Información del libro

Cristo como la realidadpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3063-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 21 Sección 4 de 5

Una humanidad para servir

En Mateo 20:28 el Señor dijo: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir”. Muchos de los jóvenes, especialmente aquellos que viven juntos, quieren ser servidos, pero no quieren servir. No limpian la casa; no lavan los trastos; no cuidan su ropa; no quieren hacer nada. Ellos sólo prefieren dormir, descansar y disfrutar la vida que llevan entre los hermanos y hermanas. Ésta no es la humanidad que se necesita en la vida de iglesia. La humanidad para la vida de iglesia es una que sirve, y no una que es servida. Tenemos que servir aun al costo de nuestra vida. Necesitamos tal espíritu para servir a otros. Esto solamente puede proceder de la humanidad de Jesús.

Un hombre verdadero

Cuando el Señor Jesús vino a Jerusalén por última vez, los sacerdotes principales y los ancianos le preguntaron de dónde había obtenido autoridad para hacer las cosas que Él hacía. El Señor Jesús era un hombre apropiado y no les contestó. A veces es mejor no contestar nada, sino más bien responder con una pregunta; y esto fue lo que Jesús hizo. Él les preguntó si el bautismo de Juan era del cielo o de los hombres. Si ellos le contestaban, Él también les respondería de dónde había obtenido Su autoridad. Ellos entonces se pusieron a discutir entre sí y se dieron cuenta de que si decían que el bautismo de Juan era del cielo, Él les preguntaría por qué no le habían creído; y si decían que era de los hombres, el pueblo los apedrearía, porque todos tenían a Juan por profeta. Así que su mejor respuesta era mentir, y por tanto contestaron que no sabían. El Señor también les dijo: “Tampoco Yo os digo con qué autoridad hago estas cosas” (21:27). Por medio de esto el Señor les indicó que no era que no sabían, sino que ellos no querían contestarle. Ellos mintieron, pero Él no mentiría. Puesto que no le contestaron, Él tampoco les contestó. Él tenía tal humanidad.

Antes de Su crucifixión, cuando Él estaba siendo juzgado, el sumo sacerdote le preguntó si Él era o no el Hijo de Dios. El Señor Jesús contestó: “Tú lo has dicho; pero además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo en las nubes del cielo” (26:64). Al comienzo del Evangelio de Mateo el Señor tomó Su posición como hombre, y al final del evangelio se mantuvo en la posición de hombre. Él dijo que el Hijo del Hombre se sentaría en los cielos a la diestra de Dios y que el Hijo del Hombre vendría en las nubes del cielo. Él será el Hijo del Hombre para siempre y nunca dejará esa posición.

Más tarde, cuando fue acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, Él tampoco les contestó, de tal manera que se maravillaron. “Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió [...] Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravilló mucho” (27:12, 14). Muchas veces, si estuviésemos callados, otros se maravillarían de nosotros. Nosotros nos rebajamos al hablar mucho. Cuanto más hablamos, menos valor tenemos. Cuando no era necesario, el Hombre que vemos en el Evangelio de Mateo no dijo nada. ¡Qué humanidad es ésta que vemos en este libro!

LA HUMANIDAD DE JESÚS
SEGÚN EL EVANGELIO DE MARCOS

Diligente

Ahora veremos el Evangelio de Marcos, el cual nos dice claramente que Cristo es el Siervo de Dios. Pero ¿qué clase de hombre es este siervo? Primero que todo es un hombre muy diligente. Marcos 1 revela que Él era una persona excesivamente ocupada. Yo creo que se acostaba bastante tarde; sin embargo, en el versículo 35 dice: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. Muchas veces la gente se excusa diciendo que no se levantan temprano porque se acuestan muy tarde. Ellos sienten que sólo pueden atender el “servicio de las once de la mañana”. Pero la humanidad que sólo es buena para el mentado servicio de las once de la mañana nunca es buena para la vida de iglesia; sólo es buena para el servicio de las once de la mañana. La vida de iglesia necesita una humanidad que sea diligente y dinámica. A veces el Señor estaba tan ocupado que no tenía tiempo ni para comer. Sus parientes decían que estaba fuera de Sí (3:20-21); pero a veces necesitamos ser la clase de persona que está fuera de sí misma. Los que nunca han estado fuera de sí son por lo general los ociosos. Si una persona es diligente en las cosas del Señor, otros dirán que está fuera de sí.

Lo mismo ocurrió en Marcos 6. El Señor y Sus discípulos estaban muy ocupados, y muchos iban y venían, de manera que ni siquiera tenían oportunidad para comer: “Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco” (v. 31). Aunque algunas veces estaba fuera de Sí, otras veces se alejaba de todos. Él hizo esto no sólo para descansar en Su cuerpo, sino también en Su espíritu. Era tan equilibrado. A veces debemos estar ocupados, y otras veces necesitamos alejarnos para dar descanso a nuestro cuerpo y a nuestro espíritu. Ésta es una humanidad verdaderamente balanceada.


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