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Vida y la edificación como se presentan en Cantar de los cantares, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2853-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 16 Sección 2 de 4

EL DESIERTO

Para el momento en que la buscadora sale del desierto, ella ya ha perdido su personalidad. El desierto, según mi experiencia, es simplemente nuestra voluntad. Por lo tanto, salir del desierto es salir de nuestra voluntad. El desierto es verdaderamente la región de nuestra voluntad. Mientras permanezcamos en nuestra voluntad, estaremos vagando en el desierto. Nunca podremos andar por un camino recto para seguir al Señor. Nuestra voluntad viene a ser un engaño para nosotros. Por lo tanto, cuando la buscadora sale del desierto, ella está saliendo de su voluntad. Anteriormente ella era semejante a una yegua, a un lirio y a una paloma; pero ahora, esta persona que era tan terca se ha convertido en columna de humo.

“¿Quién es ésta [heb.] que sube del desierto cual columna de humo?”. La respuesta es que ella es la litera de Salomón. Ella ya no tiene carácter ni voluntad. Todos sabemos que una litera no tiene voluntad. Mientras nosotros conservemos nuestra voluntad, no podremos ser el lugar de reposo para Jesús. Sería espantoso tratar de descansar sobre algo que tiene una voluntad férrea. Pero es fácil descansar sobre una cama o una litera, porque no tiene voluntad. Si nuestra litera o cama tuviera una voluntad, nos sería imposible descansar durante la noche. Pero ahora ella se ha convertido en una litera y en un palanquín desprovisto de voluntad. Y al final ella llega a ser la corona.

UNO CON CRISTO

Es muy interesante ver que cuando surge la pregunta con respecto a la que sale del desierto, podemos ver una progresión en la respuesta. Primero, ella es la litera, luego es un palanquín, y por último, ella es Salomón con una corona. Ella no es simplemente algo que acompaña a Salomón, sino que ella misma es Salomón con algo. ¿Quién es ésta? Es sencillamente Cristo con una corona. Ella no es simplemente la litera de Salomón o el palanquín de Salomón, sino Salomón mismo con una corona. Esto demuestra que ahora la buscadora es verdaderamente uno con el Señor. Ella ha llegado a ser Cristo con una corona. Únicamente cuando somos uno con Cristo, Él puede jactarse y gloriarse a causa de nosotros. Alabado sea el Señor, pues un día, cuando otros pregunten acerca de nosotros, la respuesta que se les dará tendrá que ver con Cristo, pues seremos Cristo con Su corona.

LA ESTRUCTURA EXTERNA
Y LA DECORACIÓN INTERNA

En el palanquín debemos resaltar dos aspectos: la estructura externa y la decoración interna. Salomón se hizo un palanquín de madera del Líbano. Ésta es la estructura sólida. La madera representa la humanidad, y el Líbano alude a la resurrección y ascensión. La humanidad del Cristo resucitado y ascendido es la madera del Líbano. Cristo puede hacer de yeguas salvajes un palanquín que posee Su humanidad resucitada y ascendida. ¡Aleluya! Una yegua es algo que se es por nacimiento; pero con respecto a ella no hay nada edificado, sino que es totalmente natural. Sin embargo, el palanquín no es algo que se obtiene por nacimiento, sino algo que se construye o edifica. Y el material sólido que se utilizó para construir esta edificación es la humanidad de Jesús en resurrección y ascensión. El vaso que transporta a Cristo no tiene que ver con el nacimiento natural, sino que es algo edificado con la humanidad resucitada y ascendida de Cristo.

No debemos ser superficiales. Necesitamos ver algo sustancial, sólido, real, profundo, pero al mismo tiempo muy práctico. ¡Cuánto debemos repudiar nuestra vieja naturaleza con nuestra propia humanidad! Debemos aprender a tomar la humanidad resucitada y ascendida del Señor como nuestra estructura básica, a fin de ser edificados como parte del vaso que contiene y expresa a Cristo. Más aún, no sólo tenemos la madera del Líbano, sino también las columnas de plata y la base de oro. La plata representa la obra redentora del Señor, y el oro, la naturaleza divina de Dios. La obra redentora de Cristo es la fuerza que nos sostiene, y la naturaleza divina de Dios es la base misma de nuestra edificación.

Debemos presentarle al Señor todas estas cosas en oración para que Él pueda conducirnos a la realidad de ellas. Debemos llegar a ser esta estructura que es edificada, no con nuestra fuerza natural, sino con la humanidad de Cristo, con la obra redentora de Jesús y con la divinidad de Dios.

Salomón hizo el palanquín él mismo. Esto no es algo hecho por nosotros. Aparte de Cristo, nadie más puede hacer este palanquín. A través de los años, el Señor ha venido obrando en nosotros con la intención de hacer un palanquín para Sí mismo. Él no utiliza nada de nuestra constitución natural, sino que usa Su humanidad, Su obra redentora y la divinidad de Dios.

¿Cuál es nuestra responsabilidad? Nuestra responsabilidad simplemente consiste en ofrecerle nuestro amor. La decoración interna del palanquín había sido recamada de amor por las hijas de Jerusalén. Debemos ofrecerle al Señor nuestro amor. Él no desea nada más de nosotros. “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?” (Jn. 21:15). Él siempre busca nuestro amor, y únicamente nuestro amor sirve para decorar el interior del palanquín. Aunque el Señor Jesús es quien hace el palanquín, éste es decorado con nuestro amor. La estructura básica consiste en madera, plata y oro, pero lo único que decora el interior es nuestro amor. Cuanto más le amemos, más desaparecerá nuestro carácter y personalidad. Cuanto más le amemos, más perderemos nuestra voluntad, pero al mismo tiempo el interior del palanquín será totalmente decorado.


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