Arbol de la vida, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-1-57593-813-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Las Escrituras en su totalidad revelan solamente a Dios, al Dios Triuno, el Padre en el Hijo como el Espíritu. Este Dios Triuno maravilloso se nos ofreció como nuestro disfrute en muchos aspectos. Este disfrute comienza con el Cordero y tiene su plena consumación en el templo. Finalmente, el templo se agranda y llega a ser una ciudad, la Nueva Jerusalén, donde Dios mismo es el templo (Ap. 21:22). En 1 Samuel (1:9; 3:3) el tabernáculo que estaba en Silo se llamaba el templo antes de que el templo fuese edificado por Salomón. Por lo tanto, el tabernáculo es el templo. La Nueva Jerusalén es llamada el tabernáculo de Dios (Ap. 21:3). Nosotros somos el tabernáculo de Dios donde puede morar, y El es nuestro templo donde nosotros podemos morar. Esta ciudad es una morada mutua donde moran Dios y Su pueblo escogido y redimido. La Nueva Jerusalén es el clímax del disfrute que tenemos del Dios Triuno; allí le disfrutaremos al máximo.
Necesitamos recibir la visión celestial de que Dios es el árbol de la vida y que como tal, le podemos disfrutar. Todos los aspectos de lo que es Cristo en el libro de Juan son producidos por el árbol de la vida. Si leemos las Escrituras otra vez para descubrir cuáles son los aspectos en que podemos disfrutar a Dios, la Biblia llegará a ser nueva para nosotros. Será un libro de vida, en vez de un libro de conocimiento. Muchos consideran la Biblia como un libro de conocimiento, pero nosotros tenemos que cambiar el concepto que tenemos sobre este libro. La Biblia es un libro de vida. El Dios Triuno maravilloso es nuestro disfrute en muchos aspectos revelados en las Escrituras.
En la Nueva Jerusalén todavía tendremos al Cordero (Ap. 22:1). El Cordero es el centro de la ciudad y su templo (21:22). En el cielo nuevo y la tierra nueva el templo de Dios será agrandado y así llegará a ser una ciudad. De nuevo vemos al Cordero y el templo. El Cordero es la lámpara, y dentro de El está Dios como luz. El Cordero como lámpara resplandece con Dios como luz para iluminar la ciudad con la gloria de Dios, la expresión de la luz divina. Dios como luz en Cristo resplandece como vida para fluir como agua viva, como el Espíritu. En los dos lados del río de agua de vida, está el árbol de la vida (Ap. 22:2), el cual sirve como nutrición para los redimidos, como su suministro de vida. El Padre es la verdadera fuente de la luz (1 Jn 1:5; Ap. 22:5), Aquel que habita en luz inaccesible (1 Ti. 6:16). El Espíritu Santo es representado por el fluir del agua viva, el agua de la vida (Jn. 7:38-39). Junto con el fluir del agua viva está el árbol de la vida, el cual simboliza a Cristo el Hijo (Jn. 1:4; 15:1). De esta manera, el Dios Triuno es el propio contenido de este edificio universal y así Sus redimidos le disfrutan al máximo. El libro de Génesis nos muestra el origen del árbol de la vida, y el libro de Apocalipsis nos da la consumación. Entre los dos extremos está el Evangelio de Juan. Los aspectos principales mencionados en los dos extremos de la Biblia, tales como el Cordero, el templo y el árbol de la vida, también se mencionan en el Evangelio de Juan (1:29; 2:19, 21; 15:1).
El punto crucial es éste: necesitamos disfrutar a esta Persona maravillosa en Sus muchos aspectos. Dios el Padre está en el Hijo (Jn. 14:10, 11), y Dios el Hijo es el Espíritu (2 Co. 3:17; 1 Co. 15:45). Debemos darnos cuenta de que no sólo Dios es Espíritu (Jn. 4:24), sino que todo lo que Dios es, lo que ha logrado y realizado, se forja en el Espíritu. Después de la resurrección y la ascensión de Cristo, Dios hizo muchas cosas; por lo tanto, Dios tiene muchos logros. Realizó la creación, la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Todo lo que El es y tiene, todo lo que ha logrado y realizado, ha sido puesto en este Espíritu.
Ahora El es este Espíritu maravilloso y profundo, el cual es semejante al soplo (Jn. 20:22). En Juan 20 fue cumplido todo lo relacionado con la promesa del Espíritu Santo como Consolador; así que el Señor Jesús vino a los discípulos, sopló en ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (v. 22). El Espíritu Santo todo-inclusivo y profundo es como el soplo. Todo lo que Dios es, todo lo que ha realizado y todo lo que ha logrado está en este Espíritu, este aliento. El Espíritu es como el aire; es muy aplicable, está disponible y cercano y es muy precioso. Debido a que El es el aire, Romanos 10:13 dice: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo”. Por lo tanto, los incrédulos que han de recibir a Cristo no necesitan ir a los cielos para traer abajo a Cristo (v. 6) ni al abismo para hacerle subir (v. 7). Esto se debe a que Cristo, la Palabra viviente, está cerca de ellos, en su boca y en su corazón (v. 8). Si usaran de su boca para invocar: “Señor Jesús”, Cristo como aliento todo-inclusivo entraría en ellos.
