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Vasos útiles para el Señorpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4462-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 12 Sección 4 de 8

EL CAMBIO DEL SISTEMA
DEBE CORRESPONDER CON LA PALABRA

El resultado de la comunión que sostuve con los ancianos es que he podido ver un cuadro muy claro de la situación. La iglesia en Taipei tiene más de diez mil santos y más de tres mil de ellos asisten regularmente a las reuniones que se celebran en los veintiún salones en Taipéi. Sin embargo, el ministerio de la Palabra que se ministra en cada local ha sido muy débil, y como resultado la obra no se ha propagado. Desde que se cambió el sistema en octubre se ha producido un gran incremento en muchas de las iglesias. Hubo un incremento de más del cincuenta por ciento en las iglesias en Yunghó, Sinchú, Taichung, Tainán y Kaohsiung; la iglesia en Taipéi es la única excepción. En la iglesia en Taipéi no solamente no ha habido aumento, sino que el número de santos ha disminuido cinco por ciento.

Cuando comenzamos a introducir el cambio del sistema, declaré que nuestra práctica se hallaba en la etapa inicial. Éramos como los científicos que realizan investigaciones en los laboratorios tratando de encontrar un camino nuevo que se ciñese a las Escrituras. Por tanto, nombramos a los diáconos principales como ancianos en cada salón para que tratasen de llevar la iglesia adelante. Ahora, después de año y medio, al examinar los resultados de nuestro experimento, los ancianos y yo descubrimos que en vez de aumentar, disminuimos, lo que nos indica que hay una debilidad en nuestra práctica.

La iglesia en Taipéi es una iglesia que cuenta con muchos bienes y recursos. Cuando comencé a laborar aquí, el primero de agosto de 1949, había menos de cien santos que asistían con regularidad a las reuniones en Taipéi. Cinco meses después, a finales de ese año, el número había incrementado a novecientos santos, y cinco años después se produjo un incremento numérico del cien por ciento en toda la isla de Taiwán. Cuando comenzamos a laborar en la isla, contábamos con unos cuatrocientos o quinientos santos; sin embargo, en 1955, antes de la visita del hermano T. Austin-Sparks, contábamos entre unos cuarenta a cincuenta mil santos según nuestros cálculos. En otras palabras, se produjo un incremento numérico del ciento por ciento en menos de seis años. Éste era el índice de incremento en la etapa inicial de la obra realizada en Taiwán. Ahora tenemos el gran capital de tres a cuatro mil santos en Taipéi; sin embargo, después de diez meses que iniciamos el cambio del sistema, ni siquiera hemos podido añadir mil miembros. Esto indica que existe una gran deficiencia entre nosotros.

Yo regresé con el propósito de estudiar minuciosa y seriamente nuestra situación para hallar la causa de nuestro bajo índice de crecimiento. Si bien no pude visitar todos los locales de reunión ni tener contacto con cada anciano, después de un minucioso análisis llegué a la conclusión que la razón principal de nuestro bajo índice de crecimiento se debe a lo débiles que somos al ministrar la Palabra. Debemos darnos cuenta de que las personas no asisten a las reuniones porque los salones son bonitos, o porque los santos son agradables ni por otros factores. La única razón por la cual ellas asisten a las reuniones se debe a un ministerio fuerte de la palabra y a la transmisión de las verdades ricas. La iglesia en Yunghó experimentó un gran incremento numérico debido a que el hermano que toma la delantera estudia la Palabra junto con los que sirven a tiempo completo, a fin de ser fortalecidos y poder exponer la verdad. Esto es lo que atrae a las personas.

El HOMBRE FUE CREADO CON LA HABILIDAD
INNATA DE AMAR LA VERDAD

El hombre posee la habilidad innata de amar la verdad. Hay indicios claros de esto en la Biblia. Por ejemplo, cuando el Señor Jesús inició Su ministerio, por lo general predicaba la palabra en las montañas y en los desiertos. En tales lugares no existían instalaciones lujosas y confortables, pero la gente acudía en multitudes. Cuando surgió el orador John Wesley en Inglaterra, él predicaba en las calles. Uno de sus contemporáneos, George Whitefield, quien fue considerado aún más poderoso que él, predicaba en campo abierto. En aquellos días no existían ni micrófonos ni las instalaciones apropiadas. Los predicadores simplemente alzaban la voz y hablaban en voz alta, y multitudes de gente acudían para escucharlos. Hoy en día nuestro hablar es débil, y esta debilidad no la podemos remediar con dinero, con conocimiento ni con habilidad. Lo que las personas quieren no es nuestro conocimiento, elocuencia o talento, sino que desean la palabra que los abastece. Dios creó al hombre con esta habilidad innata de amar la verdad.

Al crear al hombre Dios puso en éste un anhelo por adquirir conocimiento. Ésta es la razón por la cual los seres humanos, desde la niñez, desean conocer las cosas que los rodean. Una madre sabia no obligaría a sus hijos a hacer ciertas cosas ni tampoco los castigaría golpeándolos cuando les enseña algo. Más bien, les hablaría extensamente y, por medio de su hablar les imparte cierto conocimiento. En lo que se refiere a la educación de sus hijos, los occidentales no son necesariamente mejores que los chinos, pero algo bueno que ellos hacen es que frecuentemente les leen a sus hijos alguna historia antes de irse a la cama. Además, en ocasiones cuando una madre ve a su hijito hacer travesuras, en vez de darle una paliza, le lee un cuento. Una vez que el niño comienza a poner atención, se apacigua, se comporta debidamente, obedece y deja de hacer travesuras. Esto se debe a que interiormente el niño anhela obtener más conocimiento. Cuanto más aprende un niño, más alegre y satisfecho se sentirá.


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