Cristo crucificado, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3691-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-3691-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
Hoy en día, pese a que muchas personas oran, no ganan mucho de Cristo. Si usted solamente ora para que su familia disfrute de paz, para que proteja a sus hijos de todo daño y peligro, y para que su negocio prospere, no verá el verdadero significado y propósito de la oración. La verdadera oración consiste en que usted entre en contacto con Cristo y le toque. Necesitamos recibir luz para ver que si no tocamos a Cristo ni tenemos un encuentro con Él, es mejor no orar. No queremos decir con esto que no debamos dejar nuestras cargas delante de Dios; más bien, queremos decir que debemos hacer todas estas cosas en espíritu. Debemos tener contacto con Cristo y decirle: “Oh Señor, todavía tengo este problema. ¿Podrías resolverme este problema? Todavía siento esta carga sobre mí. ¿Estarías dispuesto a llevar esta carga por mí?”. Debemos tocar y contactar al Señor en nuestras oraciones. El hecho de que Él conteste a nuestra oración o no es lo de menos. Lo que debemos valorar como un tesoro es que en este proceso Él tenga contacto con nosotros.
Por ejemplo, antes de que usted vaya a visitar a alguien, a realizar cierta actividad, a ayudar a los santos o a predicar el evangelio, primero debe tener contacto con Cristo y preguntarle: “¿Estoy haciendo el bien, ayudando a otros y predicando el evangelio valiéndome de mí mismo o de Cristo? ¿Estoy haciendo todas estas cosas por mí mismo o por medio de Cristo?”. Las mismas cosas pueden tener su origen en dos fuentes diferentes; podemos tener dos procedencias para hacer las cosas: por nosotros mismos o por Cristo. Las mismas cosas pueden originarse en nosotros mismos o en Cristo. Asimismo, lo que procede de diferentes fuentes tendrá diferentes resultados.
Debemos comprender que no sólo el odio procede de nosotros, sino que también el amor puede proceder de nosotros mismos. Por consiguiente, no sólo debemos rechazar nuestro odio, sino también nuestro amor. Debemos procurar tocar la presencia del Señor, porque en Él está el amor y es por medio de Él que amamos a los demás. Al tocarle de este modo, no seremos nosotros los únicos que aman, sino que también Él amará. Así, cuando nosotros amemos a otros, Él también los amará.
Hace diez años alguien del norte de China me hizo esta pregunta: “Ya que nuestro amor puede provenir de nosotros mismos o de Cristo, ¿cómo podemos conocer la diferencia? ¿Cómo sabemos si nuestro amor procede de nosotros o de Cristo?”. Esta pregunta es difícil de contestar. Sin embargo, sabemos que cuando amamos a otros, tenemos cierto sentir en lo profundo de nuestro ser. A veces cuando amamos a alguien, interiormente murmuramos, preguntándonos por qué amamos tanto a esta persona cuando esa persona no ama a otros. Si ése es el caso, podemos estar seguros de que ciento por ciento de esa clase de amor procede de nosotros mismos. Cuando usted es consciente de que ama a ciertas personas y que ellas no aman a otros, esa clase de amor, sin duda alguna, procede de usted mismo. Cuando su amor procede de Cristo, aunque obviamente usted ame a otros, no estará consciente de ser alguien que ama a otros ni tampoco se jactará de sí mismo.
Esto mismo se aplica a virtudes tales como la bondad, la mansedumbre y la humildad. Si nuestras virtudes proceden de nosotros mismos, nos jactaremos de nosotros mismos y condenaremos a otros. Sin embargo, si nuestras virtudes son de Cristo, otros las percibirán, pero nosotros mismos no tendremos ningún sentir de ello. Podemos ver este principio ejemplificado en Moisés. La gente veía que su rostro resplandecía, pero él mismo no lo veía (Éx. 34:29). Algunos podrían preguntar: “Si uno no siente lo que está haciendo, ¿cómo puede hacerlo? Si uno no siente que es manso, ¿cómo puede ser manso?”. Aparentemente esto es paradójico, pero en realidad, cuando vivimos en nuestro espíritu, podemos conocer y percibir lo que procede del yo y lo que procede de Cristo. Cuando tengamos un sentir claro de que algo procede de nuestro yo, debemos rechazarlo. En ese momento, Cristo se manifestará por medio de nosotros. Cuando tengamos un sentir que proviene del yo, debemos aborrecerlo y rechazarlo. Tenemos que aborrecer y rechazar no sólo el yo maligno, sino también el yo bueno. Podemos hacer esto porque internamente hemos recibido una revelación. Hemos visto que Cristo tiene un lugar en nosotros, y que Él es nuestra vida y nuestra naturaleza. Debido a que hemos visto esto, no permitiremos que nuestro yo maligno reemplace a Cristo, ni tampoco permitiremos que nuestro yo bueno reemplace a Cristo. Si realmente hemos sido iluminados, veremos que hay muchas cosas en nosotros que son enemigos de Cristo y que hay muchos asuntos en nosotros que son sustitutos de Cristo. Si somos iluminados, veremos que todas estas cosas son frustraciones para Dios y para Cristo. Que Dios tenga misericordia de nosotros y nos quite estos sustitutos y estorbos para que Cristo pueda aumentar y crecer en nosotros. Finalmente, Cristo se mezclará con nosotros al grado en que nosotros y Él, Él y nosotros, seremos absolutamente uno solo. En esto radica la verdadera espiritualidad y el verdadero crecimiento espiritual. Éste es el propósito eterno de Dios y la obra que Dios realiza.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.