Información del libro

Estudio-vida de Marcospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1437-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 70 Sección 3 de 4

LOS QUE SE ARREPIENTEN
SON LLEVADOS AL SALVADOR-ESCLAVO

Marcos 1:5 dice: “Y salían a él toda la región de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados”. Judea era una región en la que se encontraban la ciudad santa, el templo santo y una cultura elevada; por tanto, era una región de honra. No obstante, el versículo 5 dice que toda la región de Judea y todos los de Jerusalén salían a Juan el Bautista. Cuando las personas se arrepentían al oír la predicación de Juan, éste las sumergía en las aguas de muerte para sepultarlas, ponerles fin y así prepararlas para ser resucitadas por el Salvador-Esclavo, quien los hacía germinar con el Espíritu Santo al confesar ellas sus pecados.

Bautizar significa sumergir, sepultar, en agua; por tanto, el bautismo representa la muerte. Juan el Bautista bautizaba para mostrar que los arrepentidos solamente servían para ser sepultados. Dicho bautismo también significaba que se le ponía fin a la vieja persona, y que el bautizado podía experimentar un nuevo comienzo en resurrección, por medio de Cristo como el dador de vida. Por consiguiente, después del ministerio de Juan, vino Cristo. El bautismo de Juan no solamente puso fin a los que se habían arrepentido, sino que también los llevó a Cristo para que tuvieran vida. En la Biblia el bautismo implica muerte y resurrección. Ser bautizado en agua equivale a ser puesto en la muerte y sepultado allí, mientras que ser levantado del agua significa resucitar de la muerte.

Marcos 1:7 dice referente a Juan el Bautista: “Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar, agachado, la correa de Sus sandalias”. Aunque Juan predicaba un bautismo de arrepentimiento, la meta de su ministerio era una persona maravillosa: Jesucristo, el Hijo de Dios. Juan no se hizo así mismo el centro de su ministerio, como si fuera un imán que atraía a otros. Comprendía que sólo era un mensajero enviado por Jehová de los ejércitos para traer a las personas al Hijo de Dios, Jesucristo, y para exaltarlo a El como la meta de su ministerio.

Juan el Bautista predicaba el arrepentimiento y bautizaba a los que se arrepentían, poniendo fin así a su vida pasada. Esta terminación preparaba el camino y enderezaba las sendas para que el Salvador-Esclavo entrara en los penitentes. El ministerio de Juan consistía en llevar a las personas al Salvador-Esclavo; así que les decía que él mismo no era la meta de su ministerio, sino uno que venía después de él y que era mayor que él. Incluso les decía que no era digno de desatar la correa de las sandalias del que venía.

EL BAUTISMO EN AGUA Y EN EL ESPIRITU SANTO

Según 1:8, Juan el Bautista dijo: “Yo os he bautizado en agua; pero El os bautizará en el Espíritu Santo”. El agua representa la muerte y la sepultura, cuyo propósito es darle fin al pueblo arrepentido; el Espíritu Santo es el Espíritu de vida y resurrección cuyo fin es hacer germinar al pueblo aniquilado. El agua era señal del ministerio de arrepentimiento llevado a cabo por Juan; el Espíritu Santo era señal del ministerio de vida llevado a cabo por el Salvador-Esclavo. Juan sepultaba a las personas arrepentidas poniéndolas en las aguas de la muerte; el Salvador-Esclavo las resucitaba para regenerarlas en el Espíritu de Su vida de resurrección. Las aguas de la muerte, las cuales representan la muerte todo-inclusiva de Cristo en la cual son bautizados Sus creyentes (Ro. 6:3), no solamente sepultaban a las personas bautizadas, sino también sus pecados, el mundo, su vida pasada y su historia (tal como el mar Rojo sepultó a Faraón y al ejército egipcio por el bien de los hijos de Israel, Ex. 14:26-28; 1 Co. 10:2). También las separaban del mundo corrupto que había abandonado a Dios (tal como el diluvio lo hizo con Noé y su familia, 1 P. 3:20-21). El Espíritu Santo, en quien el Salvador-Esclavo bautizaba a los que creían en El, es el Espíritu de Cristo y el Espíritu de Dios (Ro. 8:9). Así que, ser bautizado en el Espíritu Santo es ser bautizado en Cristo (Gá. 3:27; Ro. 6:3), en el Dios Triuno (Mt. 28:19) y en el Cuerpo de Cristo (1 Co. 12:13), el cual está unido a Cristo en el único Espíritu (1 Co. 6:17). Al ser bautizados en tales aguas y en tal Espíritu, los creyentes de Cristo son regenerados y entran en el reino de Dios, en la esfera de la vida divina y el gobierno divino (Jn. 3:3, 5), para vivir por la vida eterna de Dios en Su reino eterno.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top