Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1188-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Tal vez nos preguntemos ¿qué haremos con respecto a nuestra supervivencia? ¿Qué comeremos? ¿Qué beberemos? ¿Qué nos pondremos? No me pregunte a mí; más bien, consulte en la Biblia para ver qué hacía el pueblo de Israel junto al monte Sinaí. ¿Lo recuerda? El maná descendía del cielo, y el agua viva brotaba. Quizá usted me pregunte si estoy hablando en serio. Si nos reuniésemos todos los días, ¿descendería el maná? ¡Estoy seguro de que sí! Si no me cree, intentémoslo. Reunámonos cada noche y veremos si nos falta el alimento. Las palabras del Señor Jesús nos exhortan a buscar primeramente Su reino y Su justicia, y todas las demás cosas nos serán añadidas.
En el monte Sinaí los santos de antaño se reunían todos los días. Durante cuarenta años, lo único que hacía el pueblo de Dios, compuesto de casi dos millones de personas era reunirse y viajar. Sólo debían ocuparse del tabernáculo, alrededor del cual se reunían, y el cual llevaban consigo cuando viajaban. Eso era todo lo que hacían. Durante cuarenta años, no necesitaron ningún empleo ni labraban la tierra ni tenían ninguna industria. Esto constituye una figura clara. Más adelante, en el día de Pentecostés, los santos del Nuevo Testamento hicieron lo mismo. Día tras día se reunían en el templo e iban de casa en casa. ¿Qué hacían? No diseminaban chismes, sino que alababan a Dios, predicaban la Palabra, enseñaban y hablaban de Jesús. Sin lugar a dudas, el cristianismo ha perdido esta característica. Dios salvó a Su pueblo y lo condujo a una fiesta, pero ésta se ha convertido en un culto formal.
Hace poco recibí noticias de que en un solo condado de la China continental se reúnen 140000 creyentes nuevos en diferentes lugares. A veces algunos de ellos, generalmente los que tienen el liderazgo, se reúnen todo el día desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. Lo mejor de todo es que invocan al nombre del Señor y oran-leen la Palabra de Dios. Parece que nosotros hubiésemos perdido la práctica de invocar el nombre del Señor y de orar-leer. Una vez en Elden Hall en una sola reunión de oración, los santos oraron-leyeron todo el libro de Efesios. Ahora oramos-leemos muy poco. Esto muestra una debilidad: no disfrutamos a Cristo y hemos perdido en parte la participación en Su victoria. Si queremos recobrar el disfrute que tenemos en Cristo y la participación en Su victoria, ciertamente volverán las voces de júbilo, los cánticos, las alabanzas, el invocar el nombre del Señor y el orar-leer.
Es una batalla y una lucha entre Dios y Satanás. Debemos estar conscientes de que en el recobro del Señor, la reunión es lo primero que el Señor recobra. La reunión es la fachada del recobro del Señor. Sabemos que lo primero que se ve de un edificio es la fachada. Si en el recobro del Señor no se tiene la debida reunión, carece de fachada. Debemos pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros para que prestemos la debida atención a las reuniones. El recobro del Señor debe tener una fachada para expresar el disfrute que tenemos en Cristo y la participación en Su victoria. Disfrutamos a Cristo, participamos de Su victoria y estamos en una fiesta.
Volvamos a Exodo. Los hijos de Israel eran esclavos de Faraón, pero un día disfrutaron al Cordero pascual. Así empezaron a disfrutar a Cristo, quien llegó a ser no sólo Su redención, sino también su vida y su libertad. Cristo entró en ellos. Para entonces, no podían separarse. Desde la pascua permanecieron todos juntos, y luego se convirtieron en el ejército del Señor; este ejército venció a las tropas egipcias por el poder del Señor. Vemos que disfrutaban a Cristo, y participaban de la victoria que El obtuvo sobre el ejército egipcio. El deleite en Cristo y la participación en Su victoria los introdujeron en la fiesta, la cual implica una reunión. Se juntaron para disfrutar más de Cristo. Así llegaron a ser el pueblo de Dios y también Su ejército. Peleaban de una manera sencilla, pues se reunían y comían. Su manera de luchar consistía en disfrutar a Cristo y en participar de la victoria de El. Para ellos disfrutar y participar equivalían a reunirse.
Debemos hacer a un lado la liturgia tradicional que tienen los cristianos hoy. Por la mañana debemos disfrutar a Cristo y durante el día debemos participar de Su victoria. Estas dos cosas nos llevarán a reunirnos por la noche. Es decir, disfrutamos a Cristo cada mañana, participamos de Su victoria durante el día, y nos reunimos cada noche. Si damos los primeros dos pasos, no creo que nos podamos quedar solos en casa por la noche. Estas dos cosas nos motivan, nos muestran la urgencia, nos exhortan y nos llevan a la reunión. Ya no será necesario que nos animen a cantar aleluya ni a invocar el nombre del Señor. Lo haremos espontáneamente. El deleite que uno tiene de Cristo y la participación en Su victoria lo motivará a uno, lo hará volar, elevarse, brincar, gritar aleluya y asistir a la reunión acompañado de una multitud.
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