Según el Evangelio de Juan, este Espíritu divino maravilloso entró en nuestro espíritu humano (Jn. 3:6) cuando le recibimos. Por lo tanto, 1 Corintios 6:17 dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con El”, y Romanos 8:16 dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu”. Puesto que Dios es Espíritu (Jn. 4:24) y ahora está en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22), debemos adorarle en espíritu y en realidad.
¡Cristo está en nosotros en muchos aspectos! El primer aspecto es el Cordero, aquel que nos redime. El último es el edificio, el templo, el cual es agrandado hasta ser una ciudad. Sin embargo, la clave de experimentar a Cristo es que El es el Espíritu que está en nosotros. Juan 4 nos dice que hay un manantial en aquel que bebe el agua que el Señor le da. Juan 7 nos dice que correrán ríos de agua viva del ser interior de quien cree en el Señor Jesús (v. 39). Muchos ríos de agua viva correrán de nuestro espíritu, nuestro ser interior. Antes pensaba que el Señor haría que el agua entrara en mí, pero el Señor salta en nosotros y brota de nosotros porque El ya está en nosotros. Es una pequeña necesidad que El entre en nosotros, pero es muy necesario que fluya de nosotros. ¿Por qué entonces no puede fluir? Usted y yo somos el problema. Por consiguiente, necesitamos abrirnos al Señor.
El Espíritu divino está en nosotros impartiéndonos energía, dándonos poder, fortaleciéndonos y aun molestándonos. Por medio de la redención de Cristo, por Su sangre, fuimos limpiados y purificados a fin de poder cumplir Su propósito de morar en nosotros. El ahora mora en nuestro espíritu. Todo lo que el Dios Triuno es y todo lo que ha logrado y realizado está en nuestro espíritu. Ahora debemos aprender a abrirnos a El, dándonos cuenta de que El lo es todo en nosotros. Nunca podemos agotar lo que El es dentro de nosotros. El es el gran Yo soy (Jn. 8:24, 28, 58). Todo lo que necesitamos, El es.
No es necesario que el esposo ore: “Señor, ayúdame con mi querida esposa. No sé cómo tratarla”. Simplemente aprendamos a abrirnos a El diciendo: “Señor, simplemente me abro a Ti. Una vez más, tengo la oportunidad de abrirte mi ser”. A veces le es difícil al Señor hacer que usted se abra en lo más recóndito de su ser. Por eso, El le da a usted la esposa apropiada para ayudarle a abrirse a El. El es el gran Yo soy. El es la respuesta. El satisfará la necesidad de usted. Si usted se abre a El, sabrá cómo tratar a su esposa, no simplemente con el conocimiento mental, sino según la vida interior. Desde su interior, usted sabrá cómo tratar a su esposa de la debida manera, o sea, de una manera divina y celestial, de modo que usted crezca en el Señor.
Puesto que el Señor está en usted, es necesario que usted aprenda a abrir su ser a El. Cuando se abra a El, El fluirá. Hemos estorbado al Señor mucho y hasta le hemos encarcelado. Prestamos atención a cosas fuera del Señor. Tal vez usted ore: “Señor, corrige a mi querida esposa, cambia su actitud, y dile que está equivocada”. No se debe orar así. Bajo la soberanía del Señor, la esposa de un hombre puede ayudarle a abrirse al Señor. Cuando usted se abra, los ríos de agua viva, tales como el río de vida, el río de amor, el río de sabiduría, el río de humildad, el río de misericordia, y el río de paciencia, correrán del interior de usted para regarlo a usted y a otros. Esto es lo que produce el disfrute del árbol de la vida.
En Génesis 2 tenemos el árbol de la vida y el fluir del río (vs. 9-10). Cuando realmente disfrutemos al Señor como el árbol de la vida, algo se producirá. Algo saldrá de nosotros como una corriente para ministrar algo del Señor mismo a otros. Este fluir saciará la sed de otros, les alimentará, les iluminará o les fortalecerá. Esta es la debida manera de vivir en esta tierra como testimonio de Jesús. Esto es lo que el Señor necesita hoy en día. El no necesita una religión llena de enseñanzas, prácticas y dones; necesita que la vida fluya desde nuestro interior. Debemos entender lo que El es y donde está. El es el Espíritu maravilloso, rico y todo-inclusivo, y está en nuestro espíritu. El espera que nos abramos a El. No debemos confiar en nosotros mismos ni tratar de hacer algo por nuestros propios esfuerzos. Hay una sola lección que debemos aprender: necesitamos abrirnos al Señor. Entonces El brotará; saltará de nuestro interior. Como resultado, tendremos los ríos de agua viva que corren de nosotros todo el tiempo. Este es el producto, el resultado, de disfrutar a Dios como el árbol de la vida todo-inclusivo.
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