Iglesia como el Cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4182-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Lo primordial en cuanto a la iglesia es la edificación; ya que sin la obra de edificación de Dios, no habría iglesia. Por un lado, la iglesia es producida por la regeneración; por otro lado, la Biblia claramente revela que la iglesia es producida al ser edificada. La Biblia raramente usa la expresión engendrar la iglesia, pero muchos pasajes nos habla de la edificación de la iglesia. Dios no sólo emplea mucho tiempo y esfuerzo en la edificación de la iglesia, sino que también nos habla mucho de cómo Él edifica la iglesia.
A fin de que Dios pueda edificar Su iglesia en nosotros, primero tiene que realizar una obra de demolición en nosotros. Esto está completamente relacionado con la demolición de la vieja creación. Todo lo que no pertenece a Cristo ni a Dios debe ser demolido, esto es, todo lo que no concuerda con Dios, todo lo que no puede mezclarse con Cristo y todo aquello en nosotros que usurpa, ocupa y reemplaza el lugar que le corresponde a Cristo. Dios tiene que derribar todas estas cosas. Además de esto, todo lo que concuerda con Dios y puede mezclarse con Cristo también debe ser demolido. En otras palabras, Dios tiene que derribar todo lo natural en nosotros, sea bueno o malo, y sea que concuerde o no con Dios.
Una persona que conoce a Dios verá que todas las cosas utilizadas en la edificación tienen que ser demolidas; incluso la humanidad con la cual el Señor Jesús se vistió en la encarnación tenía que ser demolida. El hecho de que el Señor entrara en la muerte significa que la humanidad de la cual se había vestido, fue demolida. Incluso la humanidad de la cual nuestro Señor se vistió, una humanidad sin pecado, fue introducida en la muerte y tuvo que pasar por la muerte. El Señor no sólo se encarnó, sino que también murió y resucitó. En Su encarnación Él se vistió de la naturaleza humana, y en Su muerte dicha naturaleza humana fue completamente demolida. Todo aquello de lo cual el Señor se vistió en la encarnación fue introducido en la muerte y fue completamente demolido. Todos sabemos que la muerte es una obra demoledora en el sentido más enfático, pues todo lo que muere se reduce a nada. El hecho de que el Señor entrara en la muerte dio por resultado que Su humanidad fuera demolida.
Al leer los pasajes relacionados con la crucifixión del Señor Jesús en Salmos 22, Isaías 53, Mateo 27 y Juan 19, podemos ver que cuando el Encarnado murió en la cruz, todo aquello de lo cual se había vestido fue completamente demolido. En la cruz vemos a un hombre en el momento de Su muerte. No ha habido ningún otro hombre cuyas circunstancias al morir fueran más severas que las del Señor Jesús. Hebreos 2:9 dice que cuando Él murió, gustó la muerte por todas las cosas. Cuando un hombre muere, simplemente muere, pero cuando nuestro Señor murió en la cruz, el proceso por el cual pasó fue un proceso muy completo. En la cruz la muerte hizo todo lo que podía hacerle a un hombre. Es posible que la muerte no haya operado de esta manera en algunas personas, pero la muerte agotó todo, le hizo todo lo que podía hacerle al Señor Jesús. Así pues, la humanidad de la cual nuestro Señor se vistió, fue ciertamente demolida por la muerte.
Sin embargo, nuestro Señor no permaneció en la muerte. Él murió y resucitó. La resurrección del Señor introdujo en Dios todo lo que la muerte había demolido. Todos los que conocen la redención de Dios, saben que la obra más grande del Señor se llevó a cabo en dos pasos. El primer paso fue Su encarnación; es decir, Dios entró en la humanidad. En la encarnación del Señor la divinidad se vistió de la humanidad. En palabras sencillas, Dios entró en el hombre, Dios se mezcló con el hombre. Sin embargo, si sólo tuviésemos el paso de la encarnación, veríamos el hecho de que Dios entró en el hombre, pero no veríamos que el hombre entró en Dios. Si sólo tuviésemos la encarnación, veríamos a Dios mezclado con el hombre, mas no al hombre mezclado con Dios.
Debemos tener claro que una cosa es que Dios entre en el hombre, y otra muy distinta, que el hombre entre en Dios. Aunque éstos son dos aspectos de una misma cosa, con todo, son distintos. La mezcla de Dios con el hombre es diferente a la mezcla del hombre con Dios. Por ejemplo, yo amo al hermano Huang; sin embargo, también quiero que él me ame. Si yo lo amo a él como hermano, pero él no me ama, hay un problema. Por consiguiente, éstos son dos asuntos muy diferentes. La encarnación introdujo a Dios en el hombre. No obstante, si la obra de Dios se hubiese detenido con la encarnación, Dios habría entrado en el hombre, pero el hombre no habría podido entrar en Dios. Es por ello que el Señor Jesús tenía que pasar por la experiencia de la muerte y la resurrección.
El principio de la muerte y la resurrección consiste en introducir al hombre en Dios. Nuestro Señor fue encarnado para que la divinidad pudiese entrar en la humanidad. Luego, por medio de Su muerte y Su resurrección, Él introdujo la humanidad en la divinidad. En Su encarnación, y antes de la resurrección, nosotros podríamos señalarlo y decir que había un hombre en la tierra que tenía la divinidad en Su interior. Pero después de Su resurrección y ascensión a los cielos, nosotros ahora podemos apuntar hacia Él y decir que hay una persona en el cielo que posee humanidad en Su interior; en otras palabras, que la humanidad ha entrado en Dios. Por medio de Su encarnación, el hombre en la tierra podía poseer la divinidad dentro de él; y por medio de Su muerte y resurrección, el Dios que está en los cielos ahora posee humanidad dentro de Él. Por medio de la encarnación, el Señor Jesús trajo a Dios a la tierra; y por medio de Su resurrección, Él llevó al hombre a los cielos.
Antes de que el Señor Jesús se encarnara, Dios no podía ser hallado en el hombre en la tierra; y antes de que el Señor Jesús muriera y resucitara, el hombre no podía ser hallado en Dios en el cielo. Pero el Señor se encarnó, y también murió y resucitó. Su encarnación trajo a Dios a la tierra, e introdujo a Dios en el hombre; y Su muerte y resurrección llevó al hombre al cielo y lo introdujo en Dios. Ahora podemos decir que el hombre que está en la tierra posee a Dios en su interior, y que el Dios que está en el cielo posee al hombre en Su interior. La encarnación del Señor Jesús introdujo a Dios en el hombre, e hizo que Dios se mezclara con el hombre; y la resurrección del Señor Jesús de entre los muertos introdujo al hombre en Dios, logrando que el hombre se mezclara con Dios. Así pues, tenemos dos principios básicos. A fin de que Dios pudiera entrar en el hombre, era necesaria la encarnación, y a fin de que el hombre pudiera entrar en Dios, era necesaria la muerte y la resurrección. Éstos son dos principios básicos.
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