Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3898-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Con respecto a Dios, debemos ver dos aspectos: lo que Dios es, y lo que Él hace. En primer lugar, Dios es, y, en segundo lugar, Él actúa o hace ciertas cosas. Jesús de Nazaret vino con estos dos aspectos de Dios. Sin embargo, él no vino primeramente para expresar lo que Dios es, sino para llevar a cabo lo que Dios deseaba que hiciera para la realización de Su propósito. Eso significa que Jesús no vino primeramente como el Hijo de Dios, sino como el Cristo. Por esta razón, en Mateo 16:16 Pedro dijo que Jesús era el Cristo, y luego añadió diciendo que Él también era el Hijo del Dios viviente.
Antes de empezar a hablar de la función que cumple el Ungido, debemos ver que el Hijo del Dios viviente es la corporificación de lo que Dios es. Todo lo que Dios es ha sido corporificado en el Hijo. Por lo tanto, el Hijo es la esencia, la sustancia, de lo que Dios es. Esto es para dar vida. El Padre es la fuente de la vida, y el Hijo es la impartición de la vida. Esto significa que el Padre es la persona escondida y que el Hijo es la persona expresada. El Hijo es la expresión del Padre a fin de ser la impartición de vida. Por consiguiente, si tenemos al hijo, tenemos la vida. Como dice 1 Juan 5:12: “El que tiene al Hijo, tiene la vida”.
Ahora debemos ver cómo el Hijo puede impartirse a nosotros como vida. Esto lo lleva a cabo el Cristo. Tal vez usted nunca se dio cuenta de que cuando el Ungido fue crucificado, Él estaba allí desempeñando Su función. Daniel 9:26 dice que se le quitaría la vida al Mesías. Esto era Su función. Mientras la vida le era quitada al Ungido, Él estaba cumpliendo Su función. No sólo Su muerte era parte de Su función, sino que también lo eran Su resurrección y Su ascensión. Por lo tanto, el Ungido estaba desempeñando Su función al ser crucificado, resucitado y al ascender, todo ello con fin de que el Hijo pudiera impartirse en nosotros como vida. Él es el Cristo, el Ungido de Dios, a fin de cumplir el propósito de Dios. El propósito de Dios es impartir lo que Él es en nosotros como vida. Esto únicamente se efectúa mediante la función que cumple el Cristo, el Ungido de Dios. Gracias a la función que realizó el Ungido, el Hijo del Dios viviente fue impartido en nosotros, y ahora poseemos vida.
En Mateo 16 Pedro recibió la revelación acerca de Cristo y el Hijo del Dios viviente. Sin embargo, no fue sino hasta el día de la resurrección que Pedro recibió al Hijo del Dios viviente como vida. Ese día, el Ungido de Dios cumplió Su función mediante Su crucifixión y Su resurrección para impartirse como el Hijo de Dios en Pedro. En el Día de Pentecostés el Ungido vino a ser la experiencia de Pedro. En el Día de la resurrección, Pedro recibió al Hijo de Dios como vida; y en el Día de Pentecostés, él obtuvo a Cristo para llevar a cabo su función. En otras palabras, en el día de la resurrección, Pedro llegó a ser un hijo de Dios al recibir al Hijo de Dios; luego, en el Día de Pentecostés, él fue ungido y llegó a ser parte del Ungido, parte del Cristo corporativo.
La iglesia está compuesta por muchos Barjonas, por muchos hijos de hombres naturales, quienes han recibido a Cristo como el Hijo de Dios y quienes han sido adheridos al Ungido. Por un lado, estos Barjonas tienen en su interior al Hijo de Dios como vida; y por otro, ellos han sido adheridos al Ungido para ser parte del Cristo corporativo. Esto es la iglesia.
En el pasado vimos cuatro aspectos de la iglesia: primeramente, vimos que la iglesia es la reunión de los que Dios ha llamado; segundo, que ella es la casa, la familia, de Dios; tercero, que ella es el Cuerpo de Cristo; y cuarto, que ella es el nuevo hombre. Sin embargo, no importa cuán claramente entendamos estos aspectos de la iglesia, aún necesitamos conocer cuál es el elemento constitutivo de la iglesia y cómo se forma su constitución intrínseca. La constitución intrínseca de la iglesia se forma primeramente con el elemento del Hijo del Dios viviente y luego con el elemento de Cristo. ¿Ha llegado a ser formada su constitución de esta manera, o todavía sigue siendo un Simón, un hijo de Jonás? Recuerde que en el día de la resurrección, el Hijo del Dios viviente fue constituido en Simón Barjona, el hijo de un hombre natural. Así pues, el Hijo del Dios viviente fue forjado en un hombre de carne y sangre. Como el hijo de Jonás, Pedro no tenía el elemento del Hijo de Dios. El Hijo de Dios no fue parte de su elemento constitutivo sino hasta el día de la resurrección, cuando Él se forjó en Pedro por medio de la muerte y la resurrección de Cristo. Por esta razón, en 1 Pedro 1:3 Pedro dice que nosotros fuimos regenerados mediante la resurrección de Cristo. Por medio de la resurrección de Cristo, el Hijo del Dios viviente se forjó en la constitución de Pedro. Un nuevo elemento, un elemento divino y celestial, le fue añadido. Éste fue el primer paso.
El segundo paso ocurrió cincuenta días después. En el Día de Pentecostés, Pedro fue constituido aún más con el Cristo ascendido, quien descendió sobre él. En el día de la resurrección, el Hijo de Dios se forjó en él; y en el Día de Pentecostés, el Cristo se derramó sobre él. De este modo, desde el Día de Pentecostés, Pedro llegó a tener a Cristo como su elemento constitutivo tanto por dentro como por fuera. Desde ese día en adelante, él ya no era Simón ni Barjona, pues había llegado a ser Pedro, una piedra.
La iglesia es un grupo de hijos de carne y sangre en cuya constitución se ha forjado el Hijo de Dios, internamente, y Cristo, externamente. Interiormente tenemos la vida, y externamente tenemos la capacidad que nos permite ejercer nuestra función. Interiormente estamos llenos del agua viva, y externamente estamos cubiertos de aceite. Por consiguiente, la iglesia es una nueva constitución.
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