Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4643-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En segundo lugar, tenemos que aprender en la presencia del Señor a ser examinados por Él. Podríamos decirle: “Señor, aquí estoy. Sé que no soy una persona muy apropiada ni muy útil. Soy una persona natural, salvaje y cruda, pues nunca he sido ‘cocinado’, procesado, por Ti. Incluso soy pecaminoso, mundano y carnal. Señor, a fin de que puedas usarme como Tu esclavo, primero es preciso que me examines. Necesito que me disciplines. Necesito que me ‘cocines’. Señor, me abro a Ti, pero no dependo de mi apertura; dependo de Tu escrutinio. Llévame a Tu luz. Resplandece sobre mí, resplandece dentro de mí y resplandece intensamente a través de mí, a fin de que sea plenamente puesto al descubierto”. Todos debemos hacer esta clase de oración. Es mejor orar así a solas. En otras cosas no debemos ser individualistas, pero es mejor hacer esta clase de oración de manera individual. Debemos pasar una hora o más en la presencia del Señor con este propósito, verificando con Él una y otra vez hasta que nos sintamos liberados y no haya nada más que deba ser puesto al descubierto.
Después de consagrarnos nuevamente al Señor y de permitir que Él nos examine exhaustivamente, podemos recibir una carga de parte de Él. No necesitamos orar pidiendo específicamente por alguna carga. La carga que recibamos será la carga que el Señor tiene. Nuestra primera preocupación no debe ser el aspecto administrativo. Podríamos tener la carga de servir como ujieres en las reuniones, pero nuestra carga no es ese servicio en sí mismo. Más bien, nuestra carga consiste en cuidar de los demás mientras servimos de ujieres. Si recibimos una carga de esta manera, las cosas serán muy distintas. Si servimos de ujieres después de que el Señor nos haya examinado por completo, cada vez que sirvamos de ujieres, ministraremos vida. La vida desbordará desde nuestro ser y fluirá hacia el espíritu de los demás. El Espíritu Santo siempre honra esta clase de servicio.
Para este propósito, el Señor necesita incluso a los adolescentes. Espero que los adolescentes mayores acepten la carga de cuidar de los que están en la escuela intermedia. Según mi observación, tenemos muchas hermanas de diez, once y doce años de edad, pero no hay hermanas adolescentes que estén cuidando de ellas. Por tanto, necesitamos que algunas hermanas jóvenes se dediquen a esto. Una vez que ellas renueven su consagración y hayan acudido al Señor para que Él las examine, deberán decir: “Señor, acepto esta carga. Deseo dedicarme al cuidado de las jovencitas que están en la escuela intermedia. Éste es mi servicio. Voy a asumir su cuidado e incluso las llevaré sobre mis hombros hasta la Nueva Jerusalén”. Si algunas adolescentes hacen esto, la presencia del Señor estará con ellas y verán la bendición. No sabemos cuán lejos llegará el Señor con estas jovencitas. Quizás por esta clase de servicio, lleguen a ser muy útiles en el recobro del Señor en los años venideros. No solamente llegarán a ser “las hermanas mayores”, sino también madres para muchas jovencitas.
No podemos designar a nadie para que ocupe esta posición. No podemos decir: “Hermana, venga y encárguese usted de las jovencitas”. Esto no será eficaz. En vez de ello, ellas mismas deben acudir al Señor y decirle: “Señor, heme aquí. Te amo. Tú eres mi Amo. Amo a la iglesia y amo a los santos. Especialmente amo a las jovencitas que tienen entre diez y quince años de edad. Simplemente las amo, Señor, y no saldré libre. Oh, Señor, haz lo que tengas que hacer conmigo”. Puede ser que una joven dedique tres noches tratando con el Señor respecto a este asunto. Después de que el Señor haya tratado con ella exhaustivamente, no será necesario que ella ore en tono de súplica: “Señor, ten misericordia de mí y dame alguna carga”. Quizás ella simplemente diga: “Señor, por Tu gracia asumo la carga de cuidar de las jovencitas. Señor, Tú debes ir conmigo”. Ella incluso podría dar al Señor el siguiente mandato: “Señor, ya que estoy aceptando esta carga, Tú tienes que laborar conmigo”. El Señor ciertamente la tendrá en alta estima y la acompañará.
Todos los hermanos y hermanas tienen que asumir tal carga. Las hermanas mayores, por ejemplo, pueden asumir la carga de cuidar de los santos de más edad. Nadie podría asignarnos este servicio. Todos debemos acudir al Señor, la Cabeza del Cuerpo, tratar con Él a cabalidad y asumir la carga. Hay muchas clases de cargas. Según lo que he podido observar, hay muchas necesidades que yacen en el olvido, y al mismo tiempo hay muchas personas útiles que su utilidad ha sido desperdiciada. Las personas útiles deberán corresponder a las necesidades. Ni yo ni ningún otro hermano que lleva la delantera podría decir: “Hermana, haga esto”. Eso jamás funciona. En lugar de ello, todos tenemos que acudir al Señor, permitir que Él nos discipline por completo y abrir nuestros ojos espirituales para poder ver la necesidad. Entonces, sin ambición alguna y dispuestos incluso a sacrificar toda nuestra vida, la carga que recibamos será la voluntad del Señor. Vale la pena pagar el precio aun al costo de nuestra vida. Yo tenía diecinueve años cuando fui salvo. Aquel día le dije al Señor: “Señor, aun si me ofrecieras el mundo entero, no lo aceptaría. Yo simplemente quiero ser pobre por causa del Señor Jesús”. Si las hermanas más jóvenes hacen esto, ellas verán la bendición del Señor. Todos tenemos que asumir la carga de cuidar de otros. No existe otra manera de llevar a cabo el deseo del Señor.
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