Cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, Lospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6380-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Juan 14:20 dice: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Ahora podemos entender la secuencia aquí. En la noche del día de la resurrección del Señor, el Hijo con Su soplo infundió al Espíritu en los discípulos. Luego 15:26 dice que cuando el Espíritu viene, trae al Padre con Él. Además, 14:10 indica que puesto que el Hijo está en el Padre, el Padre tiene al Hijo en Su interior. Por tanto, después que el Espíritu fue infundido en los discípulos por medio del soplo del Señor, cuando ellos experimentaron al Espíritu, comprendieron que el Espíritu había traído al Padre consigo y que, por tanto, el Padre y el Espíritu eran uno. Además, puesto que el Padre tiene en Su interior al Hijo, los discípulos también conocieron que el Padre y el Hijo eran uno. Sucede lo mismo con nosotros; cuando el Espíritu viene a nosotros, el Padre también viene con Él, y el Hijo está en el Padre para que lo experimentemos y conozcamos.
Debido a que el Espíritu está en nosotros para que lo experimentemos, somos introducidos en el Hijo para vivir por Él, por causa de Él y junto con Él (14:19). Además, puesto que vivimos en el Hijo, el Hijo también vive en nosotros (15:4). Por lo tanto, no sólo hay tres en uno, sino cuatro en uno: el Padre, el Hijo, el Espíritu y los creyentes, todos ellos, han llegado a ser uno. Cuando el Espíritu viene, viene con el Padre, quien está en el Hijo y en quien también el Hijo está, y vive en nosotros para que nosotros estemos en el Hijo. Como resultado, debido a que estamos en el Hijo, el Hijo también está en nosotros. Éste es el Dios Triuno que llega a ser nuestra experiencia y bendición.
El Dios Triuno ha alcanzado Su consumación en calidad de Espíritu, quien entra en nosotros con el Padre, en quien el Hijo está. Debido a que el Espíritu entra en nosotros, nosotros estamos en el Hijo y, por ende, el Hijo también está en nosotros. Éste es el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— que ha entrado en nosotros para que lo experimentemos como nuestra bendición y sea nuestro disfrute, que es Cristo en nosotros como esperanza de gloria. Por lo tanto, experimentar a Cristo es experimentar al Dios Triuno. Desgraciadamente, muchos cristianos hoy en día no entienden este asunto ni tienen luz al respecto, y mucho menos lo experimentan.
Usemos la oración como ejemplo. El concepto general que tienen los cristianos acerca de la oración es que nosotros oramos y le pedimos al Señor que haga algo por nosotros sólo cuando tenemos problemas. Sin embargo, esto no es acertado. Fue después de que traté por mucho tiempo de hallar la respuesta que me di cuenta de que las oraciones de los cristianos son en realidad su práctica de invocar el nombre del Señor. La palabra bíblica traducida invocar significa clamar. Cuando oramos, ciertamente clamamos el nombre del Señor Jesús. Si clamamos el nombre del Señor Jesús desde lo más profundo de nuestro ser, nuestro espíritu es despertado. A veces aun cuando invocamos el nombre del Señor suavemente, nuestro espíritu es despertado. Romanos 10:12-13 dice: “El mismo Señor es Señor de todos y es rico para con todos los que le invocan; porque: ‘Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo’”. Por lo tanto, no importa que sea en voz alta o baja; lo que importa es que invoquemos. El Señor es rico para que lo disfrutemos. Para disfrutar las riquezas del Señor, es necesario que invoquemos Su nombre. Invocar el nombre del Señor es el secreto no sólo para ser salvos, sino también para disfrutar de Sus riquezas. Cuando invocamos el nombre del Señor, inhalamos Sus riquezas.
Cada día debemos ejercitar nuestro espíritu e invocar el nombre del Señor para disfrutarlo a Él. Cada vez que estemos a punto de enojarnos, debemos ejercitarnos para invocar al Señor. Una vez que invocamos al Señor, nuestro enojo desaparece, y si volvemos a invocar, nos sentimos tranquilos interiormente y nos regocijamos y exultamos. A veces cuando estamos cansados de trabajar, podemos invocar: “¡Oh Señor Jesús!”, y nos sentimos relajados. Todo el que invoque el nombre del Señor será salvo. Cuando invocamos, somos llenos de “aire”. El Señor es el Espíritu. En griego, la palabra traducida espíritu es la misma que se traduce aliento o aire. Para los cristianos, invocar el nombre del Señor es ser llenos de aire. Si invocamos lo suficiente, somos “inflados”; si no invocamos, nos “desinflamos”. Lo primero que usted debe hacer cada mañana es invocar el nombre del Señor para ser lleno de “aire”, y luego ir a su oficina. Cada oficina es un lugar que desinfla a las personas. Sobra decir que muchas veces usted se siente desinflado después que termina su horario de trabajo; incluso para el medio día podría haberse desinflado por completo. Por esta razón, usted debe invocar el nombre del Señor al medio día para poder ser lleno de “aire” una vez más. Después de salir de su oficina, en el camino a casa, debe invocar nuevamente el nombre del Señor para inflarse completamente. Luego al regresar a casa, no se sentirá desalentado, sino que desbordará de gozo. Cuando invocamos al Señor, experimentamos a Cristo, quien es el Espíritu. Al invocar el nombre del Señor, nuestro espíritu toca al Espíritu, quien es la consumación del Dios Triuno. Como resultado, podemos disfrutar de las riquezas del Señor. En esto consiste experimentar a Cristo.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.