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Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7893-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 13 Sección 4 de 5

Ser transformados en la imagen de Dios

Ser santificados también significa ser transformados en la imagen de Dios (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18). De nuevo nos podríamos referir al ejemplo del agua y el jugo color dorado. Antes que el agua fuese saturada del jugo, tenía una apariencia corriente. Sin embargo, luego de ser saturada, es transformada en la misma semejanza y apariencia del jugo. Finalmente, no podemos distinguir entre el agua y el jugo. De la misma manera, por medio de la santificación estamos siendo transformados en la semejanza, la apariencia, de Dios mismo, y estamos siendo hechos conformes a Su imagen (Ro. 8:29). No hay duda alguna de que Juan 17 habla de nuestra separación del mundo, pero Romanos 12:2 y 2 Corintios 3:18 hablan algo más acerca de un cambio en nuestra manera de ser, que se lleva a cabo en nuestro interior al ser nosotros saturados e impregnados del elemento de Dios. De este modo, nuestra alma finalmente será transformada, y aun nuestro cuerpo será cambiado mediante la glorificación. Entonces seremos completamente santificados en nuestro espíritu, alma y cuerpo (1 Ts. 5:23). Éste es el significado completo de la santificación.

Ser glorificados con la gloria divina

Ser santificados también significa ser glorificados con la gloria divina. Un día nuestro cuerpo físico será introducido en la gloria de Dios (Ro. 8:23, 30; Fil. 3:21). En aquel tiempo seremos santificados de manera plena, cabal, absoluta y entera (1 Ts. 5:23). Ahora estamos bajo el proceso de la santificación, pero en aquel tiempo nuestra santificación habrá sido efectuada completamente. En 2 Tesalonicenses 1:10 se nos dice que el Señor Jesús vendrá para ser glorificado en Sus santos. Cuando nosotros los santos seamos santificados de manera cabal, plena y entera, el Señor Jesús será glorificado en nosotros. Todos seremos introducidos en la gloria divina y el Señor Jesús será glorificado en nosotros en aquella gloria. Esto es un asunto grandioso. En 1935 comenzamos a ver el tercer aspecto de la santificación, y dentro de diez años más comenzamos a ver el cuarto aspecto. Sin embargo, solamente hemos comenzado a ver el último aspecto en los últimos pocos años. Estos cinco aspectos son el significado pleno de la santificación.

Romanos 1:4 hace mención del Espíritu de santidad, y 2 Tesalonicenses 2:13 habla de la santificación del Espíritu. Existe una diferencia entre la santidad y la santificación. J. N. Darby nos ayudó a ver que la santidad es la naturaleza de Dios y la santificación es el efecto práctico producido por la santidad en acción. Por un lado, tenemos al Espíritu Santo en nosotros, y por otro lado, tenemos Su obra de santificación. El Espíritu que mora en nosotros es el Espíritu Santo, quien constantemente efectúa la obra de santificación en nosotros a fin de hacernos santos. La salvación que Dios efectúa incluye tres pasos: la regeneración de nuestro espíritu, la transformación de nuestra alma y la transfiguración de nuestro cuerpo. Aprehendemos la salvación que Dios efectúa mediante la santificación del Espíritu. Actualmente estamos bajo el proceso de la santificación, es decir, estamos siendo transformados. Finalmente, seremos glorificados, lo cual equivale a ser introducidos en la gloria de Dios incluso en nuestro cuerpo físico. Ésta será la compleción de la santificación efectuada por Dios. En resumen, la santificación incluye ser libertados del pecado, ser apartados del mundo, ser saturados del elemento divino, ser transformados en Su imagen divina y ser glorificados con la gloria divina. Ésta es la obra que el Espíritu que santifica efectúa en los dos libros de Tesalonicenses.

NO APAGAR AL ESPÍRITU QUE SANTIFICA

En 1 Tesalonicenses 5:19 se nos dice: “No apaguéis al Espíritu”. Debido a que el Espíritu se mezcla con nuestro espíritu, y desde nuestro espíritu Él efectúa una obra de santificación, apagar al Espíritu equivale a detener Su obra santificadora. Si no apagamos al Espíritu, sino que más bien siempre cooperamos con Él, no tendremos que preocuparnos por vencer los pecados o ser apartados del mundo. No hay necesidad de que nosotros mismos hagamos la obra de santificación; esta obra la efectúa el Espíritu Santo. Sin embargo, debemos procurar no impedir Su obra. Debemos aprender a darle al Espíritu Santo una vía libre para efectuar Su obra sin que nada lo apague, impida ni restrinja. Mientras cooperemos con el Espíritu que santifica y no lo apaguemos, día tras día, hora tras hora seremos libertados espontáneamente de toda clase de pecado y seremos apartados del mundo y de todas las cosas que no son Dios. Espontáneamente, también seremos saturados del elemento divino y transformados en la imagen divina. De esta manera, seremos preparados para ser glorificados cuando Él regrese.

No necesitamos tratar de vencer muchas cosas. Sólo debemos ocuparnos de no apagar al Espíritu. Siempre deberíamos acordarnos de no apagar al Espíritu. ¿Va usted de compras? No apague al Espíritu. ¿Está usted hablando con alguien? No apague al Espíritu. ¿Está usted a punto de perder la paciencia o hacer algo que está mal? No apague al Espíritu. Alguien quizás pregunte: “¿Por qué yo no debería ir al cine?”. Podemos sencillamente responder, diciendo: “No apague al Espíritu”. Si sencillamente nos ocupamos de no apagar al Espíritu, el Espíritu se ocupará de nuestra santificación. El Espíritu a quien no debemos apagar es el Espíritu que santifica, el Espíritu Santo que introdujo a Dios en el vientre de María para encarnarse allí. Éste es el mismo Espíritu Santo que hoy está introduciendo a Dios en nosotros una y otra vez para llevar a cabo Su obra de santificación, es decir, para saturarnos del elemento divino, transformarnos en Su apariencia divina y prepararnos para Su regreso.

Al regreso del Señor, la obra de santificación habrá sido plena y cabalmente completada, haciendo que nosotros seamos los santos en quienes Él es glorificado. Hoy en día somos los santos, pero no hemos sido manifestados como santos, pues el proceso de la santificación aún no ha sido completado en nosotros. Todavía estamos bajo el proceso de ser santificados. A la venida del Señor Jesús, seremos santificados de manera plena, entera y absoluta. En aquel tiempo seremos manifestados como santos al ser glorificado el Señor Jesús en nosotros. Nuestra plena santificación es la obra del Espíritu Santo, según lo revelan los dos libros de Tesalonicenses. Nosotros no solamente tenemos la santidad en nosotros, sino que también tenemos la obra de la santidad en nuestro interior, la cual es la santificación. Es por medio de esta santificación efectuada por el Espíritu Santo que nosotros estamos bajo el proceso de ser plenamente salvos día a día.


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