Vida cristiana normal de la iglesia, Lapor Watchman Nee
ISBN: 978-0-87083-495-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Con respecto a la iglesia universal, Dios primeramente la produjo y después puso apóstoles que le ministraran a ella (1 Co. 12:28), pero con respecto a las iglesias locales, el orden fue completamente diferente. El nombramiento de apóstoles precedió la fundación de las iglesias locales. Nuestro Señor primeramente comisionó a los doce apóstoles, y después llegó a existir la iglesia en Jerusalén. El Espíritu Santo primero llamó a dos apóstoles —Pablo y Bernabé— a la obra, y después surgieron varias iglesias en diferentes lugares. Así que está claro que el ministerio apostólico precede la existencia de las iglesias locales, y por lo tanto es obvio que la obra de los apóstoles no pertenece a las iglesias locales.
Como ya hemos observado, el Espíritu Santo dijo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”. El servicio que siguió al apartamiento de los apóstoles, y que generalmente llamamos sus viajes misioneros, el Espíritu Santo lo nombró: “la obra”. “La obra” era el objeto del llamamiento del Espíritu, y todo lo que fue realizado por Pablo y sus asociados en los días y años subsecuentes, todo por lo que ellos eran responsables, estaba incluido en el término: “la obra”. (Este término es utilizado en un sentido específico en el presente libro, y se relaciona con todo lo que está incluido en los esfuerzos misioneros de los apóstoles).
Puesto que las iglesias son el resultado de la obra, seguramente no pueden en manera alguna incluirla. Si hemos de entender la mente de Dios con relación a Su obra, entonces debemos diferenciar claramente entre la obra y las iglesias. Estas dos son completamente distintas en las Escrituras, y debemos evitar confundirlas; de otra manera cometeremos errores serios y se estorbará la realización de los propósitos de Dios. La palabra “iglesias” aparece con frecuencia en las Escrituras, así que ha sido fácil llegar a un entendimiento claro de su significado y contenido, pero el vocablo “obra” no es utilizado frecuentemente en la acepción específica en la que se emplea aquí, con el resultado de que le hemos hecho poco caso. Pero el Espíritu ha usado la expresión en una forma inclusiva para tratar todo lo relacionado con el propósito del llamamiento apostólico. Quedémonos entonces con el término que el Espíritu ha decidido emplear.
Se ha repetido muchas veces, pero indiquémoslo otra vez, que las iglesias son locales, y que nada fuera de la localidad debe interferir con ellas, ni deben ellas interferir con ninguna cosa más allá de esa esfera. Los asuntos de la iglesia deben ser administrados por hombres locales quienes han sido nombrados ancianos a causa de su madurez espiritual comparativa. Puesto que la obra de los apóstoles es la de predicar el evangelio y fundar iglesias, no la de asumir responsabilidades en las iglesias ya fundadas, su cargo no es un puesto en la iglesia. Si ellos van a trabajar en un lugar donde no existe una iglesia, entonces deben procurar fundar una por medio de la proclamación del evangelio; pero si ya existe una, entonces su obra debe ser distinta de ella. En la voluntad de Dios la iglesia y la obra siguen dos trayectorias distintas.
La obra pertenece a los apóstoles, mientras que las iglesias pertenecen a los creyentes locales. Los apóstoles son responsables de la obra en cierto lugar, y la iglesia es responsable de todos los hijos de Dios allí. En cuanto a la comunión de la iglesia, los apóstoles se consideran a sí mismos como hermanos de todos los creyentes en la ciudad, pero en cuanto a la obra, se consideran a sí mismos como su personal, y mantienen una distinción entre ellos y la iglesia. Como miembros del Cuerpo los apóstoles se reúnen para edificación mutua con todos los demás miembros en la localidad; pero como miembros ministrantes del Cuerpo, su ministerio específico los constituye un grupo de obreros distinto de la iglesia. Es erróneo que los apóstoles interfieran con los asuntos de la iglesia, pero es igualmente erróneo que la iglesia intervenga en los asuntos de la obra. Los apóstoles administran la obra; los ancianos administran la iglesia. Es lógico pues, que debemos entender claramente nuestro llamamiento. ¿Nos ha llamado Dios para ser ancianos o para ser apóstoles? Si ancianos, entonces nuestra responsabilidad está limitada a los asuntos locales; si apóstoles, entonces nuestra responsabilidad es extra-local. Si ancianos, entonces nuestra esfera es la iglesia; si apóstoles, entonces nuestra esfera se halla más allá de la iglesia, en la obra.
La razón por la cual Dios llamó a los apóstoles, y les encomendó la obra a ellos, es que El deseaba conservar el carácter local de la iglesia. Si alguna iglesia ejerce control sobre la obra en otra localidad, de inmediato se convierte en extra-local, y así pierde su característica específica como iglesia. La responsabilidad de la obra en diferentes lugares es encomendada a los apóstoles, cuya esfera se extiende más allá de la localidad. La responsabilidad de la iglesia es encomendada a los ancianos, cuya esfera está restringida a la localidad. Un anciano efesio es un anciano en Efeso, pero cesa de ser un anciano cuando va a Filipos. El oficio de anciano está limitado a la localidad. Cuando Pablo estaba en Mileto, deseaba ver a los miembros representantes de la iglesia en Efeso, así que envió por los ancianos de Efeso. Pero no se le envió llamamiento al apóstol de Efeso, por la sencilla razón de que no lo había. Los apóstoles pertenecen a diferentes lugares, no a un solo sitio, mientras que la esfera de los ancianos es estrictamente local, por lo cual ellos no tienen responsabilidad oficial más allá de la localidad en que viven. Siempre que la iglesia trata de controlar la obra, pierde su carácter local. Siempre que un apóstol intenta controlar una iglesia, pierde su carácter extra-local. Ha surgido mucha confusión porque se ha perdido de vista la línea divina de demarcación entre las iglesias y la obra.
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