Cristo es todas las cosas y los asuntos espiritualespor Watchman Nee
ISBN: 978-0-7363-0698-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Muchos creyentes no saben que en el mundo espiritual no hay una cantidad de elementos; allí solamente se halla Cristo. En el mundo espiritual no hay paciencia ni humildad ni santificación ni luz, sino únicamente Cristo.
El Señor tiene que hacer una obra profunda en nosotros, pues eso es lo que necesitamos. Si no se prestara a malentendidos, les diría que necesitamos una segunda salvación. Cuando fuimos salvos, vimos que nuestra necesidad era Cristo y no las obras; que la salvación se obtenía por medio de Cristo y no por obras. Ahora necesitamos otra visión clara y profunda: no necesitamos cosas, sino a Cristo. Necesitamos una experiencia tan sólida y profunda como la de nuestra salvación, y necesitamos que muchas cosas sean derribadas como sucedió entonces. Cuando fuimos salvos, muchas cosas fueron derribadas y obtuvimos a Cristo. De la misma manera, muchas cosas deben ser derribadas en nosotros hoy. La diferencia radica en que lo que fue derribado la primera vez eran cosas pecaminosas, mientras que hoy deben ser derribadas cosas espirituales. La primera vez fue el orgullo, los celos, la vanagloria, la ira y otros pecados; ahora son la paciencia, la humildad y la presunta santidad. Tales cosas deben ser derribadas para que podamos ver que Cristo es nuestra vida, y que El es el que es. En esto consiste la vida cristiana interior, la cual es diferente de lo que comúnmente se oye entre el puelo cristiano.
Si ustedes no se ofendieran, les hablaría con franqueza. Muchos hermanos han venido a hablar conmigo haciéndome muchas preguntas. Sólo les he podido decir que tal vez ustedes piensen que son mejores que otros, pero temo que por el resto de sus vidas no dejarán de ser lo que son hoy. Tienen muchas virtudes, una gran paciencia y una profunda humildad. Son personas muy aptas y amables. Son afectuosos, serviciales y comprensivos. Están dispuestos a hacer cualquier cosa por otros. Desde el punto de vista humano, es difícil hallar un creyente como ustedes. Pero, aun así, debo decirles francamente que todo lo que poseen son sólo “cosas”. Deben comprender que lo que es verdaderamente espiritual ante el Señor no son las cosas, sino el Señor Jesucristo mismo. No es importante lo que ustedes sean, lo que puedan hacer ni lo que tengan; lo único que cuenta es Cristo. Lo único que tiene valor espiritual es lo que Cristo haya realizado en ustedes. En el mundo espiritual no hay muchas cosas; sólo está Cristo, y El es la realidad de todos los asuntos y las cosas de Dios.
Permítanme compartir algunas aplicaciones prácticas. Discúlpenme por mencionar algunas de mis experiencias personales. Hace algunos días un hermano tuvo un accidente en su casa. Ya que soy uno de los responsables de la iglesia, fui a visitarlo, le manifesté mi disposición de brindarle ayuda y le expresé mi interés por su caso; pues no quería dejar para después lo que era mi deber. Debemos ser creyentes llenos de amor o no ser creyentes en absoluto. Sin embargo, lo extraño fue que cuando decidí ir a visitar a este hermano, mientras me dirigía hacia su casa, interiormente me sentía cada vez más frío. Nada parecía responder en mi interior. Inmediatamente comprendí que lo que estaba haciendo era sólo un esfuerzo por actuar amorosamente; estaba tratando de expresar amor fraternal, pero como era yo el que lo estaba haciendo, aquello me llevó a experimentar muerte. Estaba haciendo lo correcto y era algo bueno, pero no era Cristo pues lo estaba haciendo por mi propio esfuerzo. El resultado de aquella acción fue muerte interior. Experimenté muerte y mucha frialdad en mi interior. La acción que realicé no me infundió nada de vida; sólo fue un acto humano de amor carente del Señor. Llegué a la conclusión de que fui yo el que amó. Siempre que tocamos a Cristo, recibimos vida. Pero siempre que nos involucramos en alguna actividad sin el Señor, obtenemos muerte. Cada vez que tratemos de hacer algo por nuestro propio esfuerzo, sin duda obtendremos muerte.
Tengamos presente que la vida cristiana se relaciona exclusivamente con Cristo; es únicamente Cristo. No es un cúmulo de virtudes. Si pudiéramos reunir toda la paciencia del mundo y millares de virtudes, no podríamos con ello producir un creyente. Si le añadimos toda la humildad que existe sobre la tierra, tampoco podríamos lograrlo. Si juntáramos millares de virtudes, lo que tendríamos sería un gran cúmulo de “cosas”, pero no a Cristo.
Hace algunos años, mis colaboradores bromeaban conmigo acerca de no pasar vergüenza y guardar las apariencias. Yo no sólo trataba de protegerme a mí mismo, sino también a otros, pues no me gustaba dejar a otros al descubierto y tampoco que otros se sintieran apenados después de salir de mi casa; no quería que se sintieran mal por lo que yo dijera. Antes de que otros se sintieran avergonzados de alguna forma, yo me avergonzaba primero por ellos. Me gustaba ser una persona amable, pero cuando trataba de ser bueno y amable ante los hermanos, algo dentro de mí me indicaba que estaba en muerte. Inmediatamente experimentaba la muerte espiritual, y la vida se extinguía en mí. Esto obedecía a que la amabilidad era sólo una virtud, era algo que yo desarrollaba; aquello no era Cristo. Por eso inmediatamente caemos en muerte; es como tocar un cadáver. Quedamos débiles e imposibilitados. Algo dentro de nosotros se derrumba y nos dice que todo se ha perdido.
El problema radica en que siempre que nos involucramos con una “cosa”, no hayamos nada en ella excepto muerte. Una vez que obtenemos una cosa, inmediatamente sentimos muerte, ya que aquello no es Cristo. Pero si tocamos a Cristo, inmediatamente tocamos la vida, ya que Cristo es la vida.
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