Vida cristiana, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0260-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La segunda función del Espíritu todo-inclusivo es santificar a los pecadores durante el proceso en el cual se arrepienten y creen en Cristo antes de que sean regenerados (1 P. 1:2a). Convencer a la gente es santificarla, y santificarla es separarla. Los Estados Unidos son como un gran océano lleno de toda clase de peces, de toda clase de personas, que debemos pescar, pero no sabemos cómo convencerlas. No conocemos la “tecnología alta” de predicar el evangelio. El apóstol Pablo tenía muchas maneras distintas de convencer a la gente. Una vez que un hombre es convencido, es separado; ser separado es ser santificado.
La santificación de Dios, mediante Su Espíritu, que se lleva a cabo en Sus escogidos, consta de dos secciones. La primera sección se efectúa antes de que nos arrepintamos y creamos, y la segunda sección se lleva a cabo después de nuestra regeneración. La primera sección de la santificación que Dios el Espíritu efectúa es parte de convencernos. Esto corresponde a la búsqueda que la mujer, representando al Espíritu, realiza en Lucas 15:8-9. Muchos misioneros viajaron a otros países con el propósito de separar personas para Cristo, santificándolas al convencerlas. Muchos chinos eran discípulos de Confucio antes de que los misioneros fueran a China. Su filosofía, su lógica y su entendimiento de la ética se basaban en las enseñanzas de Confucio. Con el tiempo, muchos de los que vivían en la China antigua y conservadora fueron santificados, separados de estar en las enseñanzas de Confucio para estar en el evangelio de Cristo. En 1 Pedro 1:2a se nos habla de la santificación de las personas antes de que crean en Cristo. Antes de que las personas crean en Cristo necesitan tal santificación, tal separación hacia Cristo.
El Espíritu también tiene la función de dar vida a los creyentes en todo momento (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:6b). Mientras el Espíritu está santificando y convenciendo a los pecadores, este mismo Espíritu les está impartiendo vida. Tenemos que considerar cómo el Espíritu que santifica, separa y convence, les imparte vida a los pecadores. Mientras los predicadores están predicando la palabra, el Espíritu que santifica, separa y convence, les muestra la belleza de Cristo a los oyentes. Espontáneamente, dentro de los oyentes se despierta cierto deseo de apreciar a Cristo. Por fuera, es posible que los oyentes parezcan estar endurecidos y digan que no quieren a Jesús. Pero por dentro, mientras escuchan la palabra, se despierta dentro de ellos una aspiración por desear a Jesús. Este aprecio es el comienzo de su fe en Cristo.
Así que, la vida es impartida dentro de ellos, y esa vida es una persona. La vida es Cristo (Jn. 14:6a; Col. 3:4a). El Cristo, quien es hermoso, lleno de amor y atractivo, se imparte como vida dentro de ellos. Algunos de los que escuchan el evangelio tal vez le teman a sus padres y parientes, y no se atrevan a confesar que quieren ser cristianos, pero aun así dentro de ellos bulle cierto aprecio por Cristo. Mediante la predicación, ellos llegan a conocer a este Cristo hermoso. Por tanto, en el corazón de ellos se produce la fe, y esa fe también es Cristo. La misma vida que ellos aprecian es Cristo, y la acción de creer que nace dentro de ellos es también Cristo. En el momento que ellos creen, comienzan a disfrutar al Espíritu como Aquel que da vida.
El Espíritu todo-inclusivo regenera a los pecadores que se arrepienten y creen. Esto puede verse en Juan 3:5-6. La regeneración consiste en que se nos imparta otra vida, la vida divina, una vida que es diferente a nuestra vida humana. D. L. Moody dijo que la regeneración es el milagro más grande del universo. En un instante una persona puede ser regenerada. Ella viene a ser otra persona, no solamente poseyendo otra vida, sino también poseyendo otra persona. La vida y la persona son una sola entidad. Cristo es la vida de Sus creyentes; Cristo también es la persona de Sus creyentes. Antes de que una persona sea regenerada, ella vive solamente por medio de su vida, de su persona. Pero una vez que es regenerada, recibe otra vida, es decir, otra persona. En realidad, la persona es la vida y la vida es la persona. Así que, a partir de nuestra regeneración, ya no vivimos nosotros, sino que otra persona, Cristo, vive en nosotros (Gá. 2:20a). Ahora Cristo está dentro de nosotros como nuestra vida.
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