Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, Elpor Watchman Nee
ISBN: 978-1-57593-377-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Al comienzo de Génesis 37 Jacob se retrae, como si se jubilara. Antes de este tiempo, él se mantenía activo desde que se levantaba hasta que se acostaba. Tan pronto terminaba un asunto, empezaba otro. Jacob tipifica la fuerza de la carne. Nadie podía hacer que dejara de obrar ni de hablar. En Peniel Dios lo tocó, y en Bet-el lo perfeccionó. En Hebrón comienza a ponerse en un segundo plano. Al principio del capítulo treinta y siete, sólo en ocasiones salía de su encierro para decir algunas palabras o para hacer algo. La mayoría del tiempo se mantuvo relegado a un segundo plano. Se había vuelto una persona sosegada.
Si conocemos a Jacob, comprenderemos que por sus propios esfuerzos no hallaba reposo. Hay muchos cristianos así. Si uno les pide que descansen por un par de días, simplemente no pueden hacerlo; no son capaces de detenerse. Pero Jacob llegó a ser una persona sosegada en sus últimos años; dejó de ser activo en su vida natural. Esto era el fruto del Espíritu manifestado en Jacob. Esto no significa que después de ser quebrantada nuestra vida natural nos volveremos perezosos, ni que una persona que raras veces se esfuerza sea una que permanezca en Hebrón. Si pensamos que ser espiritual consiste en hacer muy poco o inclusive en no hacer nada, estamos muy equivocados. Cuando decimos que Jacob era sosegado, queremos decir que su energía natural había cesado. Jacob, después de volver a la casa de su padre y de habitar en Hebrón, se volvió sosegado y se mantenía en un segundo plano. La obra del Espíritu había prevalecido en Jacob.
La característica más sobresaliente de una persona cuya carne ha llegado a su fin es que en ella cesan las actividades carnales. Inclusive una persona tan enérgica como Jacob puede llegar a ser una persona sosegada e inactiva. No hay nada de qué maravillarse cuando una persona perezosa se hace a un lado. Puede ser que el Señor discipline a esta persona para que sea más activa. Pero Jacob era una persona que siempre estaba activa, siempre obtenía para sí el lugar había hecho prominente. Moverse a un segundo plano fue verdaderamente el resultado de la obra que Dios hizo en él.
Nosotros sabemos que Jacob era una persona astuta, sagaz y artificiosa. Una persona así por lo general no se interesa por los demás. Es difícil encontrar una persona artera que verdaderamente ame a los demás. Una persona que siempre está tramando contra los demás sólo tiene una meta: el lucro personal a expensas de los demás; solamente emprende lo que le traiga ganancia, y no hace nada que no le beneficie. Nunca se conduele de los demás ni les tiene consideración; es incapaz de amar. Jacob era una persona así. El sólo se preocupaba por sí mismo y no sabía amar a los demás. Hasta su amor por Raquel era egoísta. Aún así, Dios lo disciplinó. Después de salir de la casa de su padre, pasó por muchos sufrimientos y muchas dificultades. Al volver a la casa de su padre, aquellos a quienes amaba murieron uno por uno. Después su hija Dina fue deshonrada. Rubén, su hijo mayor, contaminó su lecho. Los sufrimientos que Jacob pasó fueron verdaderamente grandes. Para cuando se estableció en Hebrón, lo había perdido todo. Sin embargo, todos estos sufrimientos lo fueron madurando gradualmente. Ya no era activo, sino que se había convertido en una persona sosegada y que se mantenía en un segundo plano.
Jacob empezó a volverse compasivo. Cuando sus hijos apacentaban el rebaño lejos de la casa, envió a José para que viera cómo estaban. Aquí vemos que él era una persona ya mayor que amaba y cuidaba de sus hijos. Temía que tuvieran algún percance, y envió a José para que le informara cómo estaban sus hermanos. Jamás se le hubiera ocurrido que José sería vendido ni que sus hijos lo engañarían trayéndole la túnica de colores de José teñida de sangre. Génesis 37:33 dice: “Y él la reconoció, y dijo: La túnica de mi hijo es; alguna mala bestia lo devoró; José ha sido despedazado”. Qué dolor tan grande habrá sido para un hombre ya viejo proferir las palabras: “José ha sido despedazado”. Los siguientes versículos dicen: “Entonces Jacob rasgó sus vestidos, y puso cilicio sobre sus lomos, y guardó luto por su hijo muchos días. Y se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo; mas él no quiso recibir consuelo, y dijo: Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol. Y lo lloró su padre” (vs. 34-35). Paso a paso Dios fue despojando de todo a Jacob. Hasta José le fue quitado. La narración de los últimos versículos de Génesis 37 es verdaderamente conmovedora. Una vez más Jacob fue quebrantado y probado por la mano de Dios. Dios estaba haciendo de Jacob una persona llena de compasión y conmiseración.
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