Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1126-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el primer capítulo de 2 Corintios, Pablo dice que él y sus colaboradores fueron abrumados sobremanera más allá de sus fuerzas, de tal modo que aun perdieron la esperanza de vivir (v. 8). Dice además que tuvieron en ellos mismos sentencia de muerte, para que no confiasen en sí mismos, sino en Dios que resucita a los muertos (v. 9). Esta declaración: “para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios”, debe impresionarnos. El propio Dios, que está en los cielos, entró en nuestro espíritu mediante la redención que Cristo efectuó (Col. 1:27; 2 Ti. 4:22). Agradecemos al Señor que ahora El mora en nuestro espíritu, desde donde nos llama a abandonar todo lo perteneciente al alma y a volvernos a nuestro espíritu, para que tengamos contacto con El. No debemos confiar en nuestro yo ni en nuestra alma, sino en Dios, quien está en nuestro espíritu.
Quizás tengamos el entendimiento doctrinal de esto y se nos haga fácil decir que no confiamos en nosotros mismos sino en Dios, pero probablemente nuestra experiencia testifique de lo contrario. Por ejemplo, si la esposa no trata amablemente al marido, la reacción de éste será usar su mente para analizar la condición de ella; esto es un ejemplo de lo que significa confiar en nosotros mismos. Si en verdad hemos aprendido la lección de no confiar en nosotros mismos, no usaríamos nuestra mente primero, sino que ejercitaríamos nuestro espíritu. Debemos en tal caso volvernos de inmediato a nuestro espíritu y ejercitarlo para tener contacto con Dios. Esto es lo que significa, en la práctica, no confiar en nosotros mismos sino en Dios. Todos debemos obtener esta clase de experiencia.
En 2 Corintios 1:12 Pablo dice que se conducía, “no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios”. Confiar en nosotros mismos es incorrecto, pero confiar en la sabiduría carnal es aun peor. Pablo no habla de sabiduría humana, sino de sabiduría carnal. Por lo general relacionamos la sabiduría con la mente, pero aquí Pablo se refiere a una sabiduría que procede de la carne. La sabiduría carnal es contraria a la gracia de Dios, pues conecta el alma con la carne. En cambio, la gracia de Dios se experimenta primero en nuestro espíritu, y después opera por medio del alma y del cuerpo. Confiamos en Dios, y este Dios en quien confiamos obra en nosotros. Así que, la gracia es el propio Dios quien opera en nosotros; El obra desde nuestro espíritu por medio de nuestra alma y nuestro cuerpo, a fin de que todo nuestro ser esté bajo su operación. No debemos confiar en nosotros mismos, sino únicamente en Dios. Nuestra conversación, nuestro andar y vivir en este mundo no deben proceder de la sabiduría carnal, sino de la gracia de Dios. Si tomamos este camino, ya no obraremos por nosotros mismos, sino que permitiremos que Dios opere desde nuestro espíritu y por medio de nuestra alma y nuestro cuerpo. De esta manera, todo nuestro ser estará bajo Su operación, y seremos personas que viven y andan continuamente en el Lugar Santísimo.
Debido a que Pablo era una persona que vivía en el Lugar Santísimo, podía decir: “no tuve reposo en mi espíritu” (2:13). El no dijo que no tuvo reposo en su mente o en su corazón, sino en su espíritu. Para entender 2 Corintios es importante prestar atención a frases claves tales como éstas: “para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios”; “no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios”; y “no tuve reposo en mi espíritu”. Pablo no dijo que no tuvo reposo en el Espíritu, sino “en mi espíritu”. El era una persona que vivía, andaba y laboraba totalmente inmerso en el espíritu; no vivía en su alma o en su carne, sino en su espíritu. Por eso dijo: “no tuve reposo en mi espíritu”.
Esto muestra que Pablo no se dejaba afectar por las circunstancias ni tampoco por sus propias ideas o puntos de vista; él solo prestaba atención a su espíritu. Debido a que su hermano Tito no había venido, él no tuvo reposo en su espíritu. Me agrada mucho esta expresión: “en mi espíritu”. Tenemos que llegar a conocer nuestro espíritu y aprender a hacer todas las cosas en él. Si estamos contentos, debemos estarlo en nuestro espíritu, y si estamos tristes, debemos estarlo también en nuestro espíritu. Muchas veces estamos contentos, pero esa alegría procede de nuestra parte emotiva; quizás no sepamos cómo estar contentos en nuestro espíritu ni cómo tener reposo en nuestro espíritu, pero tenemos que aprender. Debemos prestar atención a nuestro espíritu y ser personas que viven en el espíritu.
Más adelante, en 2 Corintios 4:13, Pablo dice que él y los hermanos que lo acompañaban tenían “el mismo espíritu de fe”. Tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu a tal grado. En todo lo que hagamos o digamos, debemos tener la certeza de que poseemos el mismo espíritu y que estamos en el mismo espíritu. Esto no se lleva a cabo en la esfera del alma ni de la carne, sino en el espíritu. Cuando visitemos a un hermano o tengamos comunión con otros, debemos hacerlo en nuestro espíritu.
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