hombres, tenemos al Señor Espíritu en nosotros, y el Señor Espíritu está en el proceso de llevar a cabo un cambio metabólico en nuestro ser, el cual nos transforma en la imagen de Cristo. Ser transformado metabólicamente en la imagen del Cristo resucitado y glorificado es participar de la imagen de Dios.
Finalmente, seremos llevados a la gloria de Dios para que participemos en ella. Hebreos 2:10 dice que Dios lleva a muchos hijos a la gloria. Pablo hace referencia a esto en Romanos 8:30: “A los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”. La glorificación es el paso de la salvación completa en el cual Dios satura completamente nuestro cuerpo con la gloria de Su vida y naturaleza. De este modo El transfigura nuestro cuerpo, conformándolo al cuerpo resucitado glorioso de Su Hijo (Fil. 3:21). Este es el último paso de la obra orgánica salvadora de Dios, en la cual Dios obtiene una expresión completa, la cual será manifestada finalmente en la Nueva Jerusalén.
Otro aspecto del derecho divino que los Dios-hombres tienen de participar de la divinidad de Dios es el derecho de participar de la filiación de Dios (Ef. 1:5; Ro. 8:23). Podemos tener la vida de Dios, Su naturaleza, Su mente, Su ser, Su imagen y Su gloria porque somos los hijos de Dios. Del mismo modo que un hijo humano tiene la vida, la naturaleza, la mente, el ser y la imagen de su padre humano, los hijos de Dios tienen la vida, la naturaleza, la mente, el ser y la imagen de su Padre divino. Además, del mismo modo que un hijo humano tiene parte en la gloria o el prestigio de su padre humano, los hijos de Dios tienen parte en la gloria de su Padre divino.
Efesios 1:5 nos dice que Dios nos predestinó “para filiación”. La palabra griega traducida predestinándonos en este versículo también puede traducirse “marcándonos de antemano”. Antes de la fundación del mundo, es decir, en la eternidad pasada, Dios nos predestinó, nos marcó de antemano, para filiación. Antes de que empezara el tiempo, Dios tenía la intención de que participáramos de Su filiación y decidió que lo haríamos.
Nosotros como Dios-hombres también participaremos de la manifestación de Dios (Ro. 8:19). Cuando Cristo nuestra vida se manifieste, nosotros seremos manifestados con El en la gloria (Col. 3:4). Hoy Dios se esconde, pero algún día será manifestado a todo el universo. Romanos 8:19 da a entender que cuando Dios se manifieste, se revele, nosotros los hijos de Dios participaremos de esa revelación, de esa manifestación. Dios será manifestado junto con Sus hijos, quienes serán semejantes a El en vida, en naturaleza, en mente, en ser, en imagen y en gloria.
El derecho divino que los Dios-hombres tienen de participar de la divinidad de Dios incluye el derecho de llevar Su semejanza. En 1 Juan 3:2 dice: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El, porque le veremos tal como El es”. Esto revela claramente que llevaremos la semejanza de Dios. No solo participaremos de la vida y naturaleza de Dios, sino que también llevaremos Su semejanza. Llevar la semejanza de Dios será una gran bendición y disfrute.
Finalmente, los Dios-hombres tienen el derecho divino de ser del género divino, de la especie de Dios (Jn. 1:12, Ro. 8:14, 16). Fuimos regenerados para ser del género divino. Como hijos de Dios somos del género divino, de la especie de Dios.
Juan 1:12 dice: “A todos los que le recibieron ... les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Recibimos al Señor Jesús creyendo en El, y Dios nos dio la potestad, el derecho, de ser hijos de Dios. “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:16). Este testimonio nos confirma y nos asegura de que somos hijos de Dios, que poseemos Su vida. Necesitamos entender esto y recordarlo. Dondequiera que estemos debemos recordar que somos Dios-hombres que tenemos el derecho divino de participar de la divinidad de Dios.
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