Lecciones acerca de la oraciónpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1502-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Frecuentemente decimos que cierta persona es muy emotiva, y que otra no lo es, y que por tanto es una persona fría, como si fuera de madera o de piedra. Hermanos y hermanas, nosotros debemos entender que ser demasiado emotivos es incorrecto, y que ser muy fríos es también incorrecto; de una u otra forma hace falta la moderación. Una persona apropiada es aquella que tiene sentimientos moderados: de placer, enojo, dolor o alegría. Ya sea que esté feliz o triste, lo hace siempre en un nivel determinado. Tal persona se ríe, pero sólo hasta cierto grado. Llora y está triste, pero sólo hasta cierto grado. Su parte emotiva es moderada y equilibrada.
Hace treinta años en cierta reunión en China del norte vi lo que es la exhibición inmoderada de las emociones. Cuando los hermanos y las hermanas oraban, el grado del entusiasmo de algunos de ellos fue más allá de lo que puedo describir. Gritaban, aplaudían, reían y temblaban. De hecho, reían al punto de volverse locos de risa. Es difícil encontrar una palabra en el diccionario para describir esa situación. También vi a uno llorar de una manera simplemente inimaginable. Incluso si a alguien se le hubiera muerto su padre o su madre, no habría llorado con tal tipo de voz. Éste lloraba con tanto dolor que causaba escalofríos a los demás. Ésta era una exhibición impropia y excesiva de las emociones. En 2 Corintios 5:13 Pablo dice que debemos estar locos para Dios y ser sensatos para el hombre (v. 13). Esto implica regular y moderar nuestra parte emotiva.
Si no poseemos una parte emotiva moderada, no podremos orar adecuadamente. No es correcto tener emociones inmoderadas, ni tampoco está bien carecer de sentimientos. Algunos hermanos y hermanas cuando oran en las reuniones son como robots. Oran sin ninguna expresión y suenan tal como una máquina de escribir. Una condición así revela una escasez de emociones, mientras que la condición que describimos anteriormente muestra un exceso de emociones. Ambas condiciones muestran una parte emotiva inmoderada.
No consideremos que éste es un asunto insignificante. En Betania, cuando el Señor Jesús vio la condición de María y de los judíos y pensó en la muerte de Lázaro, Él lloró. Este versículo, que es el más corto de la Biblia, nos muestra que el Señor tenía sentimientos. Sin embargo, al llorar el Señor no se lamentó de tal manera que causara escalofríos a los que estaban a Su alrededor. Las Escrituras simplemente dicen estas palabras: “Jesús lloró” (Jn. 11:35). Al leer esta narración podemos darnos cuenta que Él era una persona con una parte emotiva muy moderada. En otra ocasión, cuando purificó el templo, hizo un azote de cuerdas y echó fuera todas las ovejas y los bueyes, y volcó las mesas de los cambistas. Podríamos decir que Él realmente se airó ese día, pero no encontramos ningún indicio en la Biblia que indique que ese día el Señor Jesús hiciera un gran lío en el templo, rompiendo todo lo que estaba en él. Con respecto a algunos hermanos, todo está bien siempre y cuando no pierdan la paciencia, pero una vez que se enojan, arman un gran lío y rompen todo: las ventanas, la cafetera, etc. ¡Oh, qué moderadas eran las emociones de nuestro Señor Jesús! Si nosotros queremos ser cristianos normales, debemos aprender a moderar nuestras emociones. Ya sea que estemos felices o tristes, debemos estarlo sólo hasta cierto grado.
La parte emotiva del hombre no sólo debe ser moderada, sino también sana. La moderación es un asunto de grado, mientras que la sanidad es un asunto relacionado con la naturaleza. Todos entendemos lo que queremos decir con sanidad. Cuando algunos hermanos y hermanas se ríen, lo hacen con una risa maliciosa, y cuando están tristes, su tristeza es retorcida. Sus sentimientos no son sanos, ya sea placer, enojo, tristeza o alegría. Además, si alguien solamente puede reír, pero no puede llorar, y nunca se enoja, lo más probable es que sea un cristiano falso. La Biblia dice: “Airaos, pero no pequéis” (Ef. 4:26). Si uno peca cuando se enoja, su enojo no es sano y aun es maligno. Algunas personas lloran y ríen con decoro, pero otras gritan o ríen de una manera inadecuada e indecorosa. Tales emociones enfermizas constituyen un obstáculo a nuestras oraciones. Por tanto, si deseamos ser hombres de oración normales, nuestras emociones deben ser moderadas y sanas.
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