Dos grandes misterios en la economía de Dios, Lospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-2905-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Otro término que encontramos en las epístolas a Timoteo es la palabra economía, la cual es mencionada en 1 Timoteo 1:4. En dicho pasaje se nos advierte que enseñar cosas diferentes únicamente acarrea disputas en lugar de promover la economía de Dios, la cual es una economía mediante la cual Dios se imparte en Su pueblo escogido. El apóstol Pablo nos advierte en estos dos libros, que entre los así llamados cristianos hay muchas otras enseñanzas. Él incluso le encargó a Timoteo, su joven colaborador, que mandara a algunos que no enseñasen cosas diferentes. Enseñar cosas diferentes no significa necesariamente enseñar doctrinas erróneas ni enseñar herejías, sino enseñar otras cosas que no son la economía de Dios, es decir, que no corresponden con la enseñanza recibida acerca de la economía de Dios.
Si leemos 1 Timoteo nos daremos cuenta de que estas cosas diferentes incluían la ley de Moisés. Algunos enseñaban la ley, y otros enseñaban genealogías, en torno a las cuales se desarrolla la historia del Antiguo Testamento. Tanto la ley de Moisés como la historia del Antiguo Testamento se hallan en la Biblia. Ambas forman parte del oráculo santo y no son erróneas en sí mismas. La ley de Moisés se hallaba establecida sobre tres columnas o pilares: una de ellas era la circuncisión, otra era el día de reposo, el sábado, y la tercera era la santa dieta levítica. Todo varón israelita debía ser circuncidado al octavo día, lo cual se hacía una vez y para siempre. Además, cada siete días debía guardar el día de reposo, el sábado. Y no sólo esto, sino que todos los días de su vida tenía que ceñirse a la dieta santa, tres veces al día. Todas estas prácticas pertenecían al Antiguo Testamento, pero en el Nuevo Testamento estos tres pilares fueron abolidos. Primero, vemos que el propio Señor Jesús abolió ese pilar del judaísmo que era el sábado, el día de reposo (Mt. 12:1-8). Segundo, vemos que Pablo, con toda franqueza y confianza, consideró abolida la circuncisión (Gá. 5:6; 6:15). Y finalmente, podemos ver en Hechos 10 que también el pilar de la dieta santa había sido abolido. Si bien todas estas cosas ciertamente se hallan en la Biblia, ninguna de ellas forma parte del meollo o pensamiento central de la misma.
El meollo de la Biblia es el siguiente: el misterio del universo es Dios, el misterio de Dios es Cristo, y el misterio de Cristo es la iglesia. Este Dios es triuno y se imparte en nuestro ser a fin de que lleguemos a ser miembros del Cuerpo de Cristo, el cual es la iglesia; y nosotros somos seres tripartitos, que poseemos un espíritu humano, el cual es un receptor cuya función consiste en recibir al Dios Triuno. Cada día —mañana y noche— podemos beber a este Dios Triuno a fin de llevar la vida de iglesia. Pablo le encargó a Timoteo que mandara a algunos que no enseñaran cosas diferentes, sino que hablaran una misma cosa. Esta única cosa es Cristo y la iglesia, los misterios de la economía de Dios.
Ciertamente en la Biblia, incluso en 1 y 2 Timoteo, podemos encontrar otras enseñanzas además de la enseñanza de la economía de Dios. Muchas doctrinas, tales como la enseñanza relativa a las setenta semanas y los siete últimos años que se mencionan en el libro de Daniel, ciertamente pueden acarrear disputas y una serie de preguntas. Si caemos en tales discusiones, habremos caído en una trampa; de hecho, ésta es la razón por la cual muchos cristianos se han dividido.
¿En qué consiste el recobro del Señor? Éste consiste en traernos de regreso a los comienzos, a aquellos orígenes en donde no tienen cabida los cuestionamientos ni las divisiones. En los comienzos, todos los apóstoles hablaban una misma cosa. Pedro, Juan y Pablo hablaban una misma cosa. Tenemos que ser recobrados y retornar a los orígenes a fin de hablar una misma cosa, esto es, Cristo y la iglesia. Lo que nos importa es Cristo y la iglesia. Lo que nos importa es beber del Espíritu cada día y a cada hora. Lo que nos importa es presentar un testimonio vivo ante nuestros suegros, primos, vecinos, colegas y compañeros de escuela. Lo que nos importa es predicar el evangelio completo de Dios a los pecadores, llevar la vida de iglesia apropiada y tomar a Cristo como nuestra vida y nuestra persona. Sólo estas cosas debieran ser importantes para nosotros. No nos debemos interesar tanto por los diez cuernos en Apocalipsis, ni por los diez dedos de la imagen en Daniel. Estos asuntos ciertamente se mencionan en la Biblia, pero no nos interesan tanto, pues ellos no constituyen el meollo de la Biblia. Lo único que realmente nos importa es Cristo y la iglesia como misterios de la economía de Dios.
En el primer capítulo de este libro, Pablo le encargó a Timoteo que mandara a algunos que no enseñaran cosas diferentes (1 Ti. 1:3). Él le advirtió que algunos se habían desviado de la meta, que habían errado el blanco (v. 6). ¿Cuál es la meta? La iglesia. Podemos decir que la meta es Cristo, la iglesia y la Nueva Jerusalén. Estos tres son realmente lo mismo. Nos encontramos en el carril central, conduciendo hacia la meta, pero hay muchas distracciones en el camino. Algunos han perdido de vista esta meta al asumir que son maestros capaces de enseñar a las personas esta o aquella doctrina. Pablo nos exhorta a no ser distraídos por esta clase de doctrinas y nos insta a mantenernos en el carril central. El carril central es el misterio de Dios y el misterio de Cristo. El carril central es Cristo y la iglesia. El carril central consiste en que el Dios Triuno es el Espíritu compuesto, que nosotros tenemos un espíritu regenerado que se ha mezclado con el Espíritu divino, y que podemos disfrutarle en nuestro espíritu como nuestro todo a fin de llevar, en términos concretos y en nuestra práctica actual, la correspondiente vida de iglesia. Únicamente esta visión, una visión clara, podrá mantenernos todo el tiempo en este carril central.
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