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Los de corazón puropor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2060-3
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CAPITULO SIETE

DEBEMOS VIVIR CONFORME
A NUESTRA CONCIENCIA
Y DELANTE DE DIOS

EL HOMBRE CAIDO
NO ES GOBERNADO POR SU CONCIENCIA

En 1 Timoteo 1:5 dice: “Pues el propósito de esta orden es el amor nacido de un corazón puro, una buena conciencia y una fe no fingida”. El versículo 19 añade: “Manteniendo la fe y una buena conciencia, desechando las cuales naufragaron en cuanto a la fe algunos”. Asimismo, 2 Timoteo 1:3 dice: “Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis antepasados con una conciencia pura”. Efesios 4:19-20 menciona: “Los cuales, después que perdieron toda sensibilidad [conciencia], se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo”. Todos estos versículos nos muestran la importancia de la conciencia. Después que el hombre cayó, Dios dispuso que éste fuera gobernado por su conciencia. Por lo tanto, si la condición del hombre es normal, estará atento al sentir de su conciencia. Sin embargo, el hombre caído ni presta atención al sentir de su conciencia ni es gobernado por su conciencia; al contrario, se entrega a la lascivia.

LA GRACIA DE DIOS FORTALECE AL HOMBRE

Una vez que una persona es salva, tiene en ella la vida de Cristo. Sin embargo, si desea progresar en la vida de Cristo, tiene que tomar medidas exhaustivas para mantener una conciencia sin ofensa. Si la conciencia de un cristiano registra alguna ofensa que no ha sido resuelta, él no podrá progresar en nada. Quizás para algunos hablar así es hablar con severidad excesiva. Es posible que piensen que estos cuatro asuntos —realizar una confesión exhaustiva de nuestros pecados delante de Dios, tomar medidas minuciosas con respecto a los pecados cometidos delante de los hombres, mantener una conciencia sin ofensa y consagrarse a Dios de manera absoluta— son demasiado difíciles de llevar a cabo y parecen contradecir las palabras de gracia. Por una parte, se nos ha dicho que todo depende de la gracia de Dios y de lo que El hace, y que no necesitamos hacer nada; por otra, se nos ha dicho que debemos realizar una confesión exhaustiva, tomar medidas con respecto a nuestros pecados y consagrarnos a Dios. Estos dos aspectos aparentemente son contradictorios entre sí, de modo que el hombre no sepa qué hacer. Las palabras de gracia son placenteras al oído, constituyen una provisión plena y resultan muy reconfortantes, mientras que las palabras que nos instan a tomar ciertas medidas pueden parecernos demasiado severas, casi crueles, muy difíciles de aceptar y que van más allá de lo que el hombre es capaz de hacer. Así pues, el hombre se encuentra en un dilema.

En realidad, la gracia de Dios no debilita al hombre sino que, más bien, lo fortalece. El hecho de que un cristiano no confiese exhaustivamente sus pecados delante de Dios o que no tome medidas minuciosas con respecto a sus pecados delante de los hombres, es prueba de que está carente de gracia. Si un automóvil no arranca, se debe a que está estropeado o le falta combustible. Cuando un auto está en buenas condiciones y tiene suficiente combustible, con certeza habrá de funcionar normalmente. De igual manera, si un cristiano no ha realizado una confesión exhaustiva de sus pecados delante de Dios, o no ha tomado medidas detalladas con respecto a sus pecados delante de los hombres, esto es prueba de que está carente de la gracia de Dios. Si el cristiano no presta la debida atención a su conciencia ni se consagra absolutamente a Dios, esto es también prueba de que carece de la gracia de Dios. Lo que Dios exige y la gracia de Dios no son incompatibles entre sí; sino que, por el contrario, se complementan mutuamente.

RECIBIR LA GRACIA DE DIOS
PARA CUMPLIR CON LO QUE DIOS EXIGE

Muchas de las leyes naturales que rigen el mundo físico poseen dos facetas que, aparentemente, son contradictorias entre sí. Quienes hayan estudiado física saben que en este universo existen dos fuerzas distintas, a saber: la fuerza centrípeta y la fuerza centrífuga. La razón por la que muchos objetos no caen al suelo es porque tanto la fuerza centrípeta como la fuerza centrífuga están operando conjuntamente. Una lámpara es otro ejemplo. Para que una lámpara alumbre, requiere de dos cables eléctricos; si tuviese sólo un cable, no funcionaría. Otro ejemplo es que en el universo no sólo existe el agua de lluvia, sino también los rayos solares; mientras que el agua de lluvia suministra, los rayos solares consumen. Unicamente cuando el agua de lluvia y los rayos del sol operan conjuntamente, podrán crecer los organismos vivos. Si las plantas recibieran únicamente el resplandor del sol durante todo el año y no fueran regadas por la lluvia, les sería imposible crecer. De modo inverso, si sólo fueran regadas por la lluvia y no recibieran los rayos solares, las plantas tampoco podrían crecer. Aún más, también sabemos que existe tanto el día como la noche; de modo que hay, en perfecto orden, labor y reposo para todas las cosas. Asimismo, el crecimiento de una persona depende tanto del suministro como del consumo; por ello, todos los médicos exhortan a la gente a alimentarse apropiadamente y a hacer ejercicio. Alimentarnos constituye un suministro, mientras que hacer ejercicio consume. La vida espiritual sigue el mismo principio.

Si un cristiano sólo recibe la gracia y el amor de Dios y no cumple con lo que Dios requiere, definitivamente no crecerá de forma apropiada. Cuanto más un cristiano reciba la gracia de Dios y cumpla con lo que Dios exige, mejor y más rápido será su crecimiento. Un cristiano apropiado debe, por una parte, recibir la gracia y amor de Dios mientras que, por otra, debe cumplir estricta y absolutamente con lo que Dios exige. Si Dios le pide que tome ciertas medidas con respecto a sus pecados, un cristiano apropiado tomará estas medidas sin reservas. Si Dios le pide que confiese los pecados que ha cometido, él lo hará sin argumentar. Si Dios le pide que se consagre, se consagrará a Dios de manera absoluta. Si Dios le pide que tome medidas a fin de mantener una conciencia sin ofensa, esta persona lo hará de la manera más completa. Un cristiano apropiado no es descuidado, ni tampoco hace nada a medias; más bien, procura minuciosamente mantener una buena conciencia. Las personas experimentadas pueden dar testimonio de que cada vez que una persona recibe gracia delante de Dios, con toda certeza confesará sus pecados, tomará medidas respecto a ellos, se consagrará a Dios y mantendrá una conciencia sin ofensa.

Una persona que confiesa sus pecados, toma medidas con respecto a ellos, se consagra a Dios y mantiene una conciencia sin ofensa, con toda certeza recibirá más gracia. Si hacemos suficiente ejercicio, con toda seguridad nos gustará comer y comeremos bien. De igual manera, cuanto más estrictamente cumplimos con lo que Dios exige, más poderosa será Su gracia en nosotros. En apariencia, estas dos cosas son contradictorias entre sí; pero de hecho, se complementan mutuamente. Sin la gracia de Dios nos sería imposible cumplir con estas demandas, y si no cumplimos con tales exigencias, no habremos de recibir más gracia. Espero que estas palabras no sean mal entendidas ni mal interpretadas, y no vayan a pensar que es imposible cumplir con tales requerimientos. Por la gracia de Dios, podemos cumplir con lo que Dios exige; y por la gracia de Dios, somos capaces de tomar medidas con respecto a todos los pecados.


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