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Lecciones acerca de la oraciónpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1502-9
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 20 Sección 4 de 4

IV. ESTA VIDA AMA LA LUZ

Sabemos que la deshonestidad y la astucia son elementos que pertenecen a las tinieblas; mientras que la bondad, la justicia, la verdad y la rectitud son características de la luz. Si hay deshonestidad o astucia en nuestros motivos, nuestra manera de vivir, nuestras acciones o en nuestras conversaciones, ciertamente estamos en tinieblas. En ocasiones estas condiciones están ausentes, y sin embargo, hay otra clase de tinieblas, que son simplemente tinieblas. Algunas personas están en tinieblas debido a la deshonestidad, astucia o el orgullo; otras personas están en tinieblas simplemente porque en su interior hay tinieblas y carecen de luz. Puede ser que una persona se comporte muy bien, sin usar una gota de astucia, sino que es recta, sincera, sin engaño, sencilla y humilde. Aparentemente no tiene defecto alguno, pero en su interior ella está en tinieblas, debido a que carece de luz. Recuerde, por favor, que cualquier forma de tinieblas puede hacerle a usted incapaz de orar. El hombre no puede orar mientras que su interior esté en tinieblas.

Tal vez piense: “Ciertamente la astucia, la deshonestidad y el orgullo pueden causar que estemos en tinieblas en nuestro interior, pero ¿cómo podemos estar en tinieblas si no tenemos ninguna falta?”. Las tinieblas existen cuando hay algún problema, pero puede haber tinieblas aun cuando no tenemos ninguna falla moral. En realidad, hablando en términos espirituales, esta otra clase de tinieblas también responde a cierto problema subyacente. ¿Por qué existen las tinieblas en el hombre? Esto se debe principalmente a que el hombre permanece cerrado y velado en su interior. Tal vez ustedes conocen algún hermano o hermana que se comporta muy bien, que es humilde y amoroso, pero su ser no está abierto. No está abierto ni a Dios ni a los demás miembros del Cuerpo. Él está cerrado a Dios y al hombre. Además, es una persona que evidentemente rechaza la luz. Cuando la luz lo ilumina, no le presta ninguna atención, e incluso pone cualquier excusa para rechazarla. Por consiguiente, debido a que está cerrado y rechaza la luz, aunque es una persona buena, permanece en tinieblas.

Una cosa es segura: no importa que clase de tinieblas haya en el hombre, éstas siempre causarán que el hombre sea incapaz de orar. A las personas deshonestas u orgullosas no les gusta orar. Las personas astutas y aquellas que menosprecian a los demás, claramente no son capaces de orar. De igual manera, una persona que está cerrada a Dios y a los hombres, y que rechaza la luz, seguramente no disfrutará orar, porque la vida interior de oración es una vida que ama la luz. Cuanto más nos abrimos a Dios y a los hermanos y hermanas, más recibimos luz y más permitimos que la luz nos corrija. Cuando permanecemos en la luz, habrá en nosotros un deseo intenso de orar.

He conocido a ciertos hermanos y hermanas que son en verdad humildes, mansos, amorosos, sinceros y rectos; sin embargo, simplemente no les gusta orar. Les gusta hacer mandados, así como esforzarse por hacer algo por los demás, pero si les mencionan la oración, no les gustará. Ellos son realmente personas amables, pero desgraciadamente no les gusta orar. Cuando se encuentren con esta clase de situación, deben saber que tales personas permanecen en tinieblas. Las tinieblas en ellos no se deben al orgullo, a la astucia, a la deshonestidad ni al odio, sino a que no se abren y rechazan la luz, pues siempre ponen excusas para apartarse de la luz. Por consiguiente, no les gusta orar. La vida de oración en nosotros ama la luz, y cuanto más estamos en la luz, más la vida en nosotros ama la oración: esto es una ley.

V. ESTA VIDA POSEE UNA LEY
INHERENTE A LA ORACIÓN

Toda clase de vida posee sus propias leyes. Tal es el caso con nuestra vida física. La digestión es una ley, y el metabolismo es otra ley. ¿Qué es una ley? Es una capacidad natural que no requiere que la controlemos por medio de nuestra voluntad. Por ejemplo, cuando ingerimos alimentos, el estómago los digiere espontáneamente. Ésta es la ley de la digestión. Sin ninguna ayuda de nuestra parte, ciertos elementos son desechados automáticamente de nuestro cuerpo, mientras que otros elementos son añadidos. Ésta es la ley del metabolismo. Si ustedes pasan un objeto cerca de los ojos de alguien, sus ojos parpadearán espontáneamente. Esto también es una ley. Si comemos algo amargo, lo escupimos inmediatamente; si degustamos algo dulce, nos lo tragamos. Éstas también son leyes. Del mismo modo, en la vida de oración hay también la ley de la oración, la cual posee una capacidad natural que espontáneamente desea orar, sin que nadie lo motive a hacerlo.

Sin embargo, recuerden que aunque sea una ley, puede ser perjudicada por el hombre, tal como la ley de la digestión y la ley del metabolismo pueden ser perjudicadas por el hombre. Todos sabemos que cuando se daña alguna ley física, el resultado es una enfermedad. Siempre que el cuerpo se enferma, se debe a que se ha violado alguna de sus leyes. Del mismo modo, si no respondemos a la demanda de santidad que la vida en nuestro interior nos hace, debe ser por una enfermedad que frustra la ley de la oración. Si no tomamos medidas con respecto a los pecados conforme al sentir de la vida, o si nos negamos a salir de las tinieblas, esto también obstruirá la ley de la oración. En otras palabras, estamos enfermos. Por tanto, los hermanos y hermanas que raramente abren su boca para orar, sin duda están enfermos en su vida de oración. Si uno aprende a vivir en Dios, a responder a la demanda de santidad que Él hace, a obedecer el sentir de condenación que Él le da y a tomar medidas con toda clase de tinieblas, descubrirá que la vida de oración en él es sana y normal, y que la ley de oración funciona normalmente. Así que, espontáneamente, podrá orar y disfrutar de la oración.

En todo hombre existe la ley de la digestión, la cual digiere automáticamente los alimentos que se han ingerido. Si una persona no ingiere alimento cuando es hora de comer, se sentirá vacío y con hambre. Si no siente hambre después de dos días sin comer nada, probablemente la ley de la digestión se ha dañado. Existe también una ley de la oración, una ley que es inherente a la vida de todo cristiano y requiere que oremos regularmente. ¿Quiénes son las personas que no pueden orar? Deben ser aquellas en quienes la ley de la oración se ha dañado. Puede ser que no respondan a la demanda de santidad, ni obedezcan al sentir de la santidad dentro de su ser, o que no rechacen las tinieblas, a las cuales la vida interior aborrece. Esta vida es totalmente santa; por tanto, nos exige que seamos santos. Esta vida también aborrece los pecados a lo sumo; por tanto, constantemente produce en nosotros el sentir de aborrecer los pecados. Además, esta vida ama la luz, así que siempre nos requiere que salgamos de las tinieblas. Si no estamos dispuestos a responder a la demanda de santidad que proviene de esta vida, si descuidamos el sentir que aborrece al pecado o rechazamos la demanda de luz que esta vida requiere, nuestra vida de oración tendrá problemas automáticamente. Pero si estamos dispuestos a tomar medidas con respecto a estos asuntos, la vida de oración en nuestro interior resucitará inmediatamente. Además, hay una ley en esta vida que funcionará causando que oremos. Podremos orar y disfrutar de la oración, y todo lo que oremos tocará a Dios. Éstas son las habilidades inherentes a la vida de oración.


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