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Mensajes de vida, tomo 2 (#42-75)por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6927-5
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CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE

EL EVANGELIO TODO-INCLUSIVO

Lectura bíblica: Jn. 1:1, 4, 11, 16; 4:14; 5:24; 6:57, 63; 7:37-38; 14:16, 23; 15:1, 3-5, 7-8; 17:1, 17; 20:22; 2 Co. 3:17; Ap. 19:13

Quisiera predicarles a ustedes el evangelio, tal como se nos presenta en el Evangelio de Juan.

NUESTRO ENTENDIMIENTO SUPERFICIAL
DEL EVANGELIO

El entendimiento general que tenemos del evangelio es demasiado limitado. Es cierto que el evangelio incluye el asunto del pecado, puesto que Juan 1:29 nos dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. Este versículo se refiere a la muerte de Cristo, puesto que ése fue el medio por el cual Él quitó nuestros pecados. Al leer 19:30 y 34 podemos concluir también que poner fin al pecado es algo que forma parte del evangelio.

El amor de Dios también se incluye en este Evangelio, como lo sabemos bien por lo que nos dice 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna”.

Nosotros éramos pobres pecadores, pero el Hijo de Dios nos amó y murió en la cruz por nuestros pecados. Si creemos en Él, seremos salvos; y cuando muramos, iremos al cielo. Esto es lo que generalmente pensamos que es el evangelio; sin embargo, debo decirles que el concepto de ir al cielo no se encuentra en el Evangelio de Juan. Es cierto que otros versículos parecen aludir a este pensamiento; pero ir al cielo, a decir verdad, no es el tema principal del evangelio.

EL EVANGELIO DE JUAN

En los veintiún capítulos de Juan, tenemos el evangelio. Si empezamos con el primer versículo, podemos ver claramente que el primer asunto no es el pecado. “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. El versículo 4 dice además: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. ¿Alguna vez consideró esto como el evangelio? Note lo que dice Juan 15: “Yo soy la vid verdadera, y Mi Padre es el labrador [...] Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto [...] No me escogisteis vosotros a Mí, sino que Yo os escogí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (vs. 1, 5, 16). Estos versículos también forman parte del evangelio. Juan 17, la oración más profunda y más elevada que hizo el Señor Jesús, también forma parte del evangelio: “Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti [...] Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad” (vs. 1, 17). Hemos considerado pasajes como éste como las verdades más profundas en cuanto a la edificación de los santos, mas no como parte del evangelio que debe ser predicado a los incrédulos.

Nosotros ciertamente necesitamos tener una perspectiva nueva del evangelio. Tal vez usted diga que estos pasajes que hemos mencionado son demasiado difíciles de entender para los incrédulos. Probablemente piense que incluso los que llevan mucho tiempo en la vida de iglesia no los entienden bien. Si ésa es su opinión, está engañado. Puede ser que los santos, e incluso los ancianos, encuentren difíciles de comprender versículos como éstos; pero ello se debe a que sus ojos están nublados y ya tienen el concepto de que estos asuntos son demasiado profundos para ser entendidos. Por lo tanto, su prejuicio lo engaña.

La idea que tenemos respecto a cómo predicar el evangelio es la de decirles a los pecadores cosas que ellos fácilmente pueden entender. Les decimos que ellos son pecadores, y luego les presentamos una aplicación de esto, diciéndoles que ellos alguna vez les han robado a otros. Luego les damos la advertencia del fuego eterno que arde en el infierno y los instamos a que escojan el cielo, donde hay calles de oro, crece un maravilloso árbol, fluye un río y se hallan mansiones. Esta clase de predicación concuerda con nuestro concepto natural. Si ése es nuestro enfoque, no tenemos necesidad de depender del Espíritu.

CREER POR OBRA DEL ESPÍRITU

Sin embargo, si predicamos el evangelio bíblico, tal como se presenta en Juan, ciertamente seremos constreñidos a confiar en el Espíritu. Diremos: “Señor, si Tú no abres los ojos de la gente, si Tú como Espíritu vivificante no realizas una obra profunda en sus corazones, nadie entenderá, ni siquiera yo mismo entenderé”. El resultado será que muchos entenderán y creerán. La verdad es que uno no cree por el simple hecho de entender. Cuando oímos el evangelio, encontramos que no teníamos más opción que creer. Aunque nos parecía una necedad creer, ¡no pudimos evitarlo! Cuando los incrédulos escuchen acerca de la Palabra que era en el principio, la Palabra que estaba con Dios y que era Dios, ellos creerán y se encontrarán alabando a Dios. Ellos lo alabarán por esta persona que es llamada la Palabra, y aunque en realidad no saben quién es Él, creerán que Él es Dios.


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